Diego Arroyo se llevó una gran sorpresa cuando escuchó en la televisión al presidente Pedro Sánchez mencionar la palabra PCR, una técnica que él lleva empleando 30 años para detectar toda clase de enfermedades de base genética e infecciosa, pero que, hasta el estallido de la pandemia, era desconocida para la mayoría de la población. Arroyo es doctor en Bioquímica y Biología molecular y presidente de la Sociedad Española de Diagnóstico Molecular. Además, es el director general de Progenie molecular, una empresa dedicada actualmente a la fabricación de productos para la detección de la covid-19, patógenos y mutaciones en el ADN mediante PCR.

¿En que están trabajando actualmente desde su empresa?

Estas últimas semanas hemos desarrollado un sistema para la detección del virus de la viruela del mono y, además, continuamos con nuestro trabajo habitual de desarrollar sistemas de diagnóstico para detectar las enfermedades precozmente y de una forma sensible. 

¿Cuál es su balance general sobre la gestión de la pandemia? 

Yo no hubiese querido estar en la piel de los que han tomado las decisiones. Creo que era un trabajo muy difícil. La gestión se podría haber hecho mejor pero, con la información que había, algunas cosas se hicieron razonadamente bien. Ahora, sabemos que un confinamiento radical como el que se hizo, posiblemente, no fuese necesario. Al igual que sabemos que hubo información que no se dio correctamente y que era excesivamente optimista, como que terminaría la pandemia en julio de 2020. En los entornos científicos se sabía que el virus ni mucho menos estaba atajado, sino contenido. También se transmitió la idea errónea de que se podría eliminar el virus con la vacuna, cuando eso es muy difícil por el tipo de virus que es. 

¿Estamos condenados entonces a vivir con este virus?

Si no aparece una vacuna que tenga capacidad de neutralización absoluta contra el virus, que dudo que salga, y no se la acompaña de otras medidas de contención, el virus no creo que se vaya a ir. Habrá que convivir con él. 

¿Y cómo evalúa la estrategia de vacunación? 

La vacunación fue justamente una de las cosas que se realizó de una manera impecable. Se vacunó a muchísima gente en muy poco tiempo, y es lo que ha conseguido que la letalidad del virus, que se situaba en torno al 2% en 2020, se haya situado en una letalidad residual, muy por debajo del 0.1%. Lo único que yo lamento respecto al proceso de vacunación es que no hubiera ninguna empresa española.

¿Cree que se aprovecharon adecuadamente los momentos de baja incidencia para reforzar el diagnóstico y prevenir futuras olas? 

Se podrían haber aprovechado mejor. En los que hubo un valle entre olas, era el momento de tomar medidas para impedir que se generase una siguiente, pero, en su lugar, se relajaban las que estaban. Las medidas se han tomado de forma reactiva y no de forma preventiva, lo que ha generado nuevos picos, como ahora. Sin ninguna duda, el próximo otoño invierno va a haber una nueva ola. No sé de qué impacto, ni qué mortalidad va a generar, pero se producirá seguro, especialmente teniendo en cuenta que se retoma la actividad académica, lo que significa que muchos niños y estudiantes universitarios se vuelven a juntar en espacios cerrados. 

¿Considera que es pronto para quitar, por ejemplo, las mascarillas en los transportes?

Yo creo que deberíamos mantener determinadas medidas, que no paralizan la actividad económica ni afectan a la vida cotidiana de una manera grave, si lo que queremos es atajar un nuevo pico del virus. Yo, sobre todo, establecería medidas de ventilación que son más importantes que las mascarillas. Estar en un lugar bien ventilado es casi una garantía de que no se va a producir una transmisión. A veces medidas tan sencillas, como, por ejemplo, la obligatoriedad de que una persona que tiene un resultado positivo use una mascarilla, puede ser tal vez suficiente para prevenirlo.

¿Le preocupa que continúen las variantes del virus y que puedan llegar incluso a eludir a la vacuna?

Sin duda es algo que nos preocupa a todos. El hecho de que el virus se haya dispersado de esta forma, y que varios millones de personas en estos momentos sean portadores, da una oportunidad al virus de generar variantes, que son muy peligrosas porque no sabemos qué nos pueden deparar. De hecho, es más preocupante un virus que al principio de su fase de infección sea relativamente asintomático, pero que luego genere un cuadro sintomático grave, como por ejemplo el VIH, porque deja un tiempo para que las personas contagiadas estén pululando y transmitiendo el virus.

¿Hay alguna manera de evitarlas o de prevenirnos de ellas?

Un virus de RNA, como este o la gripe, genera variantes de manera natural, es imposible por tanto evitarlo. La única manera de evitar que un virus genere variantes es impedir que se expanda. Por lo tanto, si no queremos que el virus en un momento dado pueda generar una variante más letal, se deberían diseñar antivirales o una vacuna que sea neutralizante para que el virus quede completamente eliminado. Pero ambas cosas van a ser muy difíciles. 

¿Cuáles son los principales retos a los que nos enfrentamos ahora?

A parte de la Covid-19, lo que tenemos que tener claro es que esta situación se va a volver a repetir, con coronavirus o con cualquier otro virus o incluso bacteria. Por lo tanto, lo que tenemos que tener es una actitud de escuchar a la ciencia y establecer sistemas de contención rápidos, que tienen que funcionar mejor que los de hasta ahora, para que las pandemias no le cueste la vida o la salud a millones de persones 

¿Y estamos preparados para ello?

Empezamos a estar concienciados. El hecho de que se haya producido una pandemia tan grave, con tantos millones de fallecidos, nos ha puesto en sobre aviso y la gente tiene en la cabeza lo que puede pasar. Pero tenemos que tener claro que esto no es una situación puntual, y que es cuestión de tiempo que vuelva a pasar, puede ser el año que viene o dentro de un siglo, pero va a volver a pasar y tenemos que estar listos para atajarlo. Para ello, es también necesario que los científicos no vivamos al margen de la sociedad. Debemos saber comunicar lo que hacemos y contribuir a que haya una cultura científica mucho más alta de la que tenemos ahora.