La ventana del piso en el que residió María durante el confinamiento tenía vistas al tanatorio de Móstoles, en Madrid. Vivía sola y recuerda con nitidez las primeras semanas de la pandemia. “Mientras teletrabajaba, observaba cómo llegaban seis o siete coches fúnebres cada día. Hasta ese momento no había visto ninguno. Aquello me entristecía mucho más que mirar los datos del número de muertos por coronavirus”, dice esta madrileña de 44 años. Cada mañana, tenía por costumbre ver el número de fallecidos en España y en el mundo, y no se perdía las comparecencias de Pedro Sánchez, Fernando Simón y Salvador Illa. Hasta que llegaron las vacaciones de verano. “Ya no miro los datos todos los días. Estoy más relajada”, confiesa.

Algo parecido le ha pasado a Carlos, de 37 años. También vive solo, en un piso de alquiler situado en el barrio madrileño de Chamberí, y lleva teletrabajando desde marzo. Es un lector avezado de periódicos y le gusta tener la radio de fondo, pero reconoce que después de las dos primeras semanas del confinamiento tuvo que establecer periodos de desconexión para no estar en tensión permanente. “Había un bombardeo constante de información, y no solo por parte de los medios de comunicación. Me llegaban muchas noticias al móvil con titulares tremendistas que me generaban estrés y que probablemente las enviaban personas que ni las habían leído”, cuenta. Sigue pendiente de las conversaciones por WhatsApp sobre el coronavirus, pero dice que que varían en función de los datos. “Ahora se habla más o menos dependiendo del número de contagios y, sobre todo, en función de las restricciones”. 

Fernando Simón durante una rueda de prensa junto con el exministro de Sanidad, Salvador Illa. EFE

Las experiencias de Carlos y María se podrían extrapolar a muchos ciudadanos que sufren la infodemia, es decir, una situación de exceso de información rigurosa o falsa acerca de un tema -en este caso, de la pandemia-. Este neologismo se popularizó cuando el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, dijo lo siguiente en una conferencia celebrada en Munich el 15 de febrero de 2020: "No estamos luchando contra una epidemia; luchamos contra la infodemia". El tono de preocupación que denotaban las palabras de Adhanom era con motivo de lo rápido que se empezaban a difundir las fake news (noticias falsas en su traducción al castellano) sobre el nuevo virus.

Desde entonces, la publicación de noticias sobre la covid-19 ha sido ingente, así como el consumo de las mismas, y los bulos sobre el virus campan a sus anchas. En cierto modo, el interés por la informacion sobre el SARS-Cov-2 ha ido por oleadas, al igual que la pandemia. 

El confinamiento: cuando más nos informamos

“Durante los meses de marzo y abril de 2020, el consumo de noticias en España se disparó. El coronavirus era una novedad, una historia de vida o muerte que no habíamos visto en décadas, lo que acrecentó nuestro interés por la información”, subraya Eduardo Suárez, director de comunicación del Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo de la Universidad de Oxford.

Según datos de Comscore, el medidor de audiencias digitales de referencia hasta el año pasado, los diez periódicos nacionales más leídos en internet en España durante 2020 tuvieron (en promedio) sus mejores cifras en número de lectores durante el confinamiento domiciliario. Si en España hay cerca de 47 millones de habitantes, más de 21 millones de usuarios accedieron en marzo, abril y mayo a la web de alguno de estos periódicos, dos millones por encima de la media mensual anual del año pasado. 

Una mujer teletrabaja durante el confinamiento domiciliario. ENRIC FONTCUBERTA (EFE)

“También creció mucho la confianza en los medios de comunicación. Se situó en torno al 51%, lo que es curioso porque veníamos de porcentajes de alrededor del 30% ya que la confianza en políticos y medios suelen ir de la mano al percibirse, entre otras cosas, como parte de una élite”, apunta Suárez a propósito del sondeo que realizó el Instituto Reuters a finales de marzo y principios de abril de 2020 para entender cómo se informaban en aquel momento ciudadanos de Alemania, Argentina, Corea del Sur, España, los Estados Unidos y el Reino Unido.

