Más de 50 millones de personas son víctimas de lo que la ONU considera 'esclavitud moderna', es decir, con cadenas invisibles asociadas a trabajos forzados o a matrimonios no deseados que se extienden no sólo en países pobres.

El Informe sobre Esclavitud Moderna, elaborado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), estima que 28 millones de personas viven como esclavos laborales y unos 22 millones sufren matrimonios forzados.

En 2016, la estimación global era de apenas diez millones, lo que evidencia hasta qué punto la explotación se ha generalizado. Los expertos han insistido en que las mujeres y los niños son especialmente vulnerables.

La esclavitud moderna, sin embargo, no entiende de datos macroeconómicos, ya que más de la mitad de los trabajos forzados y una cuarta parte de los matrimonios corresponden a países que al menos tienen una renta media.

En el caso de los trabajos forzados, la amplia mayoría, un 86 por ciento, corresponden al sector privado, mientras que sólo la explotación sexual representa ya el 23 por ciento del total. Entre las víctimas, hay 3,3 millones de menores de edad, principalmente niñas.

Las mujeres son también las principales víctimas de los matrimonios forzados, una lacra que la propia ONU admite como inabarcable en cuanto a datos ya que los 22 millones recogidos en el último informe no incluyen todos los casos de bodas infantiles.

Más del 85 por ciento de los casos derivan de la presión familiar y casi dos terceras partes se circunscriben a la región de Asia-Pacífico. En los países árabes la prevalencia de matrimonios forzados ronda los 4,8 por cada mil.

El director general de la OIM, António Vitorino, ha apelado a la "urgencia" de garantizar, por ejemplo, que la migración sea "segura, ordenada y regular". No en vano, los migrantes tienen tres veces más posibilidades de sufrir esta variable moderna de la esclavitud.

Para el director de la OIT, Guy Rider, es "impactante" que la situación no mejore, a pesar de la teórica concienciación global. Por ello, ha reclamado "políticas y normativas nacionales efectivas", pero también ha señalado que "los gobiernos no pueden hacer esto solos" y requieren del concurso de todas las partes, incluidos sindicatos y empresarios.