Médicos y enfermeros de hospitales de referencia explican a Efe que la situación de las UCI se asemeja a las de un "hospital de guerra", con falta de material de protección, pero también de fármacos como sedantes, y con una carga de trabajo que les lleva a sufrir ansiedad y dificultades para dormir.

Las palabras más repetidas son "incertidumbre" y "presión" y su queja más extendida la de tener que entrar y salir de las habitaciones sin poderse cambiar mascarilla ni bata, tan solo con cambio de guantes.

"Si lo piensas mucho no entrarías a ver a ningún paciente, pero nuestra vocación no nos permite pensar demasiado y sí actuar mucho", explica Carlos, un enfermero que dice considerarse "casi privilegiado" porque en su centro hospitalario no han tenido que usar bolsas de basura como bata.

Para Carla, anestesióloga, es "angustiante" y "desconcertante" la escasez de propofol y otros sedantes en los hospitales.

"Utilizamos alternativas como algunos gases pero no todos los equipos están preparados. Piensa que hemos reconvertido en UCI viejos espacios que no utilizaban ya los intensivistas", explica.

"También estamos recuperando respiradores de hace cuarenta años y usando para uso prolongado respiradores considerados solo de traslado para ambulancias o casos así", añade.

Para esta sanitaria, en una reflexión que comparte la mayoría, "eleva mucho el nivel de estrés llevar a cabo tareas de otras especialidades por la falta de personal".

Por otro lado, destacan la preocupación añadida que es ser vector de contagio para sus pacientes y compañeros y solo uno de los entrevistados afirma que se le ha hecho el test de la COVID-19 por prevención y sin tener síntomas y que ha recibido rápidamente el resultado, en el mismo día.

"A ver, seamos realistas, a la mayoría no se nos hace el test porque no se pueden permitir que todo el mundo o dé positivo o sea considerado contacto a aislar y los hospitales se queden sin sanitarios", señala Carlos, que como el resto prefiere que no se diga en qué centro trabaja.

"En mi hospital hicieron algunos test el día 17 de marzo cuyos resultados no se dieron hasta el 25. ¿Te imaginas todas las personas con las que habrán tenido contacto esos días los portadores que no lo sabían", agrega.

Mireia, con apenas 25 años, intenta dedicar las energías propias de su juventud a aliviar la situación que vive su hospital, que en una semana se transformó para dedicar seis de sus nueve plantas a enfermos de COVID-19.

"¿Qué sentí esos primeros días de acumulación de camas incluso en los pasillos? Pues la verdad que no lo he digerido aún, aunque al menos ya no tengo pesadillas, como las primeras tres noches", señala esta recién graduada, que apunta que estos días ha escrito a su antigua profesora de Historia de la Enfermería para decirle que se ha acordado de las condiciones de los hospitales de guerra.

Como Carla, anestesióloga en otro hospital, Mireia reconoce que no está acostumbrada a que se mueran varias personas al día.

"Yo normalmente estaba en planta, y hay semanas enteras que no muere nadie. Algunos días ahora vemos que fallecen tres o cuatro personas", lamenta la joven, que reconoce que está habiendo "muchos lloros compartidos y complicidad entre compañeros" en los office de personal.

"Además del material de protección lo que llevo peor es no poder estar más tiempo dando la mano a las personas. Soy enfermero, el distanciamiento, entrar corriendo a una habitación solo para dar una medicación o controlar el respirador, sin poder dar acompañamiento, eso no tiene nada que ver con lo que creo que mi profesión tiene que hacer", explica Daniel, enfermero.

Añade que en su UCI "el más mayor tiene 70 años" y que "no es verdad que no haya jóvenes sin patologías previas muy graves".

Este profesional sanitario asegura a Efe que su peor momento fue la primera vez que se enfrentaron a la "salida" de un cuerpo de la UCI.

"Normalmente los cubrimos con una sábana y ya está, para que sea menos impactante a la vista. Ahora los metemos en una bolsa sellada que se recubre con otra bolsa de plástico y que tenemos que lavar con lejía. Es una imagen horrible, parece una serie morbosa de televisión, es lo peor que he visto", afirma compungido.

"Pero bueno, que esta batalla la vamos a ganar", remarca antes de volver a su tarea.