La cultura sidrera, esencia patrimonial del Principado de Asturias con más de 2.000 años de antigüedad, mantiene viva una tradición ancestral y hereditaria que diferencia a los asturianos, que socializan a través de la liturgia de un vaso escanciado, y que ha sobrevivido con éxito a la actual sociedad de consumo, según han argumentado diferentes expertos a Efe.

El Consejo de Patrimonio Histórico acaba de decidir que la cultura sidrera asturiana sea la candidatura oficial a Patrimonio Cultural Inmaterial que España presentará ante la Unesco en marzo de 2022, lo que situaría a Asturias como la capital mundial de la sidra.

Asturias busca con esta distinción posicionar la característica bebida tradicional elaborada a partir de la manzana dentro del escaparate gastronómico mundial y aprovechar este tirón para fomentar el turismo hacia una región cada vez más visible y más demandada, y fortalecer la protección de una producción y de un patrimonio del que emanan reuniones sociales y culinarias como las que fomenta la espicha.

"Por supuesto que sería un espaldarazo definitivo, el reconocimiento internacional de la importancia que tiene la sidra en nuestra cultura, no por que se produzca mucha sino porque ha generado en torno a sí una cultura propia que es algo que no es muy frecuente en otras zonas productoras del mundo", ha declarado a Efe el director general de Cultura y Patrimonio del Principado, Pablo León.

Un merecimiento que está avalado por al menos 2.000 años de tradición sidrera documentada, la más antigua del mundo, y por un rito como el escanciado de "un culete" de una bebida que suele tomarse en compañía, que genera amistad, que socializa, un reconocimiento claro de la forma de ser de los asturianos, abiertos y hospitalarios.

Una identitaria cultura milenaria que se mantiene viva, firme en sus tradiciones y con rasgos diferenciadores que se han ido adaptando a las diversas coyunturas, sin recurrir a ningún mecanismo artificial.

Una evolución, ésta, que ha sido destacada por el director de la Cátedra Universitaria de la Sidra de Asturias de la Universidad de Oviedo, Luis Benito García, que resalta que la sidra, producida en un entorno familiar, "ha sobrevivido con éxito a toda una serie de difíciles embates originados por la cultura del consumo que ha arrasado con la mayor parte de los productos tradicionales".

"Una tradición sidrera que se ha conservado manteniendo usos tradicionales, con variedades de manzana autóctonas y un consumo que tiene una serie de ritos, como el escanciado, que la hacen única", ha declarado el presidente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Sidra de Asturias, Guillermo Guisasola.

Una denominación de origen que engloba a 34 lagares y a 358 cosecheros que cuentan con cerca de mil hectáreas donde se elabora sidra con unos 7 millones de kilos de manzana de las 76 variedades autorizadas.

Asturias registra el mayor consumo de sidra por persona del mundo y "un grado de identificación con el producto que explica que sea una cultura tan viva", según ha subrayado el catedrático García, promotor de esta candidatura.

Por su parte, Fran Ordoñez, del llagar Viuda de Angelón, ha remarcado que la sidra, "una bebida muy saludable, es la seña de identidad de los asturianos que nace de prácticas ancestrales a través de una transmisión milenaria de padres a hijos y que destaca por su liturgia y al arte del escanciado".

El calendario para ser patrimonio inmaterial de la humanidad requiere diversos procesos selectivos y auditorias de la cultura sidrera que podrían posibilitar su reconocimiento internacional en la reunión anual que la Unesco celebrará en noviembre de 2023.