Cuando la familia Eilbeck tuvo que dejar en tierra a su perra salchicha Pip en Estados Unidos a causa de la pandemia de covid-19, nunca imaginaron que el periplo de su mascota para reunirse con ellos iba a ser como la odisea de Ulises.

Todo empezó a finales de marzo, cuando Australia anunció que cerraba sus fronteras y el estado de Florida, en Estados Unidos, pidió a todos los no residentes que abandonaran el país y regresaran a sus lugares de origen. Los cinco miembros de la familia Eilbeck (los padres Zoe y Guy, los dos niños Cam y Max y la perrita Pip) estaban en aquellos momentos en Key West, en el marco de un largo proyecto que les había llevado a dejar su residencia en Australia para recorrer el mundo en barco, una iniciativa que documentaban en su cuenta de Instagram @noplans.justopcions. Dadas las circunstancias, decidieron volar desde Florida hasta Carolina del Sur para emprender el viaje de retorno, pero no consiguen a tiempo los permisos para llevarse a Pip con ellos, puesto que "llevar a un perro a Australia en avión lleva unos seis meses por todo el papeleo que hay que hacer", explica Guy, el padre de familia.

Cuidadoras solidarias

Es por ello por lo que dejaron a Pip al cuidado de Lynn Williams, una mujer que tiene una granja de bisontes en la zona y a la que los Eilbeck conocen por su afición náutica común, con la esperanza de que las restricciones elevadas por la pandemia durasen poco y pudieran volverse a reunir con el animal en un corto espacio de tiempo. Desde allí, el 28 de marzo, la familia Eilbeck voló a Sídney.

Sin embargo, el encierro duró más de lo previsto. Al no poderse hacer cargo de Pip más tiempo, Williams recurrió a una red solidaria para pedir un adoptante provisional del animal, y así fue como entró en contacto con Ellen Steinberg, de Hillsborough, en Carolina del Norte, y allí se trasladó el 3 de abril mientras la familia hacía lo posible por agilizar los papeles para que saliera del país. "Es adorable, pequeña, tierna y dulce", dice Steinberg sobre Pip. "Pero tiene algunas reacciones que no tenía antes, debido a cómo ha sido abandonada precipitadamente". "No tiene ni idea de lo duro que está trabajando su familia para recuperarla", ha explicado Steinberg a la prensa australiana.

El 27 de junio, Pip se trasladó de nuevo, esta vez para vivir con Stacey Green, una tercera cuidadora que permaneció con ella casi un mes. El 21 de julio, Pip consiguió la luz verde para poder iniciar el camino de vuelta a casa. Melissa Young, una joven que conoció de la problemática a través de las redes sociales, se ofreció a trasladar a la perrita a Los Ángeles, en California, para poder coger allí el pasaje de avión rumbo a Australia. Melissa le evitó así un buen tramo de viaje en bodega, al comprometerse a embarcar con ella como equipaje de cabina en el trayecto desde Charlotte en Carolina para enlazar con el vuelo de Los Angeles. "Hablé con Ellen por teléfono y quedamos en conocernos, ella quería saber por qué iba a hacer todo esto en medio de una pandemia", explica Melissa en conversación con este diario. También conoció por videoconferencia a la familia australiana que le sufragó el viaje.

"Iba a ser difícil que encontraran a alguien para cruzar el país en un viaje de 6 o 7 horas en avión, pero si le sumas la situación de pandemia, la demanda de ayuda en internet apenas tuvo respuestas aunque se compartió miles de veces", explica Melissa Young. Con todo, cuando ella vio que vivía cerca, asegura que vio claro que tenía que ayudar. Young es voluntaria hace años en una asociación de rescate de perros, The Sparky Foundation, y pensó que si se dedica habitualmente a buscar dueños para perros abandonados, por qué no ayudar en esta otra causa. La asociación Jet Pets se encargó del transporte del animal en el largo viaje transoceánico.

Con todo, el endurecimiento de las medidas por el covid, al coincidir con una nueva oleada de propagación del virus, obstaculizó la entrada directa en Australia y el animal tuvo que hacer escala en Auckland, Nueva Zelanda, tras el vuelo de 18 horas. Allí permaneció dos noches antes de coger un cuarto vuelo, que la llevó a Melbourne (Australia).

Cuarentena por covid en Australia

Cuando el reencuentro parecía inminente, el animal tuvo que quedarse 10 días en cuarentena. El 3 de agosto estaba previsto que volara por fin a Sídney, a reencontrarse con los suyos, pero ese día no había vuelos programados que pudieran transportar a Pip. Fue entonces cuando Zoe Eilbeck, que se ha encargado de coordinar desde Australia todos los viajes de su perrita, decidió que Pip ya había cogido suficientes vuelos, cuenta al diario 'The Sydney Morning Herald'- y decidió ir en persona a recogerla en coche en un viaje de más de 870 kilómetros y cerca de 9 horas.

El plan se frustró de nuevo porque las autoridades sanitarias del país cerraron el estado de Victoria, donde se sitúa Melbourne. Finalmente, el pasado 11 de agosto, y tras un nuevo llamamiento en las redes sociales y con la mediación de Virgin Australia, Pip y su familia pudieron reencontrarse en el aeropuerto de Sídney cinco meses después de separarse.