Acababan de regresar de vacaciones y la abuela materna llegó a casa para saludarles y llevarse con ella al más pequeño, de unos tres años, fruto de una relación anterior de la mujer agredida. Fue el miércoles por la tarde y nada hacía presagiar que esa noche iba a cambiar el destino de una familia normal, que vive en un barrio de clase media en una ciudad tranquila y trabajadora como es Elda. Vecinos, amigos y familiares siguen conmocionados o «en estado de shock», como lo definió el alcalde, Rubén Alfaro, por los sucesos que habían acontecido en el número 26 de la Calle Quijote y que dejan, de momento, más incógnitas y preguntas que respuestas. En esas anda el Grupo de Homicidios y Judicial del Cuerpo Nacional de Policía en unas diligencias que siguen bajo secreto de sumario.

Esa noche, la del miércoles 30, Elda se acostó pensando en temas mundanos y se despertó el jueves 31 siendo portada en prácticamente todos los informativos nacionales después de que la vivienda, según el relato de la mujer y los datos recabados por este periódico a través de fuentes policiales, familiares, amistades y vecinos, hubiera sido asaltada por dos encapuchados que la agredieron, maniataron, amordazaron y cubrieron la cabeza con una bolsa para que no viera nada. Pero aquello no fue todo porque la primera persona que entró en el piso tras huir los asaltantes (el vecino del tercero que bajaba a la calle y le pareció escuchar un grito) encontró muerto en una habitación al otro pequeño de la familia. Tenía 8 años.

Daniel y Alejandra, dos separados que rehicieron sus vidas no han vuelto desde entonces a esa casa, que sigue encintada por la Policía Nacional. Él es un conocido preparador deportivo y desde hacía cuatro años padre de acogida permanente del niño fallecido. Ella, que sufre una discapacidad auditiva (aunque habla con normalidad y lee los labios), tiene un hijo de tres años fruto de una relación anterior un tanto complicada que no acabó demasiado bien. Pero Daniel y Alejandra habían iniciado una nueva etapa en sus vidas y estaban esperando un hijo. De hecho, ella está embarazada de unos cuatro meses. En el barrio, tras el suceso, quienes los conocen no se explican lo ocurrido.

Grabaciones

El relato de la mujer a los investigadores, las pruebas físicas recogidas en la vivienda, los testimonios de testigos presenciales o las grabaciones realizadas por las cámaras de los comercios y oficinas de la calle, son sólo una pequeña parte de la madeja que la Policía Nacional, siempre celosa de su trabajo, está tratando de resolver.

Y ésta es solo una parte del trabajo que incluye conocer por qué una familia buena y normal fue la elegida. Lo que ha trascendido de la declaración de la mujer, que primero lo hizo ante los agentes que acudieron al domicilio, más tarde en el Hospital donde fue atendida de las contusiones que presentaba y se constató que el bebé que espera estaba en perfecto estado y, a continuación, en la Comisaría de Elda-Petrer, no fueron concluyentes, lo que llevó el mismo jueves a realizar una reconstrucción en el inmueble en presencia de la comisión judicial. No habían pasado ni 24 horas de los hechos. Volver al piso tuvo que ser para ella un trago muy duro y amargo.

Según el relato de hechos que ha trascendido, Daniel se encontraba entrenando en la pista de atletismo de La Sismat mientras Alejandra y el menor que no se marchó con la abuela fueron asaltados por dos encapuchados que llevaban ropa oscura y cascos de motos. Pero se desconoce cómo pudieron franquear la puerta exterior del edificio porque no estaba forzada. Cuando la mujer salía los dos asaltantes estaban esperándola en el rellano y la introdujeron a golpes en el salón. El móvil del asalto no fue aparentemente el robo. Hay fuentes que apuntan a una posible venganza o un ajuste de cuentas en el que pudieron haber equivocado el objetivo. De ahí que la pareja recibiera en los últimos meses escritos anónimos intimidatorios y que la investigación se esté centrando ahora en su entorno más cercano. Además, la mujer dijo a los agentes haber visto durante el asalto unos destellos que asocia con que estaban haciendo fotografías. Imágenes que podrían ser utilizadas para extorsionar o coaccionar a terceras personas y conseguir un fin ilícito. Pero la víctima aprovechó un descuido -no se sabe en qué circunstancias- para coger su móvil y hacer una videollamada a su madre, que a su vez alertó a su actual pareja. Sin embargo fue descubierta y golpeada nuevamente. Daniel llegó antes que la Policía y sus gritos de ira y desesperación: «¡Lo han matado, lo han violado!» desgarraron al vecindario y dieron lugar a informaciones que la familia ha desmentido.

El niño apareció semidesnudo y con restos de vómito y sangre pero no presentaba signos externos de violencia. Fue una larga noche para el equipo forense y el comienzo de una pesadilla para una familia querida y respetada. La causa de la muerte es una incógnita. El pequeño sufría diversas patologías. Si éstas desencadenaron el óbito o no, o si el hecho de que sufriera una crisis repentina de epilepsia hizo que los asaltantes huyeran del piso, son cuestiones que están por resolver, como el objeto del violento asalto, que es la clave del caso. No obstante, la autopsia, que no ha sido concluyente, trabaja con la hipótesis de una muerte por asfixia. Nada más.

El Ayuntamiento de Elda decretó el jueves un día de duelo, con banderas a media asta, sin saber cómo encajar esta inquietante historia. Desde entonces, en el municipio no se habla de otra cosa, de una familia normal en mitad de una tragedia que nunca olvidará.