LA VIDA CONTIGO

Amigos y familiares sí, políticos e ‘influencers’ no: ¿en quién confían los españoles?

Un estudio revela que la mayoría de las personas buscan ayuda y comprensión en su círculo más cercano | La clase política y los creadores de contenidos en redes sociales generan dudas e incomprensión | Los especialistas señalan que esto puede desembocar en peligros para la sociedad como la indecisión y la polarización de los votos en las elecciones

La confianza es uno de los valores más importante en nuestra sociedad.

La confianza es uno de los valores más importante en nuestra sociedad. / NACHO GARCÍA

Marta Alberca | Nacho García

La confianza es una de las cuestiones más complejas del ser humano. Creer en uno mismo nos hace libres. Sin embargo, depositarla en otra persona nos provoca (en muchas ocasiones) todo lo contrario: miedo, inseguridad y dudas. Aun así, no podemos desprendernos de ella. De hecho, el escritor y conferenciante estadounidense Stephen Covey la definía como “el pegamento de la vida, el principio que sostiene las relaciones sociales. Pero, ¿en quiénes confiamos los españoles? ¿Por qué anteponemos a nuestra familia y amigos a los sanitarios, científicos, políticosinfluencers?

Estas cuestiones son las se plantean en el “Estudio de opinión pública: Confianza en la Sociedad Español” elaborado por la Fundación BBVA, en el que han participado 4.000 personas. Uno de los datos más reseñables es que la mayoría de los encuestados otorgaban a los círculos más cercanos como los familiares y amigos los niveles más altos (media de 8,9 y 8,2, respectivamente en una escala de 0 a 10). El motivo principal se debe a una cuestión de hábito y costumbre, tal y como explica en EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, del grupo Prensa Ibérica, Carmen Quesada, psicóloga sanitaria y experta en coaching por el Colegio Oficial de la Psicología de Madrid. “Con nuestros seres más cercanos compartimos lo cotidiano y esto nos hace sentir que pertenecemos a un grupo, y que nos quieren y nos cuidan”, señala.

Los datos demuestran que, a pesar de vivir en una sociedad cada vez más individualizada, la mayoría de los humanos seguimos necesitando tener cerca a nuestros seres queridos. De hecho, según este mismo estudio, más del 60% de la población se comunica diariamente con familiares y amigos y más del 90% semanalmente. El canal más extendido para esta comunicación es el envío de mensajes o chats mediante WhatsApp o redes sociales. Además, el 63% de la población ve personalmente a sus familiares semanalmente y el 62% a sus amigos.

Pero, ¿qué ocurre con aquellas personas cuya familia o amigos no son un apoyo? “Cuando se quiebra esta confianza se pierde uno de los elementos que nos ancla a lo que es verdaderamente importante”, apunta Quesada. En estos casos, la solución pasa por buscar nuevos vínculos. Es ahí, cuando aparecen otros agentes sociales como los compañeros de trabajo o estudio (7,1 de nivel de confianza), o la figura de un jefe o profesor (6,8).

Confiamos en los sanitarios pero no en los políticos

Más allá de la confianza personal, una de las cuestiones fundamentales para construir una sociedad es la seguridad que tienen en las instituciones públicas y agentes sociales. La sanidad pública se coloca como la institución que recibe la mayor confianza de los españoles: el 50% les otorga las puntuaciones de máxima confianza, entre 8 y 10, y el 88% la puntúa con 5 o más puntos.

Destacan también los altos niveles de confianza obtenidos por las instituciones y grupos profesionales garantes del Estado de derecho (policía, ejército, los tribunales de Justicia y el Tribunal Constitucional). En la cara b están los partidos políticos, en los que solo confían el 28% de las personas encuestadas. De hecho, en la estadística que diferencia entre grupos sociales, los políticos también son de los que peores resultado presentan con un nivel de 2,9 sobre 10. Solo por debajo están los influencers y youtubers con un 2,4.

Tal y como señala en EL PERIÓDICO DE ESPAÑA María Goenaga, profesora de Sociología, Opinión Pública y Comunicación Política en la Universidad Complutense de Madrid, esto se debe al contexto de crisis económica y a la polarización de la sociedad. “Es un riesgo democrático porque el hecho de que la ciudadanía no crea en sus representantes puede llevar a una desafección política y al alejamiento de la sociedad”, explica.

Esto, a su vez, supone un riesgo principal pues, a mayor desconfianza, menor participación en las urnas. “No sé si puede provocar absentismo en las elecciones o más bien polarización en el voto, y eso es peligroso”, apunta la especialista. Porque esto supone, a su vez, un riesgo para la estabilidad parlamentaria. De hecho, explica que esto tiene consecuencias directas como por ejemplo que el nivel de indecisión es cada vez más alto, y a su vez esto provoca que los votos se decidan a última hora.

Es una situación que viene repitiéndose durante los últimos años. "La crisis de 2008 supuso un punto de inflexión porque hay informes internacionales que demuestran como hay una relación entre la satisfacción democrática y la situación económica”, explica Goenga. Según el Barómetro del CIS, el dato más bajo de confianza en la clase política se registró en el año 2013 cuando la cuota bajó al 25%. Una fecha que no es para nada casual ya que ese año salieron a la luz diferentes casos de corrupción involucrando a alcaldes, consejeros, partidos políticos, hasta a la Casa Real en procesos judiciales por abuso de poder. Según el informe de la Fundación BBVA, nueve de cada diez ciudadanos consideran que la corrupción está muy o bastante extendida entre los políticos. Por el contrario, la mayoría cree la corrupción está poco o nada extendida entre jueces, policías y, menos aún, entre científicos y médicos.

Estas situaciones provocan en la ciudadanía una mezcla de sentimientos, en los que tiene mayor relevancia el hecho de sentir que la clase política les ha fallado. "Uno siente que les falta compromiso con lo que de verdad importa en la calle, no nos sentimos todo lo cuidados que nos merecemos y creemos que somos un número”, argumenta Carmen Quesada. Pero esto va más allá, porque incluso se les cuestiona temas de competencia, y esto provoca un problema social: “Hay una quiebra entre lo que esperábamos y lo que realmente es. Tenemos depositados en ellos una confianza que no llega”.

Las bases de la confianza

Pero, ¿existe una receta mágica para la confianza? ¿se puede confiar en quién ya nos ha fallado? A veces resulta complicado hablar de las segundas oportunidades. Es más, hay quiénes no creen en ellas, pero también quiénes sí. Según Quesada, la última opción es la más adecuada, “si alguien ha faltado a esa confianza hay que intentar entender por qué lo ha hecho, y para ello es fundamental que exista la comunicación, que se hablen las cosas”, sentencia.

De hecho, el atributo más importante señalado por los encuestados para confiar en alguien es la verdad, (que diga la verdad, que cumpla con las promesas, que actúe de manera ética). La edad aparece como un factor de la confiabilidad de una persona, con una mayoría de los españoles que cree que se puede confiar más en la gente mayor que en la gente joven.

Por el contrario, es mayoritaria la visión de que la raza o el grupo étnico son indistintos a la hora de confiar en alguien. Para la mitad de la población, ni el sexo ni las creencias religiosas resultan tampoco importantes.