En el resonar de los recuerdos, afirmaciones contundentes como "Siempre estás igual", "Eres un trasto", "Llorando no solucionas nada", "Así no se hace", "no puedes". Palabras llenas de poder que nos limitan y nos hacen creer que no hay salida, entonces, mejor quedarse, resignarse y aceptar. Cuántas de estas frases recurrentes pueden resonar en nuestra cabeza, cuántas actitudes automáticas que al pensar en ellas rechazamos pero que forman parte de nosotros y ni siquiera reconocemos...

Nuestro ser, ya desde el momento de la gestación tiene muy presente el lenguaje maternal y paternal y al nacer, aunque no se conoce el idioma, se observan los gestos, se escucha el tono, el volumen y reconocemos la voz materna, lo que influye directamente con el vínculo que se genera con el adulto, la seguridad y el bienestar.

A través del lenguaje les presentamos el mundo a nuestros hijo/as y podemos hacer de este un lugar seguro y confiable o lleno de amenazas, peligros y situaciones negativas que nos hace vulnerables ante la vida.

El recién nacido busca a la persona o personas de referencia que se encargarán de su cuidado para asegurar su supervivencia y a partir de ahí empieza a observar y explorar el mundo que le rodea con el adulto/a como guía. A medida que van creciendo van teniendo una mayor comprensión aunque siempre el referente seremos nosotros y por tanto tenemos una gran responsabilidad y valía que podemos aprovechar para ayudarles a ser personas seguras de sí mismas que reciban la vida con flexibilidad y confianza.

Está claro que no solo las palabras tienen este poder sino el lenguaje no verbal que las acompaña, pero a medida que vamos cambiando parte de nuestro vocabulario, nuestros pensamientos se modifican y por tanto nuestras emociones y actitud hacia la vida.

Al utilizar vocabulario estático, que etiqueta, advierte y paraliza damos un mensaje de indefensión. Esto puede pasar también en el sentido opuesto y cuando tendemos a magnificar la importancia de ciertas acciones, celebrar exageradamente y sobrevalorar a nuestros hijos/as podemos llevarles a situaciones poco realistas que generan una expectativa muy alta, mucha responsabilidad y frustraciones innecesarias. "Eres el mejor", "Muy bien", "Es precioso", "te lo mereces todo"...

Optar por un vocabulario más flexible, honesto y realista facilita la comprensión positiva del mundo y sus vicisitudes, entender que la vida es cambio y adaptación y que con constancia y perseverancia podrá lograr sus propósitos sin rendirse ante las dificultades.

Nuestro vocabulario en la educación de nuestros hijos e hijas

Podemos empezar a cambiar parte de nuestro vocabulario, aquí te dejo algunas expresiones, la explicación de su efecto y varias alternativas que generan apertura y más seguridad ante el mundo.

  • ¡Cuidado!: tendemos a utilizar esta expresión cuando pensamos que están en peligro de caerse, hacerse daño, romper algo o no hacerlo de la manera correcta. El resultado es que se ponen alerta ante un peligro, se tensionan e incluso surge el miedo y el pensamiento de que no podrán lograrlo. Se puede sustituir por la palabra "atento/a" que invita a prestar atención a lo que está sucediendo y lo que se está haciendo, activa los sentidos y ayuda a mantener el foco de atención. De esta forma se preparan de una manera activa y positiva y es más probable que logren el propósito aunque no sea a la primera.
  • Eres: Este verbo identifica el adjetivo como algo estático y que perdura en el tiempo. Cuando lo utilizamos con algunas características como "vaga, inquieto, bruto" le estamos transmitiendo el mensaje de que es así, y por tanto tenderá a comportarse de esa manera pues lo/a estamos etiquetando con esa forma de ser. Esto también ocurre con aspectos que consideramos positivos como "eres el mejor", "eres la más inteligente", "eres buenísimo" aquí aunque parezca que es un buen mensaje volvemos a encasillar, creamos una expectativa ante ellos y esto les puede cargar con una fuerte responsabilidad y si no es "el mejor" puede generar una gran insatisfacción, vergüenza o sensación de fracaso de ellos hacia nuestras expectativas. Utilicemos verbos que identifiquen el presente y hagan referencia a un estado en la situación actual, "Estás un poco vago, parece que no te apetece hacer esa tarea", "Te veo inquieto esta mañana", "Te estás comportando de una forma un poco brusca". De esta forma y a través de nuestro lenguaje, mostramos que no son rasgos sino estados cambiantes. "Has sido muy inteligente al tomar esa decisión", "Te estás portando muy bien"...
  • Términos absolutos como "siempre", "nunca", "todo", "nada": Son igualmente negativos cuando se trata de narrar lo que sucede. Por ejemplo: "Nunca me haces caso" les da un mensaje directo, concreto y sin posibilidad de cambio y de esta forma lo más probable es que continúe no haciendo caso porque ya se lo has definido así. Utiliza términos como "a veces", "en este momento", "esto", o todo lo que pueda ayudar a concretar más que a generalizar. En el ejemplo anterior, podría sustituirse por "No estás haciendo lo que te he pedido".
  • "Muy bien y qué bonito": Y si nos damos cuenta, ambas son un juicio que aprueban una conducta o evalúa la calidad de un trabajo. Esto puede parecer muy favorecedor, pues es, en principio un mensaje positivo, pero esto no siempre es así ya que tendemos a repetirlo constantemente como refuerzo positivo pero sin un criterio real, y esto al final, lo saben. Además les acostumbramos a comportarse o hacer las cosas para obtener nuestra aprobación y reconocimiento y hoy es la nuestra, pero en unos años pueden continuar haciendo cosas y comportándose ante el mundo para obtener la aprobación de los demás ¿Realmente quieres que tu hijo/a haga o diga cosas para complacer al otro sin importar lo que quiera o sienta? Puedes utilizar términos como: "¿Te gusta cómo te ha quedado?", "veo que te has esforzado mucho", o simplemente decir lo que observas, como "Has llegado el primero esta vez". De esta forma estamos reconociendo acciones, prestando atención al proceso pero dejamos de dar un juicio de valor. Quiero aclarar que no es que no se pueda hacer, claro que sí, pero debemos evitar que esto sea lo único o que lo hagamos siempre y de forma automática.

Te invito a ponerlo en práctica y observar lo que ocurre, te sorprenderás al ver la seguridad y apertura que se genera cuando utilizamos nuestro lenguaje de una manera más consciente y positiva. Describe lo que ves, habla de lo que sientes ante cada cosa o suceso, busca alternativas de solución y cambio ante los momentos que parezcan negativos o resulten desagradables. Así ayudamos a nuestros hijos/as a presentarse ante el mundo con actitud de superación y disposición para afrontar la vida con confianza y optimismo.

Las palabras generan pensamientos, éstos emociones y éstas actitudes que nos dan resultados ante la vida. Ahora piensa ¿Cómo quieres que sean esas actitudes y resultados? .Disfruta del proceso a través de EL PODER DE LAS PALABRAS.

Accede al portal Gestionando Hijos y disfruta de más consejos y claves de nuestros expertos.

portal Gestionando Hijos