Dos individuos, “amigos de toda la vida”, uno de 28 y el otro de 31 años de edad, se sentaban este lunes en el banquillo de la Audiencia Provincial y reconocían ser los responsables del crimen de El Bojal, que costó la vida, en enero del año 2018, a un vecino, de nombre Arturo, asesinado a tiros en su propio coche por uno de estos hombres, el cual nada tenía contra él: lo hizo únicamente por el dinero que el otro hombre le pagó para que apretase el gatillo. 

La Fiscalía pedía, en su escrito provisional, penas que suman 24 años entre rejas (22 por el asesinato y dos por tenencia ilícita de armas) para Fernando P. L., presunto inductor del crimen, y para Jonathan M. N., que presuntamente apretó el gatillo hasta en seis ocasiones. Sin embargo, una conformidad, acordada por las partes, dará lugar a una rebaja de las condenas. El reconocimiento de los hechos por parte de los encausados pone más fácil al jurado popular constituido el llegar a un veredicto: de culpabilidad, que es lo que los mismos individuos han admitido.

El primero en declarar fue Fernando, el cerebro del crimen. “¿Usted encarga a Jonathan que mate a Arturo?”, le preguntó la fiscal. “Sí, señoría”, respondió el sujeto, sereno. Admitió haberle dado a su amigo una pistola “un mes antes” y que fueron una vez a hacer prácticas de tiro “en la finca donde sus padres viven, en un carril de ahí de El Bojal”.

De que su amigo había perpetrado el crimen él se entera “por un grupo de WhatsApp, que estaban comentándolo”. A Arturo lo conocía “del gimnasio y porque me había ofrecido anabolizantes”. 

En cuanto a las motivaciones que habrían llevado, presuntamente, a Fernando a idear el crimen y a Jonathan a perpetrarlo, apunta el fiscal que el primero estaba convencido, “por rumores de gente que había escuchado”, de que Arturo se encontraba tras un asalto que había sufrido en su casa de Alquerías en agosto de 2017, donde “me robaron joyas, cadenas” y que ello le llevó a querer matarlo.

“Claro que estoy arrepentido de todo. No hay día que no me arrepienta y me arrepentiré toda la vida”, sentenció. 

Y Jonathan lo habría hecho por dinero: 3.000 euros. “Un toxicómano totalmente perdido”, dijo de él su abogado defensor, que asegura que “él se arrepiente de lo que hace y, pudiendo guardar silencio, colabora con la Guardia Civil y les guía para encontrar la prueba que es un elemento esencial”, en referencia al arma del crimen.

“Yo a Arturo lo conocía de vista, de pasar por el pueblo. Sabía que estaba metido en bandas. Hola y adiós”, comentó Jonathan, en su turno de declaración. “Que tenía que matar a Arturo, ya que había sido el que había mandado y hecho el robo de su casa”, contó que le dijo Fernando. “Me lo dijo, me pilló drogado, y fui y lo hice”, subrayó. Días antes del crimen “lo vi y algo me paró, o no iba lo suficientemente drogado como para matarlo”. Al final apretó el gatillo el 23 de enero de 2018, “salí para la puerta del gimnasio y lo maté”. “Le hago el alto, para Arturo, bajó la ventanilla, saqué la pistola y ya no recuerdo qué le dije. La verdad es que no sé cuántas veces le di a eso y cuántas balas soltó, no lo sé”, manifestó. Tras disparar, “salgo corriendo en dirección al campo de fútbol y me escondo en mi casa. La pistola la escondo”. A la ropa que llevaba puesta “le pegué fuego”.

En mayo se presentó en el cuartel “voluntariamente, porque podía no haber declarado”. Contó a la Benemérita dónde estaba las pistola. Y hasta ahora.

“¿Qué le digo yo a mi nieta, qué le dice su madre? La pena de muerte tendría que estar estipulada para algunos casos como este. Y soy católica”, declaró, minutos antes del inicio de la vista, María José, madre de Arturo, el joven acribillado a balazos en su propio coche a la salida del gimnasio. La mujer asistía luego a la apertura del juicio, como público.