El informe también arroja cómo la mayoría de los encuestados de estos países accedió a las noticias a través de la televisión, medios online y de las redes sociales. En España, abril y marzo fueron los meses con más consumo de televisión en abierto desde 1992 -el primer año en el que hay registros-, según según datos de la Unión de Televisiones Comerciales en Abierto (UTECA) y la consultora Barlovento Comunicación. Si en 2020 una media 31,2 millones de españoles encendieron la televisión al menos una vez al día, el domingo 15 de marzo 35,2 millones de espectadores se sentaron frente al televisor durante al menos un minuto, lo que supone la mayor cifra registrada hasta el momento. El sábado 14, una media de 18 milloness de espectadores vieron por diferentes canales la comparecencia del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciando las medidas del primer estado de alarma. Además, los cinco primeros puestos de los programas más vistos del primer fin de semana del confinamiento domiciliario lo coparon los telediarios.

Por otro lado, más de la mitad de las personas que respondieron al sondeo del Instituto Reuters afirmaron que los medios de comunicación les habían ayudado a comprender la pandemia. Al comienzo de la la crisis del coronavirus, el reto de los medios fue entender y saber explicar cómo se transmite el Sars-Cov-2 y sus efectos en la salud. El 14 de marzo, un artículo publicado por The Washington Post llegó a millones de móviles. Se compartió de forma masiva porque conseguía explicar cómo se propagaba el virus a través de simulaciones gráficas y cómo el distanciamiento social era la medida más eficaz para evitarlo. El diario americano ofreció la información de forma gratuita, la tradujo a 13 idiomas y es una de las piezas más leídas de su historia.

En el artículo del Post aparecía un gráfico con casos de contagios en Estados Unidos y ya se empezaba a hablar de la curva. En los periódicos españoles también comenzaron a aparecer gráficos sobre el número de contagios y de fallecidos por países. Hoy, estos datos afloran en cualquier conversación cotidiana, pero al principio todo era incertidumbre y desconocimiento. “Los datos están en el centro de la pandemia. Se requieren cifras porque es exponencial y son matemáticas puras”, afirma Kiko Llaneras, ingeniero y analista de datos del diario El País. “De marzo a junio el interés por la covid-19 en general y por los datos fue bestial. Nunca había vivido una demanda de información a ese nivel, pero es fácil de explicar esta atención: es un tema importante, interesante y crucial porque afecta a la vida de la gente”.

Imagen de la redacción de 'El Periódico' en una de las jornadas de trabajo durante la pandemia. Elisenda Pons

“La ciudadanía pedía que le llegasen datos bien explicados, analizados y filtrados de posibles bulos y de posibles intereses políticos. Claro, se preguntaban por qué hace tres días estaban en la calle y, de repente, se tenían que encerrar en casa”, dice Gemma Robles, directora adjunta de El Periódico. Como ha pasado en la mayoría de los medios, la redacción del diario del grupo Prensa Ibérica se trasladó a las casas de los periodistas. Robles recuerda con orgullo cómo consiguieron sacar adelante el día a día, y enfatiza: “Como servicio esencial teníamos que dar respuesta a esa demanda de noticias por parte de nuestro lector, mediando con las autoridades que tenían la información y conectando con el mundo sanitario y de la ciencia”.

Tsunami de bulos

Así como hubo una primera gran ola de noticias durante el confinamiento domiciliario, con los bulos y las notificas falsas sobre el coronavirus pasó algo parecido. El miedo al virus y la escasa información sobre sobre el mismo fueron un caldo de cultivo perfecto para la explosión de las fake news y las mentiras. “La semana previa al confinamiento ya empezamos a ver bastante desinformación y desconocimiento sobre el virus, pero la locura fue a partir del 14 de marzo. Todo el mundo en casa, enganchados a internet, hablando por WhatsApp y por redes… Todo eso alimentó la ola de desinformación”, recuerda la periodista Clara Jiménez Cruz, co-fundadora de Maldita.es, medio de verificación de hechos pionero en España y cuyo lema es “periodismo para que no te la cuelen”. 

