Pascual Robledillo salió a hacer deporte hace ya siete meses por los alrededores de Paiporta, localidad en la que reside junto a sus padres. Al mediodía tenía que regresar a comer y, al ver que no llegaba, su madre le telefoneó preocupada. "Ahora llego, me he desorientado", le dijo escuetamente. Desde entonces su familia no ha vuelto a tener noticias de él y la angustiosa incertidumbre de no saber si está vivo o qué le ha podido ocurrir ya les hace hasta dudar de si realmente era él quien contestó a esa llamada. "Mi madre lo notó muy raro, pero como era lo que quería escuchar en ese momento, no le dio importancia", explica una hermana del Pascual, de 42 años en el momento de su desaparición.

Pese a la intensa búsqueda de los primeros días, en la que participaron agentes de la Guardia Civil, de las Policías Locales de Paiporta y Picanya, Bomberos del Consorcio Provincial, así como voluntarios de Protección Civil y Cruz Roja, y el helicóptero del Instituto Armado, no se halló ningún vestigio o pista sobre su paradero. Incluso dos meses después de su desaparición se hizo un pormenorizado rastreo con perros adiestrados en la localización de cadáveres, de una unidad cinológica de la Guardia Civil venida de Madrid expresamente para ello, por la zona en la que el repetidor de telefonía móvil sitúa la última posición del teléfono del desaparecido, en la carretera de Alba, en la pedanía valenciana de La Torre.

Tanto el cauce del río Túria como el barranco que atraviesa Paiporta y Picanya, todo fue rastreado a conciencia sin obtener resultados. El equipo de Policía Judicial de la Guardia Civil de Alfafar no ha dejado de trabajar en el caso y mantiene abiertas varias líneas de investigación.

"Son ya siete meses sin saber nada de él y nos ponemos en lo peor", asegura visiblemente afectada Mari Carmen, hermana del desaparecido, quien pide la colaboración ciudadana por si alguien tiene alguna pista sobre su paradero. Desde un primer momento su familia descartó la posibilidad de una fuga voluntaria ya que nunca se había ausentado y la relación familiar era buena, además no portaba dinero encima, ni la medicación, ni su tarjeta SIP. No obstante, en el remoto caso de que fuera así, confían en que viendo la publicación éste contacte con ellos o al menos le haga saber a las autoridades que está vivo pues "esta incertidumbre es un sinvivir".

Tras su desaparición el pasado 14 de septiembre, sus padres creyeron que podía haber sufrido un golpe de calor, dadas las elevadas temperaturas de ese día. "Además se había ido a correr sin apenas desayunar", apuntan. A las 9.30 horas le dijo a su madre que se iba a hacer deporte y como demuestra el seguimiento de los últimos movimientos de su teléfono móvil sí que llegó hasta el barrio de San Marcelino. Una mujer lo vio corriendo a la altura de la carretera CV-407, en Picanya, y entre las 12.00 horas y las 16.00 -hora a la su teléfono deja de dar señal- el terminal se mantiene en un mismo repetidor que cubre un kilómetro cuadrado en torno a la gasolinera Texaco del camino de Tres Cruces. Es en este mismo punto donde se produce el último contacto telefónico cuando le llama su madre, que apenas dura unos 30 segundos, y una persona que en ese momento pensaron que era él responde que se ha desorientado y que enseguida iba para casa. Pero nunca llegó.