Con memoria de elefante no exenta de selectivas lagunas, Alberto Oliart (Mérida, Badajoz, 1928) lanza un libro de recuerdos personales, 'Los años que todo lo cambiaron' (Tusqutes), veinte años después de publicar 'Contra el olvido'. Oliart quiere dar testimonio de vivencias de una época, la Transición, cuya ejemplaridad se apaga entre unas nuevas generaciones que empiezan a verla como la batallita del abuelo.

Oliart reprocha a los políticos actuales su poca cintura para alcanzar acuerdos, aboga por dialogar "pero midiendo las concesiones" con los separatistas catalanes y, ministro de Defensa con Leopoldo Calvo Sotelo tras el golpe de Estado del 23-F, critica que generales retirados del Ejército hayan respaldado a Vox. De lo que no se quiere acordar Oliart es de su salida de RTVE tras adjudicar a un hijo el soporte técnico de un programa. "Me fui por salud", zanja este jurista que presume de caerle bien a todo el mundo. Con su ex yerno Joaquín Sabina, por ejemplo, se lleva "de maravilla".

- ¿Escribe usted 'Los años que todo lo cambiaron' para tratar de rescatar una Transición que pierde prestigio de forma acelerada?

- Lo que es peor es que lo que ha caído en desgracia es el consenso que guió aquella Transición, y todo porque la manera de hacer política hoy se basa única y exclusivamente en ir contra el otro. Esto conduce al hastío de la población. Pero ahora se ha impuesto la realidad, y unos y otros se encuentran en una encrucijada gracias al último discurso del rey Felipe VI, en la apertura de la legislatura.

- En el que dijo que "España no puede ser de unos contra otros".

- Exacto. Al final, los políticos de hoy en día tendrán que hacer lo que hicimos nosotros. Fuimos capaces de sentarnos en torno a una mesa desde la derecha de Manuel Fraga hasta el Partido Comunista de Santiago Carrillo. La política merece la pena cuando lo que haces sirve para mejorar la situación de la sociedad.

- ¿Con qué discurso del Rey se queda: con el de la apertura de esta XIV legislatura o con el polémico del 3 de octubre de 2017?

- Me quedo con los dos. Aplaudo la apuesta por la concordia del último discurso, pero lo que no puede hacer el Rey es tragar con la deslealtad de una comunidad autónoma ni dejar de exigir al Estado que asegure el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones. Que Felipe VI llame a la unidad es compatible con su contundencia el 3-O sobre Cataluña.

- ¿Le pareció relevante que los ministros de Podemos, con Pablo Iglesias al frente, aplaudiesen en aquella jornada a Felipe VI mientras que sus diputados se abstenían de hacerlo?

- Esa es una estrategia llena de incoherencia: por una parte, contento a mis electores, a los que he dicho que soy antimonárquico, y por la otra me aseguro los asientos en el Consejo de Gobierno. Así se queda bien con los unos y con los otros.

- ¿Le impresionó el documento antimonárquico de ERC, la CUP, Bildu y BNG en el que afirmaban que no tienen Rey?

- Es un error de libro porque además hacen esa proclama arrogándose la representación de la totalidad de las sociedades catalana, vasca y gallega.

- Por cierto, ¿cómo vive el desafecto que comienza a envolver a la figura del rey Juan Carlos I, según usted, el personaje clave en desactivar el golpe del 23-F?

- Don Juan Carlos ha cumplido su función constitucional de forma intachable. Lo que sucede es que ahora en España está de moda cargar contra la Monarquía. Habría que recordar las dos experiencias nada positivas de república que tuvimos el siglo XIX.

- Pero en los últimos años a Juan Carlos I también le atribuyen episodios menos encomiables.

- Es indigno airear la vida íntima de las personas, incluso la del rey Juan Carlos I. No se puede quedar uno con los dimes y diretes de cuestiones amatorias cuando él ha sido el artífice de la llegada de la democracia y la libertad a España. Lo demás, me parecen pequeñeces.

- Quizá en esa valoración pese más su amistad que la objetividad.

- Cuando conocí a don Juan Carlos, me dijo que tanto él como yo, por generación, deberíamos de ser republicanos. Yo le respondí que tras haber escuchado su discurso de proclamación en las Cortes me había convencido de que iba a ser él quien trajese la democracia a España. Tengo el defecto de ser demócrata desde los doce años.

- ¿Qué propone usted para abordar la situación de Cataluña, un país que usted conoce bien y donde la mitad de la población es hoy independentista?

- Creo que España no puede ser una confederación. Sería una aventura peligrosa. Para encauzar esta situación que se ha salido de madre hay que apostar por el diálogo, pero teniendo midiendo muy bien las concesiones. España es un país plural en cuanto a culturas y eso ya quedaba claro en los estatutos catalán y vasco redactados en 1979.

- ¿Ve usted hoy al PSOE alejarse del marco constitucional tras pactar con partidos como ERC, Podemos o el PNV?

- Siempre he defendido el diálogo y el entendimiento. Ahora bien, este acuerdo me parece que responde más a cuestiones de supervivencia del secretario general del PSOE que a otra cosa.

- ¿Cómo valora la dureza con la que el PP y Ciudadanos responden a la buena relación institucional que el presidente Pedro Sánchez trata de tener con el president Quim Torra, inhabilitado por la JEC?

- La derecha está obsesionada con acabar con Pedro Sánchez y se equivoca al lanzarse al cuello de un presidente que trata de encauzar unas relaciones rotas desde hace tiempo. Otra cosa será lo que salga o no de esa intención de llevarse bien que no tiene por qué llegar a buen puerto. Pedro Sánchez no es el Adolfo Suárez de una nueva transición.

- ¿Ve usted a la derecha desorientada por la irrupción de Vox?

- Lo que me preocupa es que Vox haya sido fundada con el respaldo de generales del Ejército, a los que veo muy orgullosos del partido. Un militar no puede hacer política, al menos así era cuando yo fui ministro de Defensa. Siempre he creído que el neofranquismo latía con fuerza en España.

- ¿Cómo recuerda su experiencia al frente de RTVE en el Gobierno de Zapatero, cuando acabó dimitiendo por la polémica adjudicación a una empresa de su hijo de la cobertura técnica de un programa de televisión?

- ¡Qué va, qué va!¡ No dimití. Me tuve que ir por una cuestión de salud. Me lo aconsejó el médico y le puedo asegurar que me llevo muy bien con la gente de RTVE, donde trabajé mañana, tarde y noche por defender la información imparcial y huir de la propaganda.

- Es tiempo de recuerdos para usted, que los lleva hilando años en páginas de libro, y no solo los políticos, también los personales. Supongo que el peor, el que nunca se puede olvidar, es la pérdida de dos hijos.

- Eso es lo peor que le puede pasar a un padre. Alberto falleció en un accidente de tráfico cuando yo era ministro de Defensa. Antonio, tres años después, tras pasar por innumerables operaciones.

- Y ¿cómo encajó usted que una de sus hijas se enamorase de un rojo confeso como Joaquín Sabina?

- Mi hija Isabel me demostró lo lista que es, y gracias a ella tengo amigos y soy respetado en todas las partes. Sabina vino a vernos a mi mujer y a mí para decirnos que estaba muy enamorado y que mi hija y él iban a ser padres. No sé si esperaba que yo le diera la mano de mi hija, porque ella ya tenía más de 30 años y poco podía darle ya. Le pregunté a Isabel si se quería casar con él y fue tajante al decir que no. Me une un gran cariño a Sabina, que además me ha dado dos nietas fantásticas.