Coincidiendo con la ducha semanal vespertina de los sábados (¡qué cosas!) los niños de finales de los sesenta veíamos una de esas series televisivas que nunca abandonarían nuestra memoria de seres hechos a base de tebeos y televisión: Viaje al fondo del mar. Con el almirante Nelson y el capitán que no recuerdo como se llamaba en la serie (Lee Crane, aunque lo he mirado en Internet), pero que traía locas a todas mis amigas. 

Con un periscopio y poco más, supieron hacernos vivir un montón de aventuras que nos entusiasmaban a toda la chiquillería. Y aquel Submarino atómico Sibiu (luego me enteré de que en realidad se llamaba Seaview, pero para todos fue siempre el Sibiu), que hacía ese ruido tan característico al navegar, un sonido que ya nos ponía en tensión por sí solo, supieron hacer una serie de ciencia ficción. Sin nada más. Solo imaginación. 

Supongo que para un niño de hoy resultaría ahora tediosa. Pero entonces era abrirnos la ventana a un mundo pleno de fantasía.