Pepa Mas Galindo tiene 101 años, en agosto cumplirá 102. Nació en 1919, en plena epidemia de la mal llamada gripe española, un virus que se llevó por delante a más de 40 millones de personas en todo el mundo.

Esta centenaria mujer crevillentina recibe al diario 'Información' por la tarde en su casa de campo, allí prepara café, té y pastas, estando pendiente en todo momento que no faltara ningún detalle.

Pepa comienza a relatar los recuerdos de la gripe del 1918. "Mi madre contaba que pasaba un carro por la calle llevándose a los muertos. Antes se decía que habías cogido el resfriado". Los avances de entonces no eran los de ahora, "había unos polvos que se deshacían en agua para lavar la ropa, se cocinaba con carbón y se limpiaba el suelo de rodillas y con un cepillo. Todos los productos que hay ahora no existían". Ni geles hidroalcohólicos, ni mascarillas, un elemento que no le gusta portar pero que mantuvo durante toda la entrevista. En la misma hace referencia a la vacuna del coronavirus, administrada hace dos semanas.

El personal sanitario y las medicinas tampoco eran las mismas. "Aquí había tres médicos: Don José, Don Ismael y Don Augusto y nada más y si te ponías enferma te daban hierbas y algún ungüento, no habían tantos medicamentos", rememora.

"En la gripe del 1918 los carros se llevaban a los muertos pero la gente salía a la calle"

Una de las cosas más curiosas para Pepa es ver todos los comercios y hostelería cerrados, al igual que el confinamiento que se decretó en marzo. "La guerra es ahora, antes llevábamos cuidado, nos lavábamos las manos, algunas personas morían, pero jugábamos, salíamos y entrábamos. Lo peor es ahora".

En los años posteriores a la epidemia de gripe y durante la guerra civil, todas las amigas "íbamos a ver el fútbol como buena seguidora del Barça, a una sala de baile donde traían orquestas muy buenas o al Teatro Chapí, quitaban las butacas y bailábamos. También paseábamos por la plaza o el roce (en la actual calle Blasco Ibáñez)". De este paseo atesora infinidad de recuerdos. Ella era la más pequeña de todos los hermanos, coqueta y presumida, cuando salía al roce se pintaba los labios de rojo "mi hermano cuando me veía me hacía quitármelos". Rápidamente y para las demás ocasiones, buscó una solución, "antes de llegar a casa me los borraba y así no e decían nada", narra divertida.

Después, durante el conflicto armado "íbamos a ver a los militares y los soldados árabes. Estábamos en la calle, había vida. Ahora estamos todos metidos en casa".

A sus 101 años, Pepa tiene mucha vitalidad y la palabra que define esta situación es "aburrimiento". Pese a su edad, goza de buen estado físico, camina ayudada de un bastón, "no quiero andador" y ha perdido algo de oído, pero controla que todo esté en su sitio y en orden.

En su día a día de esta nueva normalidad, Pepa ve la televisión, lee la prensa y algún libro, plancha, cocina, duerme un poco de siesta y camina por el porche de su casa. Al día de todo lo que acontece en el mundo, sabe quién es el anterior y actual presidente de Estados Unidos, distingue a la perfección las imágenes que aparecen en televisión anteriores a la pandemia, "ahora no se puede abrazar ni besar", pregunta qué es una cepa, al leer sobre las variantes británica y sudafricana del virus. Otra de las palabras que se interesó por conocer tras haberla escuchado eran los "riders". Al saber su significado no se explica "esa moda de poner anglicismos con el idioma tan bonito que tenemos".

Sin embargo, la parte afectiva sí es algo que le pesa a esta centenaria mujer. Madre de tres hijos, abuela de cinco nietos y bisabuela de seis, no se pudieron juntar en las pasadas navidades. "Antes llegábamos a ser 30 y 40 personas. Cocinaba arroces, gazpachos, callos, manitas de cerdo, pollo en pepitoria", se juntaban toda la familia y sus bisnietos recogían los regalos de Reyes. La pandemia no lo permitió y vivió las fiestas junto a uno de sus hijos en su casa de campo.

Homenaje en cuarentena

Si hay algo que define a esta mujer es el humor, la jovialidad y el amor por las tradiciones de su localidad. El pasado año, durante la Semana Santa, la nombraron socia de honor del Paso del Huerto, al anularse la Semana Santa no se pudo hacer. En octubre se reunieron cinco personas, siguiendo las medidas sanitarias, haciéndole entrega de la placa conmemorativa, "Todo un honor, no sabía nada, fue una sorpresa".

Sorprendida tras la anulación de las fiestas en este mes de abril por segundo año consecutivo, cuenta que "durante la guerra y la posguerra sí hubo procesiones en el Calvario y sacaron los pasos a la calle. Esto es inaudito".

Al igual que las Fiestas de Moros y Cristianos en la provincia. Socia de la comparsa Beduinos, y de tradición familiar, pues su marido fue el presidente fundacional de la Asociación de Fiestas del municipio, "este año tampoco tendremos desfiles en octubre", lamenta.

Aperitivo centenario

La vitalidad, buen humor, longevidad y energía de Pepa Mas Galindo debe de tener algún secreto. Preguntada por él, con una sonrisa pícara, comenta: "todos los días tomo un vaso de cerveza y unas patatas fritas de bolsa, eso no lo perdono nunca". Al médico siempre le digo "tengo dos vicios: la cerveza y patatas de medio día y un café o chocolate a la taza con pan". Ellos le responden: "Tome usted lo que quiera".

Apunten, no es mala receta.