Se cuela cada día en los hogares españoles. Es médico e investigador, pero no lleva bata. Trabaja en un ministerio, pero no luce traje ni corbata. Su abundante pelo, canoso y revuelto, recuerda a un profesor sabio. No tiene gestos ni palabras bruscas. Su currículo es apabullante, pero huye de los tecnicismos. Domina tanto la materia que no necesita leer documento alguno. Fernando Simón, director de alertas y emergencias sanitarias, es esa clase de personas que quieres tener a tu lado cuando las cosas se complican, un sabio tranquilo que transmite calma hasta a los hipocondríacos. Es la cara visible de la lucha contra el coronavirus, un experto de primer nivel al que todos respetan y que está contribuyendo decisivamente a que España no caiga en el pánico colectivo de otros países. Al menos, de momento.

"Su discurso diario invitando a la calma se apoya en una comunicación no verbal tranquila y sosegada. Su expresión facial es afable y coherente con el mensaje que predica, pese a la gravedad de la situación. No se filtran en su rostro expresiones o microexpresiones de miedo o susto, tampoco de enojo. Al contrario, Simón se permite esbozar sonrisas, que es una conducta no verbal que invita a la conexión y la confianza". Así lo explica Susana Fuster, periodista, experta en comunicación no verbal y analista de conducta.

La crisis del ébola

No es la primera vez que Simón (Zaragoza, 1963) se ha colado en los hogares españoles. Ya lo hizo durante el Gobierno de Mariano Rajoy (PP), que le encargó ser portavoz sanitario y coger las riendas de la crisis del ébola después de que Ana Mato -dubitativa y nerviosa ministra de Sanidad- se enfangara en las ruedas de prensa y demostrara su ignorancia respecto al virus.

Simón no es un político. No ha venido a hablar de su libro. No vende motos. Ni titulares. Sabe mucho de lo que habla. Es médico y epidemiólogo formado en España, Inglaterra y Francia. Entre 2003 y 2011, fue jefe de la unidad de alerta y respuesta del Instituto español de salud Carlos III. Con experiencia internacional, es un referente en salud pública que en 2012 fue nombrado responsable del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del ministerio de Sanidad. Cada vez que hay una alerta sanitaria, Simón se cuela en los televisores de los españoles. Dueño de unos ojos azul intenso, mira fijamente a cada periodista y presta atención a lo que le preguntan, algo no muy habitual en el mundo de la política. No torea las preguntas sino que las responde. Y se las toma en serio.

Vaqueros y jersey

Comparece delante de los periodistas como iríamos todos un fin de semana a una casa rural: pantalones de pana o vaqueros, camisa y jersey o chaqueta de lana. "Empatizamos más y mejor con las personas que se parecen a nosotros", apunta la especialista en comunicación no verbal. Simón va armado con un bolígrafo y una carpeta llena de folios que no necesita mirar porque se lo sabe todo de memoria, complicadas leyes incluidas. Cuando comparece junto al trajeado ministro de Sanidad baja el micrófono del atril y admite entre sonrisas que lo hace porque Salvador Illa es más alto.

"Su prosodia emocional es muy buena: hace inflexiones de voz cuando debe, utiliza un ritmo pausado, modula muy bien, recalca las palabras importantes y, sobre todo, te lo cuenta como si estuvieras en el salón de tu casa, por eso su mensaje llega tan bien. Es muy buen comunicador", destaca Fuster, responsable de la web susanafuster.com. La especialista compara las tranquilas comparecencias de Simón con las del máximo responsable de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adham, que aparece trajeado y casi siempre con el ceño fruncido. Su lenguaje es más duro y lee su discurso oficial.

"En situaciones de crisis, la ciudadanía quiere ser informada. Tiene derecho. La transparencia y la comunicación son fundamentales. Nos da tranquilidad que Simón comparezca cada día porque interpretamos que no se nos están ocultado datos", argumenta Fuster, que concluye: "si quieres transmitir tranquilidad, has de estar tranquilo". Simón lo está.