Cuando la Tierra atraviesa la órbita del cometa Switf-Tuttle, atrae directamente a los restos que se desprendieron debido al calor solar de la gran roca estelar hace cientos de años. Una vez esas partículas de polvo chocan con la atmósfera terrestre, se volatilizan dejando a su paso una estela verde y una estampa fugaz única en la cúpula celeste. Un cielo que estos días se presta limpio y oscuro a contemplar desde los puntos más altos de las Islas Canarias.

En lo alto del Observatorio del Teide el viento es más frío. La caída del sol da paso a una oscuridad cuyo silencio se multiplica al mirar al cielo. Allí, una noche "limpia y sin ruido" regala al ojo desnudo las millones de estrellas, constelaciones y planetas que recuerdan la minucia de los problemas terrenales. Pero estas madrugadas de verano saben diferente cada vez que una gran estela verde recorre sin prisa el cielo estrellado. El silencio se rompe con el clamor fascinado de los visitantes que han decidido pasar la noche en los alrededores del Parque Nacional cuando el fulgor de una larga estrella fugaz ilumina la cúpula celeste.

Un generalizado vitoreo desde varios coches aparcados a los lados de la carretera resuena entre la piedra volcánica y las paredes del Teide, y da el pistoletazo de salida a una de las noches astronómicas más especiales del año: la lluvia de las Perseidas. Desde Saturno hasta la Vía Láctea, de la constelación de Escorpio hasta casi tocar el Teide, los restos del cometa Swift-Tuttle viajan a través de la oscuridad estrellada mientras se volatilizan al entrar en la atmósfera. Esas bonitas estrellas fugaces en las que algunos no dudan en depositar sus más ansiados deseos, son "pequeñas partículas de polvo" que el cometa ha ido desprendiendo y dejando a su paso en nubes que permanecen durante siglos "flotando en la órbita del cometa", explica Miquel Serra-Ricart, coordinador del Observatorio del Teide e investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC).

De hecho, las pequeñas rocas -a veces de un tamaño inferior a un grano de arena- que los canarios han visto combustionar dejando un fulgor verde a su paso, no son más que trazas del cometa que datan de hace cientos de años. "Puede que estemos atravesando ahora la nube del año 1800 o de 1900, pero en este caso la fecha es imprecisa", comenta el investigador. Y es que Swift-Tuttle es un cometa tan viejo que, prácticamente ha llenado la totalidad de su órbita de esas características nubes de polvo que se desprenden del cometa al acercarse al Sol, dado que su calor acaba con el hielo que lo cubre.

Las Perseidas, aunque visibles tras el anochecer en todos los puntos del cielo, tienen su origen aparente en un punto, la constelación de Perseo. "Ahí se encuentra su radiante, la dirección desde la cual parecen irradiarse sobre la bóveda celeste los meteoros que conforman las Perseidas", explica Serra-Ricart. En estos días la constelación de Perseo aparece por el noroeste, justo detrás del municipio de Santa Cruz. La contaminación lumínica de este municipio hace que las estrellas que lo forman sean muy difíciles de divisar y que afecte incluso en los lugares más altos y limpios de Tenerife. El ruido que ensucia al cielo también perturba las oscuras noches del Observatorio del Teide cuando se cuela por la vertiente sur de la isla y en el horizonte, mirando hacia Gran Canaria.

En el radiante es prácticamente imposible divisar una estrella fugaz, y si aparece una, será de las menos brillantes. Por eso, como indica Serra-Ricart, lo ideal es alejarse, pues "cuanto más lejos de Perseo, mayor posibilidad de divisar un meteoro en paralelo a la Tierra". En estas noches, la posición de la cúpula celeste ha permitido ver muchas de estos meteoros escapando hacia la Vía Láctea, a la que también acompañan Saturno, Júpiter y Marte. Desde la Tierra, los planetas -que se encuentran todos en el mismo plano orbital- se pueden contemplar a simple vista como grandes luces que nunca parpadean.

