Llevamos ya más de un año viviendo en pandemia y por fin se está hablando sin tapujos, incluso en el Congreso de los Diputados, del impacto que esta vivencia puede tener en nuestra salud mental. Para comprender mejor las implicaciones que esta experiencia está teniendo en nuestra salud mental y el bienestar de las familias, hemos hablado con Alberto Soler, uno de nuestros psicólogos de cabecera, para comprender cómo podemos ayudar a nuestros hijos e hijas a llevar lo mejor posible estos momentos. 

 

Cuenta Alberto Soler en una de sus Píldoras de Psicología  que “según datos de la Agencia de Salud Pública de Cataluña, el grupo más afectado sería de 16 a 44 años. Este grupo de personas ha duplicado la sintomatología ansiosa y la sintomatología depresiva y el malestar emocional. De hecho, desde principio de la pandemia se ha triplicado el uso de ansiolíticos prescritos y se ha multiplicado por 10 el uso de ansiolíticos no prescritos”. Subraya que según “un reciente metaanalisis canadiense, también llevado a cabo en España, vemos que la prevalencia de la depresión es más de tres veces superior a antes, cuatro veces superior la ansiedad y cinco veces superior en el caso del estrés postraumático”. Alberto se muestra optimista frente a la sensación de, tras un año, parece que estamos igual: “Ahora sabemos mucho más que antes. Ojalá cuando avance la vacunación masiva podamos ir recuperando algo parecido a la normalidad previa, porque visto lo visto falta nos hace”.

 

-Alberto ¿Cuáles son, en tu opinión, los principales impactos que la pandemia, los confinamientos, el distanciamiento social, han tenido en la vida de las familias?

 -La pandemia ha cambiado el modo en el que nos relacionamos y nuestros hábitos; llevamos un año de pandemia y muchos aún seguimos con el pie cambiado. Es una situación muy transversal que afecta a todos, pero especialmente a los más vulnerables. Pese a que sanitariamente no son los más afectados, a nivel social y emocional los niños han sufrido mucho; han perdido muchos meses de escuela y sus rutinas se han visto muy afectadas.

 

-¿Te preocupa la salud mental de la población en general y de los niños y adolescentes en particular un año después del inicio de la pandemia?

 -Sí, por supuesto, y no es solo una percepción mía, sino que hay muchos estudios que ya apuntan en la dirección de un empeoramiento generalizado de nuestra salud mental a consecuencia de la crisis sanitaria. Ha aumentado la incidencia de trastornos relacionados con ansiedad, depresión, adicciones, insomnio, estrés postraumático, etc. Es necesario poner el foco en estos asuntos y que pueda llegar a la mayor cantidad posible de gente una atención psicológica de calidad.

 

-Nuestros hijos e hijas han cambiado radicalmente de vida: menos actividades sociales, menos planes, planes que cambian por las medidas para frenar la pandemia, menos cumpleaños… ¿Percibes apatía o frustración en la infancia y adolescencia por este cambio radical de vida? ¿Cómo podemos ayudarlos a vivir una vida con sentido y alegría, pero menos social y menos llena de actividades?

 -Como decía esta situación nos afecta a todos, y los niños no son menos. Sus hábitos han cambiado mucho y ellos se resienten. Muchas veces decimos que los niños son muy resilientes, y es cierto, pero no debemos abusar de esa resiliencia. Lo mejor que podemos hacer por ellos es tratar de mantener el mejor clima posible en casa, siendo empáticos, afectuosos, comprensivos, permitiendo que exterioricen sus emociones, no impidiéndoles estar tristes ni dando por supuesto que lo van a estar. Afortunadamente la situación sanitaria comienza a mejorar y es esperable que de manera progresiva puedan recuperar algunas de las parcelas de su vida que la pandemia les ha quitado.

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