MOVILIDAD SOSTENIBLE

La odisea de convencer a tus vecinos para dejar la bici en la comunidad: "Recibí amenazas"

La falta de aparcamiento y el miedo a los robos son dos de los principales inconvenientes para coger la bicicleta, por eso algunos usuarios buscan instalar aparcabicis en sus comunidades

Marcos Martínez instaló cinco aparcabicis en su plaza de garaje

Marcos Martínez instaló cinco aparcabicis en su plaza de garaje / / Alba Vigaray

Analía Plaza

Madrid

Marcos Martínez vive en Madrid y ha conseguido lo imposible: instalar un aparcabicis en su comunidad de vecinos. Para ello ha tenido que poner unos 700 euros de su bolsillo y aguantar amenazas, pero superados los obstáculos cuenta orgulloso cómo cuatro meses después de inaugurarlo ya hay cinco bicicletas candadas.

"Muchos me dijeron que era buena idea", dice. El camino no fue fácil. "Cuando ocupas el espacio con una bicicleta, a la gente se le activan todas las alarmas. Yo me las he visto con algunas personas y es complicado convencerles. Si fuera otra cosa no habría problema: por ejemplo, tengo una vecina que deja la basura fuera y no pasa nada. La bicicleta parece un objeto mortal, de combustión".

La historia de Martínez es la única de éxito que conocen en el colectivo ciclista En Bici por Madrid, donde hace tiempo recopilaron las diferentes opciones para llevar a cabo semejante gesta.

"Muchos lo han intentado y ninguno lo ha logrado", comenta resignado Iván Villarrubia, uno de sus integrantes. Tal y como escribió entonces, "los últimos cambios normativos han facilitado la instalación de rampas, ascensores y hasta enchufes para coches eléctricos en las comunidades. Pero nada se dice sobre los espacios de bicis. No se mencionan, no se les apoya, ni siquiera hay obligación en vivienda nueva".

El porcentaje de españoles que usa la bicicleta habitualmente se ha disparado en los últimos años, pasando del 13% en 2008 al 33% en 2022, según los datos del último Barómetro de la Bicicleta. En el marco de una campaña para impulsar el transporte público, el Gobierno anunció la semana pasada veinte millones en subvenciones para que particulares y empresas compren bicicletas eléctricas. Programas similares han sido un éxito en comunidades como Madrid y Galicia, razón por la cual la patronal del sector venía pidiendo un plan estatal (más ambicioso: de entre ochenta y cien millones).

Pero no disponer de bicicleta no es lo que frena a los españoles a usarla, porque el 65% de la población entre 14 y 70 años tiene una. O prefieren otros medios de transporte, o no les hace falta... o creen que es difícil. Los principales inconvenientes para usar la bici son, según el citado barómetro, el peligro, el tráfico rodado, la ausencia de carriles bici y aparcamiento y los robos.

Para los ciclistas habituales, el riesgo a que se la roben y la falta de aparcamiento son dos de las cuatro dificultades más citadas. En ciudades como Barcelona, Sevilla y Valencia los robos de bicicletas son la segunda dificultad más mencionada.

"En principal motivo por el que la gente coge un medio de transporte es porque es fácil y conveniente", dice Martínez, que trabaja como asesor de movilidad. Por eso se tomó tan en serio lo de instalar el aparcabicis en su comunidad, especialmente después de que el Ayuntamiento de Madrid ignorara sus peticiones de poner uno cerca de su casa en San Isidro, Carabanchel.

"Me mudé en 2019. Pedí que instalaran un aparcabicis pero me dijeron que no había dinero. Si después de cuatro años pidiéndolo sigue sin haber dinero, entiendo que más bien es que no les da la gana", recuerda. "Así que al final decidí hacerlo yo".

