Dos jóvenes de origen rumano que asesinaron y robaron a un hombre de 63 años con antecedentes por pederastia en su domicilio de la avenida Peris y Valero de Valencia en diciembre de 2016 han sido condenados a 28 años de prisión para cada uno de ellos por los delitos de asesinato y robo con violencia, con la circunstancia agravante de abuso de superioridad.

Contra uno de ellos, Claudiu D. C., había una serie de vestigios biológicos que lo incriminaban directamente en el crimen, como ADN suyo y de la víctima en un preservativo usado o una huella de él impresa en la sangre del fallecido hallada en el mueble del lavabo. No obstante, la autoría del segundo procesado, Vasile C. B., fue más complicada de probar.

Finalmente la declaración del propio coacusado, avalada por la corroboración de varios testigos, ha resultado prueba de cargo suficiente contra el otro coautor del crimen. Según aclara el fallo, en su confesión, «aunque parcial e interesada cuando trata de exculparse del delito más grave» -el asesinato-, reconoce que estuvo en la casa de la víctima esa noche junto al otro procesado y que estando ambos dentro del inmueble se produjo el robo con violencia y la muerte de su morador.

Ha quedado probado que la noche del 7 de diciembre de 2016 ambos acusados entraron en el domicilio de Vicente S. R., detenido en los años 90 por su presunta participación en una de las mayores redes de producción y distribución de pornografía infantil desmantelada en España, después de que éste les abriera la puerta voluntariamente ya que conocía a Vasile C. B., de 19 años, de otros encuentros sexuales.

El propio acusado apuntó en la vista oral que tenía sexo con él a cambio de dinero desde los 15 años -es decir que Vicente comenzó a pagarle para que se prostituyera siendo éste todavía menor. Asimismo, aparecían fotos suyas en la agenda del fallecido y un amigo que habló con él el día en que se produjo su muerte afirmó que éste le contó que había quedado para hacer un trío.

La incriminación de uno de ellos, corroborada por los testigos, ha permitido condenar al autor del que no había pruebas de ADN.

Lo estrangularon tras una brutal paliza

Según los hechos declarados probados por el jurado, ambos acusados de común acuerdo golpearon reiteradamente al propietario para que les revelara dónde guardaba el dinero y los objetos de valor. Asimismo decidieron acabar con su vida para que no pudiera identificarles y lo estrangularon hasta fracturarle la laringe, colocándole posteriormente una bolsa de plástico en la cabeza.

Tras abandonar la vivienda, se dirigieron en coche a Alzira, donde esa misma madrugada intentaron extraer 600 euros en un cajero automático con la tarjeta que le habían sustraído al fallecido, aunque no pudieron porque éste solo tenía cuatro euros en la cuenta.

En el juicio los forenses y la policía cuestionaron la posibilidad de que una sola persona hubiera podido cometer tales hechos ante un hombre corpulento como era la víctima. Además, la policía científica halló en la casa dos pares de guantes y huellas de dos calzados distintos, lo que implicaría también la participación de dos autores en el asesinato.