Los niños, especialmente los menores de 6 años, tienen la necesidad de salir a la calle para regular su desarrollo neuronal y recibir estímulos vitales, "por lo que las autoridades deberían empezar a permitirles salir de casa durante esta etapa excepcional de confinamiento por la crisis del coronavirus". Así lo asegura la secretaria de la división de Psicología Educativa del Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos de España, Andrea Ollero, que ha coordinado al equipo de psicología que ha elaborado una guía sobre el confinamiento actual para la Consejería de Educación.

Esta especialista valenciana se muestra convencida de que "el confinamiento no dejará secuelas en los más pequeños" e insiste en que "los padres también necesitan algún respiro".

"Los niños son un colectivo prioritario a la hora de pensar en el levantamiento controlado del confinamiento. Creo que especialmente a los menores de 6 años se les debería empezar a permitir salir de casa. Por supuesto que los mayores de esa edad también lo necesitan, pero con ellos se puede razonar, pueden entender y regular su comportamiento y adaptarse mejor a unas rutinas", explica.

En su opinión, los menores de 6 años no están intelectualmente preparados para expresar sus emociones, y están todavía en una fase de desarrollo neuronal muy importante en la que necesitan estímulos y experiencias muy variadas.

Los riesgos del confinamiento

"Es evidente que hay muchos tipos de vivienda y de familias, pero por lo general es similar el riesgo que corren los niños de ver restringidos sus movimientos durante la cuarentena, de dormir más de lo normal, variar su ritmo de alimentación y permanecer más tiempo sentado del habitual, quizá con tabletas u otros aparatos, en parte porque, si no se están quietos, los padres tampoco podemos hacer otras cosas", señala.

A juicio de esta profesional, un levantamiento de las normas de cuarentena en este sentido "debería ser muy controlado y contar con la responsabilidad de los padres", pero realmente "debería ser prioritario, por el desarrollo de los más pequeños".

"Es evidente que no deberían juntarse con otros niños, pero bastaría con que pudiesen pasear, tener estímulos sensoriales, el aire, los colores, olores, ver otras personas, aunque sea de lejos; eso contribuye a su desarrollo de la percepción espacial y temporal, y en las actuales condiciones se hace muy difícil", añade.

Además, insiste, "los más pequeños se pegan continuamente a las madres y padres, y realmente hay progenitores que ya andan agobiados y para quienes un paseo es un respiro que se hace muy necesario".

Las secuelas

En opinión de Andrea Ollero, el confinamiento puede tener secuelas para los más pequeños, que quizá pueden ver alterado su comportamiento, tener más rabietas, modificar sus hábitos de sueño o de comida, pero "seguramente serán transitorias, muy provisionales, porque unas semanas no pueden producir cambios permanentes a nivel de comportamiento o relaciones sociales. Por supuesto, habrá un periodo de adaptación".

"Muchas familias tienen miedo al posible contagio, pero también del regreso a la rutina. En general, no debe quedar ninguna impronta fuerte. Seguro que habrá un periodo de readaptación para todos, y en esto los pequeños nos llevan ventaja porque se adaptan mejor por lo general", explica.

El paréntesis escolar

Preguntada por las consecuencias de la suspensión de las clases y las incertidumbres sobre cómo se podrá desarrollar el resto del curso, Ollero considera que "este paréntesis no va a suponer ninguna pérdida importante, los niños podrán recuperar los contenidos curriculares rápidamente sobre todo si estos días cuidamos algunos hábitos relacionados con la organización y la responsabilidad".

"Quien tenía problemas antes del confinamiento los sigue teniendo, y quien respondía bien en el colegio lo sigue haciendo. Los contenidos escolares tienen que ver con la memoria y la experiencia del aprendizaje, y en la actual situación de confinamiento podemos contribuir al desarrollo de esos procesos que después pueden ser muy útiles para nuestros hijos".

Se refiere a convertir en "proyectos educativos" otro tipo de actividades, como la de hacer galletas en familia, por ejemplo, contando con los niños a la hora de "planificar los ingredientes, los procesos, el material o el tiempo. Las casas no pueden ser clases ni los padres maestros, pero podemos educarles en la responsabilidad y la organización, y eso les servirá seguro en sus estudios".

El problema, sin embargo, es bien diferente para los estudiantes de Secundaria y Bachillerato, e incluso los universitarios, dado que se enfrentan a situaciones de mayor incertidumbre, incluso ansiedad, porque no saben cómo se les va a evaluar y si el trabajo que están haciendo estos días va a contar o no.

En este sentido, Ollero reclama a la Administración que informe cuanto antes al respecto, porque de este modo "se podría evitar mucho estrés", tanto en los alumnos como en los padres.