Lo primero que hizo fue proponer a sus vecinos la instalación en el gran patio común que comparten. "Son varios edificios que dan al mismo patio, que se usa para aparcar coches. Ahí ya recibí violencia y agresividad: primero, porque pedía que se pagara entre todos; segundo, por la bicicleta como concepto", continúa. "Dije: vale, pues si no se puede hacer en la zona común, taladro al suelo y lo hago en mi plaza de garaje".

La administradora de la finca sembró dudas sobre su idea. "Les daba miedo que el seguro de responsabilidad de civil no cubriese los daños que pudieran causar las bicicletas", recuerda entre risas. "Pero las pólizas se pueden actualizar. También me hablaron de la posibilidad de poner un sistema de apertura de garaje incompatible con la bicicleta". Pese a todo, Martínez siguió adelante. "Compré cinco barras, contraté trabajadores y cuando estaban instaladas puse un cartel con mi teléfono para invitar a los vecinos a aparcar su bici". No les cobra nada por ello, solo pide que se hagan socios de ConBici para tener un seguro de responsabilidad civil y que anclen la bicicleta para que no sea fácil robarla.

Los aparcabicis en el garaje de Marcos Martínez

Los aparcabicis en el garaje de Marcos Martínez / / Alba Vigaray

Cuando algunos de sus vecinos protestaron, él contestó con fotografías de los anclajes que otros tenían para evitar que aparquen otros coches e incluso de plazas en las que la gente guarda sofás. "Sus amenazas no tenían base, pero es que la bicicleta causa muchas ampollas", reconoce. "Yo en mi plaza de garaje puedo hacer lo que quiera siempre que no la cierre, el problema es que no está regulado. Para instalar un cargador de vehículo eléctrico no tienes ni que pedir permiso, solo comunicarlo [gracias a una modificación de la Ley de Propiedad Horizontal en 2009]. Si dices que vas a convertir una plaza de coche en aparcamiento para bicicletas, la gente cortocircuita".

Convencer al 60% de los vecinos

De algún modo, y gracias a tener en propiedad una plaza de garaje que hasta entonces alquilaba, Martínez hackeó el sistema. Si esta opción no es viable, la fórmula para poner un aparcabicis comunitario pasa por convencer a tres quintas partes de los propietarios. Como el principal problema suele ser el dinero, el truco está en proponer que solo paguen la instalación los interesados. Pero ni con esas se consigue.

Carla, vecina del norte de Madrid, siguió paso a paso las instrucciones anteriores —las que proporciona En Bici por Madrid— para instalar un aparcamiento en un cuarto que nadie usaba.

"En casa tenemos varias bicicletas. Las de mis hijos son cada vez más grandes y la de mi marido es de buena calidad, por eso prefiere no dejarla en el garaje", dice. "En la comunidad hay un cuarto vacío. Es un espacio infrautilizado. Se me ocurrió proponerlo porque era un win-win: solo pagamos los que vayamos a usarlo. Y aunque no lo uses, un aparcabicis aumenta el valor de tu piso. Los vecinos de mi edad, nacidos en los 70 y 80, lo veían bien. Es algo que beneficia a unos sin perjudicar a otros... A priori, me parecía muy fácil de conseguir".

Al cuarto en cuestión se accede a través de una primera puerta en la que hay un pasillo con otras dos puertas: la de la casa del conserje y la del cuarto de la electricidad. Carla preparó un presupuesto, acudió con todos sus argumentos a la junta y se llevó el gran chasco. "Salió que no. Fue muy desagradable", recuerda. "Un comentario fue: 'a mí lo que me preocupa es el descanso y el bienestar del conserje'", dice. "El otro argumento era que la llave del cuarto de la electricidad era especial. A mí el sentido común me decía que solo íbamos a necesitar la llave de la primera puerta y del cuarto de las bicis. En cualquier caso, vi que la idea no cuajaba".

Con la historia de Carla, que siguió de cerca, Villarrubia asegura que tiró la toalla. "La única viabilidad que veo ahora es que sea subproducto de un control de acceso al garaje y que además se financie por los propios usuarios para que el resto no se quejen".

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