Visibles hasta el 24 de agosto

Durante este año, las Perseidas nos han visitado desde el 17 de julio y se podrán contemplar hasta 24 de agosto, aunque la madrugada de ayer (del 12 al 13 de agosto) fue la que tuvo mayor actividad. Según los cálculos de los modelos estándares, la actividad de las Perseidas se sitúa alrededor de los 100 meteoros a la hora. Además, son muy rápidas, más que las Gemínidas -la lluvia de estrellas del invierno por antonomasia-. "Una perseida puede tardar un minuto en desaparecer, lo mismo que Carl Lewis en correr los 100 metros lisos", resume Serra-Ricart. El IAC, a través del proyecto de divulgación Energy Efficiency Laboratories (EELabs) y el Programa de Divulgación Astronómica del Cabildo de La Palma (Sodepal), retransmitió anoche en vivo este fenómeno astronómico anual, a través del canal sky-live.tv, desde el Observatorio del Teide y el del Roque de Los Muchachos.

Durante todas las lluvias de estrellas, amateurs de la Astronomía realizan conteos de los meteoros y las envían a la Organización Internacional de Meteoros (IMO) para calcular las tasas de actividad de dichas lluvias. En estas Perseidas de 2020, el Instituto Astrofísico de Canarias (IAC) y la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), se han unido bajo el proyecto de ciencia ciudadana Contadores de Estrellas (www.contadoresdeestrellas.org/) y han elaborado una actividad didáctica para que cualquier ciudadano pueda colaborar en estos conteos. El reto es conseguir que, de una manera sencilla, el público general también pueda participar y entienda este fenómeno astronómico, así como otras curiosidades del cielo que están descritas en la guía.

El cometa fue descubierto de manera oficial en 1862, pero ya mucho antes la humanidad había contemplado el espectáculo astronómico que provocan sus trazas al ser atraídas por la atmósfera terrestre. La sociedad renacentista y del medievo ya se citaba mucho antes para mirar al cielo nocturno los primeros días de agosto y así captar algunos de esta lluvia de fulgores. Fue tal la popularidad del evento que los católicos empezaron a denominarlo Lágrimas de San Lorenzo, asociándolo al llanto que habría depositado el santo al ser quemado en una parrilla.

Al menos desde entonces el cometa ha estado girando alrededor del Sol, completando una órbita muy elíptica cada 135 años. La última vez que se acercó a la estrella que corona el sistema solar fue en 1992, y no volverá a hacerlo hasta bien entrado el próximo siglo: en 2126.

Los cometas son, junto a los asteroides, los objetos más peligrosos que giran alrededor del Sol. Y lo son porque, de impactar contra la Tierra, podría tener consecuencias determinantes en el mundo que hemos creado. El Swift-Tuttle es, de hecho, considerado como uno de los objetivos más peligrosos conocidos por la humanidad. La revista New Scientist en 2005 afirmó que por su órbita (cercana a la de la Tierra), su importante velocidad (60 kilómetros por segundo) y su gran tamaño (es el mayor objeto del Sistema Solar que pasa de manera repetida por nuestro planeta, con 26 kilómetros de diámetro) un impacto podría ser hasta 27 veces más masivo que el que se cree que acabó con los dinosaurios.

El agua del futuro

Sin embargo, y a pesar de su potencial daño, los cometas debido a su composición -en una gran parte de hielo- pueden convertirse en un reservorio de agua dulce para las futuras generaciones terrestres. "Una vez se acabe el agua en La Tierra, es posible que tengamos que ir a buscarla fuera, una posibilidad son los anillos de Saturno y otra, estos objetos", explica Serra. En el espacio que la residencia del IAC en el Observatorio del Teide dedica a sus investigadores, Serra se dedica a vigilar durante 30 minutos cada noche el cometa Neowise para recabar información sobre su comportamiento. "Saber en qué dirección rota sobre su eje será fundamental, en un futuro, enviar sondas que recojan esa agua dulce que alberga este y otros cometas", explica el astrofísico. Las Perseidas cada año se dejan contemplar al ojo desnudo como parte de un fulgor efímero que recuerda al presente, a su unión con el pasado y al pragmatismo en el que su estudio puede salvarnos de nosotros mismos.