Horizontes de grandeza (William Wyler, 1959), contiene todos esos elementos que tenían los western más clásicos para hacer que la chiquillería vibrase hace décadas en las butacas.

Pero también las suficientes cualidades intrínsecas para halagar el paladar cinéfilo más exigente.

Un director conocedor de su oficio como pocos, una historia potente y de caracteres épicos (¿o habría que decir homéricos?), personajes con auténtica encarnadura, una música capaz de evocar el viejo Oeste por sí sola... pero también la lucha del elegantes Este contra el rudo y viejo Oeste, el refinamiento contra el apego a la tradición, el bombín frente al sombrero de ala ancha, la brújula frente al colt.

Todo encarnado en dos personajes antagónicos magníficamente interpretados por Gregory Peck y Charlton Heston. Dos formas de vivir y de pensar que desembocan en esa pelea de titanes en plena noche americana entre el atildado Peck y el tosco Heston.

Technicolor y cinemascope para mostrar esos anchos horizontes, amores y desencuentros, vaqueros y malhechores, lealtad a prueba de bombas, enormes praderas, reses en busca de agua, y esa lección final del personaje de Peck: «No pienso pasarme la vida demostrando mi valentía».