Marcela vive con su hijo Mateo, de 11 años, en un piso 70 metros cuadrados en Valencia y desde que el pasado 10 de marzo se le terminó el paro, "va tirando" con los 60 euros de la "beca de comedor" del menor, y trata de mantenerse optimista centrándose en el presente.

"Esto es vivir el día a día", asegura en una entrevista telefónica con la Agencia EFE, en la que afirma que su emergencia es "tener para comer", algo que puede cubrir gracias al cheque que le ha facilitado por la Conselleria de Educación, correspondiente a la beca de comedor de su hijo.

"Como solo somos Mateo y yo, y yo lo hago todo casero, gasto muy poquito" en alimentación, explica, aunque reconoce que al resto de gastos, como el alquiler de su vivienda, el agua, la luz, el gas o internet no puede hacer frente.

Marcela, uruguaya de origen, pero afincada en Valencia desde hace más de 20 años, no pudo renovar su último trabajo en hostelería debido a que su hijo sufre una cardiopatía que le provoca "presíncopes y se puede caer", por lo que no lo puede dejar solo para ir a trabajar.

El paro se le terminó el pasado 10 de marzo, y el confinamiento le pilló en busca de empleo y haciendo cursos de formación e inserción en Labora. Marcela quería encontrar un trabajo que coincidiera con el horario escolar del pequeño, pero se le quedó todo a medias.

Reconoce que el estado de alarma y el confinamiento han complicado su situación. "Estando en la calle me busco la vida y siempre me sale alguna faena, aunque sea fin de semana", que le permite, "mal o bien" pagar siempre el alquiler de su vivienda, explica.

Ahora las posibilidades de encontrar trabajo y por tanto, tener ingresos, han desaparecido y Marcela y su hijo subsisten con el cheque de la beca de comedor del menor y gracias a la actuación de los servicios sociales y la ONG Save de Children, que presta atención a Mateo y le ha facilitado una tablet para que pueda seguir las clases on-line.

Del resto de gastos (alquiler, luz, agua, gas e internet), "olvídate", dice, aunque se muestra tranquila pues la trabajadora social que le atiende le dijo que no se preocupara de eso, pues lo importante era que tuviera para comer, y que de momento no iban a cortar la luz, el agua ni el gas a nadie.

Otra de las preocupaciones que tenía esta mujer era que su hijo pudiera acceder a las clases virtuales para no quedarse atrás en el colegio, algo que puede hacer gracias a la tableta que le facilitado Save de Children, que también gestionó los accesos a las plataformas habilitadas y a las ediciones digitales de los libros de texto.

"El sistema que tienen para dar clases o mandar deberes es solo para la gente que tiene internet y ordenador o una tableta. Yo tenía internet pero ni tablet ni ordenador", indica.

Además, Save de Children también presta atención virtual al menor todos los días durante dos horas, en las que le ayudan con las tareas escolares y también le acompañan en lectura, actividades o juegos.

Marcela se muestra "súperagradecida" por este apoyo y porque, además, añade, se está dando cuenta de que hay muchas cosas que no sabe hacer. "Me doy cuenta de que no sé nada de informática", asegura, y ya planea apuntarse a los cursos de informática de Labora cuando termine el confinamiento y se retome la actividad.

A pesar de sus circunstancias, es "optimista". "La economía va a quedar muy mal y no sé si voy a poder conseguir trabajo, pero confío en que me den algún tipo de ayuda hasta que pueda encontrar empleo", señala.

"Soy muy optimista. Además, si quiero que el nene esté bien, tengo que estar bien yo porque estamos solos los dos", asegura a EFE Marcela, quien ha optado por dar prioridad a otras cosas, como la salud de su hijo, que este mes tiene revisión del cardiólogo, y tiene esperanza en que se solucione todo.