Los presuntos agresores, que se encuentran en la cárcel de Zuera (Zaragoza) desde que se produjeron los hechos, son Juan Antonio Invernón, natural de Hospitalet de Llobregat (Barcelona), Gema Benjamina Palomar, de Zaragoza, y José Alberto Burriel, también de la capital aragonesa, quienes en el momento de la agresión tenían 20, 18 y 23 años, respectivamente.

El Fiscal considera los hechos constitutivos de un delito de tentativa de homicidio por lo que solicita para cada uno 10 años y seis meses de prisión, mientras que la acusación particular eleva la pena a doce años y seis meses de cárcel.

Los hechos se produjeron en la madrugada del 25 de marzo de 2006 en la calle Pablo Iglesias de la capital aragonesa, y en la agresión también están implicados dos menores que ya han sido juzgados y condenados a seis años de internamiento en un centro de menores y a tres de libertad vigilada por un delito de asesinato en grado de tentativa, por el Juzgado de Menores número uno.

En el juicio, que se celebró hoy en la Audiencia Provincial, declararon los tres presuntos agresores, quienes coincidieron en explicar que el día de los hechos todos habían estado en casa de Gema bebiendo cerveza y que una vez se acabó bajaron a un bar cercano, donde bebieron una más hasta que el dueño del local los echó por tener "una ideología diferente", según Gema.

La joven reconoció que en aquel tiempo tenía una ideología nacionalsocialista, aunque dijo no simpatizar con los violentos, al igual que José Alberto y Juan Antonio, quienes tenían numerosos efectos relacionados con la ideología nacionalsocialista, como fotos, música o libros, entre otros.

En el relato de los hechos, los tres coincidieron en explicar que cuando salieron del bar, "enfadados, porque no habíamos hecho nada", dijo Gema, vieron a una chica de raza negra, identificada como Sandra, a quien al parecer uno de los menores le hizo burla.

Todos aseguraron que sí hicieron mención de perseguirla pero que finalmente cada uno siguió su camino, una versión diferente a la que facilitó la propia Sandra, quien dijo que la rodearon, empujaron, insultaron y tiraron del pelo, y que la siguieron hasta el portal de su casa, cuya puerta golpearon.

Tras este incidente, los cinco llegaron caminando a la calle Pablo Iglesias, donde se encontraron con la víctima, Ramón Redondo, un joven que entonces tenía 29 años, quien en su declaración afirmó que, con una "estética amenazadora", le hicieron un "pasillo" para que pasara.

Reconoció no recordar la cara de ninguno, ya que era de noche y la calle estaba poco iluminada, y que recibió golpes "por todos los lados", lo que no pudo evitar porque "no podía moverse", aunque finalmente pudo huir hasta la calle María Zambrano para pedir ayuda.

Un joven le ayudó y la policía pudo detener a los presuntos agresores pocos minutos después.

En el juicio declararon dos forenses, quienes explicaron que el joven, nacido en San Sebastián, sufrió una herida muy peligrosa en una de las meninges, un órgano vital que podría comprometer la vida en caso de no recibir el tratamiento adecuado en el momento.

Respecto a las secuelas, explicaron que aún sufre síndrome postconmocional, cefaleas, sensación de vértigo y una cicatriz, entre otras.