Ocurrió el Día de San Valentín, cuando a través de Emergencias la Policía Nacional recibió un aviso de que una persona precisaba ayuda en un domicilio del casco antiguo de Lorca. Al lugar se movilizaron José Antonio y su compañero, que, al llegar, se encontraron con “una mujer muy alterada” tras descubrir a su compañero de piso “en un charco de sangre”.

José Antonio actuó rápidamente “gracias a la formación que recibimos en Ávila”, tiene claro, en referencia a la Academia de Policía. Esa formación “fue lo que me hizo actuar con más decisión”, estima. “Localicé las lesiones, presioné la hemorragia”, detalla el agente, de 30 años de edad y desde septiembre en prácticas en su tierra natal, Lorca.

“Utilicé la sábana y un desodorante para hacerle un torniquete”, rememora el policía, que también se preocupó de poner al herido en una posición lateral de seguridad, hasta que al piso llegaron los servicios sanitarios.

Apunta José Antonio que es la primera vez que se ve en una situación similar, aunque augura que no será la última, debido a su trabajo. No tuvo miedo alguno y actuar así “fue algo instintivo, sentí que tenía que ayudar a esa persona, tanto mi compañero como yo”.

En cuanto a la razón por la que el vecino se encontraba malherido, al parecer se trató de un accidente: rompió una puerta de cristal, con la mala fortuna de que algunos trozos de vidrio se le clavaron en la axila. El herido fue trasladado al Rafael Méndez de Lorca, donde, tal y como le comunicaron los servicios médicos al agente, fue sedado y la espera de ser operado. “No espero un agradecimiento, solo es la satisfacción del trabajo bien hecho”, sentencia José Antonio. 

Lo acontecido en Lorca, donde un policía salva la vida a una persona gracias a un torniquete, recuerda a la buena acción del también agente Miguel Zaragoza, que salvó a una mujer que perdió als piernas en un accidente de tráfico en Murcia. Para ello, empleó dos cinturones. Y, al igual que José Antonio, su vocación de entrega y servicio a los demás ante todo.