Jose, más de 25 años trabajando en un banco, se considera un privilegiado en esta época de incertidumbre, con un salario "seguro" y con un ambiente agradable pese al estrés por los objetivos comerciales. Desde hace un mes, su oficina es uno de esos pocos locales que siguen abiertos al público. Un servicio esencial en tiempos de crisis sanitaria, social y económica.

"Claro que seguimos abiertos. No todo el mundo tiene conexión en casa o un teléfono inteligente. Y también hay personas mayores a las que les cuesta hacer las operaciones por internet", relata a EFE protegido por una mampara tras la que atiende a los pocos clientes que se acercan a su entidad ubicada en el norte de Madrid.

Y es que, aunque los usuarios más jóvenes apenas pisan una oficina bancaria en su vida, hay personas de cierta edad a las que les sigue gustando hacer todas las gestiones en persona y cara a cara.

"Son como de la familia. Te cuentan su vida, sus preocupaciones, sus problemas familiares, sus aprietos económicos, todo. A veces nos toca ser más psicólogos que asesores financieros", bromea.

Pero eso era antes de la declaración del estado de alarma porque ahora, en teoría, las sucursales siguen abiertas únicamente para aquellos trámites urgentes que no pueden esperar o que necesitan una "firma" presencial.

Los clientes tienen que entrar de uno en uno aunque las personas mayores o con alguna discapacidad tienen prioridad.

"Es un goteo constante hasta las once de la mañana. A partir de esa hora la afluencia cae mucho, aunque siempre hay alguien al que tienes que ayudar porque se le resiste la aplicación móvil o porque ha tenido algún problema", explica.

Las operaciones con efectivo han caído al mínimo y el cajero apenas tiene movimientos. Muy poca gente saca dinero. Casi todo se paga con tarjeta.

De todos modos, y para facilitar que no haya que salir de casa, su entidad ha elaborado un listado con aquellos clientes que por su edad o por su perfil, pueden tener dificultades para hacer las gestiones por internet y a los que ha llamado uno por uno por si necesitan algo.

Sin embargo y, aunque parezca mentira, Jose confiesa que también hay mucho "inconsciente" que todavía sigue acudiendo al banco para "entretenerse" o como "excusa" para poder salir de casa en estos tiempos de confinamiento.

"¿Te puedes creer que muchas de las personas que acuden a la oficina son para pagar multas de tráfico?", cuenta Jose, casado y padre de tres hijos.

Con casi tres décadas de experiencia en atención al público y en todos los puestos, desde cajero a responsable de negocio de particulares o empresas, Jose admite que no ha visto nada igual. Ni siquiera con la crisis económica de 2008.

"No son comparables. Entonces como ahora tenemos que echar una mano a muchos autónomos desesperados, a empresas quebradas y a familias en apuros que no pueden pagar la hipoteca o las cuotas de la tarjeta, pero ahora la incertidumbre es mayor. Nadie sabe qué va a pasar. El virus y sus efectos nos acechan a todos", alerta.

Tras un mes con la economía congelada, Jose atiende a dos tipos de clientes preocupados. Los que tienen inversiones, fondos o acciones y ven como se desploman, y los que ya empiezan a tener dificultades para pagar las facturas y necesitan "una voz de ánimo" que les tranquilice y les busque una solución.

Su trabajo, su esfuerzo y sobre todo su preocupación, se concentran sobre todo, en los segundos.

Por eso no comprende demasiado cómo es posible que algunos de los créditos ICO que ha puesto en marcha el Gobierno para ayudar a empresas y autónomos terminen en ocasiones en gente que no los necesita porque aún disponen de liquidez suficiente para aguantar el parón.

"La comparación es terrible, pero da la impresión de que algunas de las medidas económicas las están recibiendo pacientes leves. Es como si en el hospital le pusieran respiradores a enfermos que todavía no están graves", lamenta.

Más allá de las medidas económicas y, a pesar de todo, Jose cree que las entidades financieras aprendieron la lección de la crisis de 2008.

Prevé un aumento importante de la morosidad en los próximos meses pero también cree que la banca, como sector, se ha humanizado y que intentará no cometer los mismos errores del pasado.

Jose vuelve a tirar de metáfora médica en momentos de crisis sanitaria: "Cuando alguien está con el agua al cuello lo responsable es echarle una mano y no hundirlo más. La prioridad es mantener con vida al paciente. No terminar de rematarlo con embargos".

Empeñado en que sus clientes salgan adelante, lo que también tiene claro es que después del coronavirus nada volverá a ser igual. Tampoco en el sector financiero.

Explica que en los últimos años ya se habían cerrado muchas oficinas y con la experiencia del teletrabajo impuesta por el COVID-19, el proceso va a ser imparable. "La atención al cliente será a distancia. A eso de ir banco le quedan dos telediarios".