Jiménez cuenta cómo el servicio de WhatsApp que tienen abierto para que cualquier usuario envíe los bulos que le llegan o para consultar una información que considera sospechosa de ser falsa y que quiere contrastar, pasó de tener una media de 300 consultas diarias a recibir más de 2.000. “En aquellos días, mucha gente nos conoció gracias nuestro canal de WhatsApp, que es donde está la desinformación en España. Nos ayudó a saber qué información se viralizaba en los chats privados”, explica Jiménez.

Si de los 38,9 millones de españoles que se conectan a internet desde el móvil, casi un 90% utiliza WhatsApp y hay cerca de 37 millones de usuarios activos en redes sociales, según el informe Digital 2021 de Hootsuite, es muy probable que muchos ciudadanos recibiese durante el confinamiento alguno de los falsos audios de sanitarios que contaban cómo estaban los hospitales o de curas milagrosas y falsos remedios con limón, jengibre o bicarbonato contra el coronavirus. Desde entonces, el equipo de fact-checkers -verificadores en su traducción al castellano- de Maldita.es ha detectado y verificado 978 bulos y desinformaciones sobre la covid-19. 

En España, WhatsApp se ha consolidado como uno de los canales de mensajería por los que ha circulado más desinformación durante la pandemia. Shutterstock

En este tsunami de mentiras y medias verdades que todavía persiste, se ha colado mucha desinformación sobre las medidas y restricciones, y sobre los datos de fallecidos y contagiados. También han tenido mucha repercusión declaraciones y datos que políticos como Donald Trump o personalidades como Miguel Bosé y Victoria Abril han hecho públicos minusvalorando al virus o compartiendo teorías conspiratorias sobre el origen de la pandemia. Ahora, y desde que se vislumbraron los primeros hallazgos de las vacunas, han emergido los mensajes de movimientos antivacunas y anticientíficos. “Es preocupante. Su mensaje está calando, son más que hace seis meses y crecen de forma exponencial. Lo vemos en grupos privados en los que están desinformadores científicos”, opina Jiménez.

La periodista explica cómo las olas de desinformación sobre el coronavirus se han asemejado en varios países europeos y en otras partes del mundo, como América Latina. Al continente americano han llegado más tarde y organizaciones de fact-checking como LatamChequea se han podido servir de la experiencia y contenidos de países como España. Jiménez también alerta acerca de cómo las olas acaban derivando en desinformación política. “Una de las consecuencias de la pandemia y la desinformación política en España, por ejemplo, es que la sociedad se ha poralizado aún más”, subraya.

Además del trabajo de los medios de verificación, las grandes plataformas tecnológicas como Google, Facebook o Twitter ofrecieron desde el estallido de la pandemia búsquedas y mensajes para remitir a sus usuarios a fuentes de información de organismos oficiales y gubernamentales, como la OMS o el Ministerio de Sanidad en España, y han eliminado mensajes y cuentas que difundían desinformación sobre el coronavirus, como ha sucedido en varias ocasiones con el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro tras alentar a la población a no cumplir las medidas de precaución frente al coronavirus. 

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. EFE/Joédson Alves

“Estas plataformas han tenido una actitud mucho más activa frente a la desinformación que antes de la pandemia. Y es lógico, toman decisiones ante informaciones que pueden conllevar un peligro inminente como vimos en su momento con Trump y sus declaraciones sobre el desinfectante para curar el coronavirus”, comenta Eduardo Suárez a propósito de una de las ruedas de prensa más polémicas del expresidente de Estados Unidos durante las primeras semanas de la pandemia.

Sin embargo, el director de comunicación del Instituto Reuters menciona que hay un debate importante sobre el poder que tienen estas empresas tecnológicas en regular contenidos ya que lo hacen “de manera muy opaca”, así como “hay gobiernos, como el indio, que ponen límites y presionan a estas plataformas para suprimir contenidos”. En los casos más extremos, como Hungría, el primer ministro, Viktor Orbán, reformó el código penal del país con la excusa de combatir la desinformación y condenar con penas de cárcel a quienes “difunden información falsa” o comunican los hechos de una manera que impida la “protección eficaz” contra el virus.

