El cultivo de marihuana se ha incrementado desde 2015, especialmente en un corredor mediterráneo que comprende las provincias andaluzas de Málaga, Granada y Almería, la Región de Murcia, toda la Comunidad Valenciana y Catalunya. El incremento de la actividad de cultivadores artesanales y mafias marihuaneras está determinando nuevas normas en el negocio. Estas son algunas destacadas, contrastadas en la experiencia de operaciones de la Guardia Civil y escritos de acusación de las fiscalías.

Dentro o fuera

Técnicamente, indoor u outdoor: cultivar en una edificación o en el campo. El cultivo bajo techo les es más productivo a los narcos, pues un control de temperatura y luz potente dan cosechas cada tres meses y más cogollos por planta. Pero los vecinos y el consumo de electricidad delatan el cultivo. Por eso no pocos prefieren el invernadero. Especialmente en Almería, un laberinto de 75.000 fincas hibernadas en el que es fácil esconder una plantación.

En alto

Si el marihuanero escoge el invernadero, generalmente elegirá uno al final del área de 'cortijos', accesible por un solo camino, con control de acceso y en alto. Así es más fácil la vigilancia, defensa o huída ante ataques de otros narcos o asedio policial. El invernadero principal de los registrados por la Guardia Civil en la Operación Acantha, de julio pasado, reunía todos esos requisitos… y estaba a 20 metros sobre los demás.

Barbecho

"El narco zonifica el invernadero", explican fuentes policiales, para tener siempre terreno de reserva y producción continua. En el negocio no conviene quedarse sin género, dando al cliente la oportunidad de buscarse otro suministrador. Para ocultar las plantas, colocará cultivos de tomates por delante, junto a la puerta.

La necesidad obliga

Hay una razón por la que agricultores de los invernaderos ceden a la tentación de la marihuana: el precio del suelo. Empresarios de agricultura intensiva suelen entramparse para conseguir terreno en el que plantar. Si el año ha sido malo y vienen los pagos, verá como solución alquilar a un marihuanero. A los dos les conviene: "El autóctono no se pringa con el cultivo, alquila"-explica un experto guardia civil-; y al inquilino le viene mejor alquilar que comprar: al no tener la finca a su nombre, apantalla su cultivo.

Discreción

En las escuchas, la Guardia Civil detecta un lenguaje cada vez más críptico. Los cultivadores de marihuana, incluso los menos profesionales, ya no son tan dicharacheros como cuando tener una planta en la terraza era una exótica novedad. Para las redes grandes, la localización de plantaciones es ya materia de omertá. Para no desvelar a otro narco la ubicación de su plantación, el cultivador, aunque sea modesto, negociará y entregará cogollos en un punto alejado de la cosecha.

Porros y ladrillo

El estallido de la burbuja inmobiliaria generó en la costa levantina, murciana, almeriense y granadina un gran parque de chalés y urbanizaciones vacías, sin vender. "Eso propició la proliferación del cultivo en viviendas", relatan fuentes de la Guardia Civil, que añaden: "Y atrajo al cultivo a parados del sector de la construcción que, con el final de la crisis, no han vuelto a la obra".

En red

Los cultivos domésticos, por pequeños que sean, son susceptibles de federarse. Un chico, generalmente un ni-ni, planta en su casa, como otros tantos en el barrio. Y esos venden de una vez a un líder: es menos arriesgado que andar trapicheando poco a poco en la calle. Por la misma razón, varios líderes venden a su vez otro más arriba en la pirámide.

Escala

El kilo de marihuana en cogollos, plastificados y puestos en Europa, vale 3.000 euros de media. Un vigilante de plantación (24 horas de guardia en pésimas condiciones) cobrará 1.000 euros de media al mes. Abundan en esa labor los guardas magrebíes, que ayudan en la cosecha. El plantador artesanal sacará 2.000 euros al mes si tiene venta estable. La última determinación de precio en las transacciones entre redes se detectó en la operación Extinde de la Guardia Civil (enero pasado). Los narcos polacos de Alicante bajaban a Murcia a comprar marihuana al por mayor a otros plantadores a entre 1.000 y 1.500 euros el kilo.

Defecto de forma

Los abogados de los narcos de la maría "trabajan como si tuvieran una plantilla", relatan fuentes de la fiscalía. Según su experiencia, se repite una doble pauta de la defensa: siempre hay dinero para pagar la fianza, y casi siempre atacan la instrucción denunciando la violación de derechos del narco en las escuchas policiales, tratando de derribar todo lo que pruebe que plantaban para comerciar. Además, suelen atacar la credibilidad del análisis de THC que encarga el juzgado.