Cansados de malas noticias: los efectos de la “infoxicación”

A punto de las vacaciones de Semana Santa, todas las comunidades autónomas van a estar cerradas perimetralmente para evitar la transmisión y que la curva de contagios suba de nuevo. Desde hace varias semanas, en las posiciones más altas de las web de los periódicos no aparecen tantas noticias sobre el coronavirus, aunque de nuevo surgen las informaciones sobre una posible cuarta ola. “Creo que estamos un poco saturados. Por la dinámica de la enfermedad, cuando los datos de contagios descienden y, sin embargo, las cifras de fallecidos siguen subiendo, hay una sensación como de menos peligro. Y es comprensible”, opina Kiko Llaneras.

El analista de datos cuenta cómo, de momento, parece que no se está prestando mucha atención a las noticias sobre una cuarta ola, y que desde enero sí se ha despertado un interés por los datos de vacunación. Gemma Robles, de El Periódico, lo confirma: “Las cifras sobre las vacunas han entrado en nuestras vidas y es uno de los temas que más preocupan, según las métricas de nuestras audiencias”.

“Ha habido esta duda de si estábamos inundando el debate público con tantas cifras sobre el coronavirus. Pero es muy difícil el equilibrio entre informar e insistir. Por un lado, pasan otras muchas cosas importantes, pero por el otro, hay más de 70.000 fallecidos por coronavirus”, reflexiona Llaneras. “Nuestro empeño es el equilibrio entre seguir publicando noticias sobre lo que ocurre todos los días en las UCI y las cifras de muertos diaria, lo que ocurre con la vacunación y la búsqueda de certidumbres y noticias esperanzadoras. Todavía nos queda muchísima información y datos para poder decir que hemos dominado a este virus”, afirma Robles.

Un enfermo en la UCI de un hospital. EDUARDO PARRA (EUROPA PRESS)

Ahora que ha entrado en la agenda política y de los medios la preocupación por la salud mental de los españoles como consecuencia de los efectos de la pandemia, ¿hasta qué punto afectan las malas o buenas noticias sobre el coronavirus? “En la primera ola tuvimos muchos pacientes que padecían de ansiedad y depresión y que nos hablaban de esa sobreinformación sobre el virus. Y no sabían gestionar bien tanta información, lo que les perjudicaba”, dice Sergio García Soriano, psicólogo y experto en intervención social.

“En los casos con cuadros de depresión, hay una nostalgia del pasado y el futuro está teñido de manera catastrófica, por lo que el paciente tiende a dar importancia a cualquier información que convalida ese pensamiento negativo. Por su parte, las personas con ansiedad creen que se encuentran mal porque han leído una determinada noticia negativa, pero en el fondo es un malestar que ya padecen”, explica García Soriano. También señala cómo hay ciertas personas que son adictas a las malas noticias: “Hemos educado a la sociedad paras las malas noticias. Hay personas que cuando leen una noticia negativa se olvidan de sus problemas personales o postergan decisiones. También hay casos en los que tienen un duelo personal no resuelto con la muerte y tienden al leer información sobre fallecidos”.

A los pacientes que han pasado por su consulta con síntomas de infoxicación -acrónimo de intoxicación por exceso de información- les advierte que sobreinformarse les perjudica y les recomienda que acudan de forma puntual, y no de manera continua, a medios especializados que ofrecen información veraz. También les aconseja restarle dramatismo a la pandemia y no hablar siempre del coronavirus con su entorno. Durante la segunda y tercera ola, García Soriano cuenta que ahora sus pacientes están más relajados.

Con la incertidumbre de saber cuánto queda hasta volver a una cierta normalidad gracias a la vacunas, la información y bulos sobre el coronavirus no van a cesar. Las instituciones pertinentes, medios y verificadores de contenido siguen teniendo el reto de informar con calidad sobre la pandemia y luchar contra la desinformación. De cada uno depende cómo informarse y dejarse informar. No es tarea fácil, pero hay herramientas.