El diestro lorquino Paco Ureña es uno de los nombres propios de 2019, un año en el que reaparecía tras la grave cornada sufrida en Albacete -y que le hizo perder un ojo- y en el que ha logrado ser triunfador de San Isidro y Bilbao, entre otras plazas. Aunque su gran éxito, dice, ha sido lograr que la gente olvide su problema al mostrarse igual o mejor que antes de aquella fatídica corrida en La Mancha. El torero murciano estará mañana en Abarán junto a Enrique Ponce y Perera en un cartel de lujo para conmemorar el 20 aniversario de la reinauguración del coso y rendir tributo a San Cosme y San Damián, y el domingo volverá -también con Perera- a una de sus plazas fetiche: la Monumental de Las Ventas (Madrid).

Parece mentira que hace un año estuviera pasando por uno de los momentos mas duros de su vida y que, 365 días después estemos hablando de usted como el gran triunfador del 2019.

Me hace sentirme muy orgulloso el haber sido capaz de superar una situación muy complicada en mi vida y poder seguir adelante cumpliendo mi sueño. Para mí es un milagro todo lo que ha pasado. Doy gracias a Dios por poder levantarme cada día y seguir toreando.

Valencia, Nimes, Almería, Madrid, Santander, Bilbao, Murcia, Logroño.... Un palmarés triunfal que habla por sí solo.

Ha sido una temporada en la que conforme iba avanzando me he ido encontrando mejor. He ido mejorando y corrigiendo muchas cosas para adaptar mi problema a mi forma de torear; luego los resultados han ido acompañando y han dado forma a un año increíble.

De todas estas tardes sobresalen fundamentalmente dos: Madrid y Bilbao. ¿Cómo fueron?

Lo de Madrid fue cumplir un sueño, mío y de todos los aficionados y seguidores que tanto han empujado estos años atrás para que se hiciera realidad. Bilbao fue algo que ni soñándolo. Fue una tarde histórica, pues, tirando de hemeroteca, hacía muchísimos años que nadie cortaba cuatro orejas en dos toros. El último en hacer algo parecido creo que fue el maestro Cordobés y creo que lo hizo matando tres toros por el percance de un compañero.

Ahora, para redondear la temporada, otra vez Madrid.

Después de lo de San Isidro sinceramente podía haber pospuesto este reto para el año que viene. Pero los toreros debemos afrontar los compromisos cuando vienen, y, sobre todo, porque no podía privar al público que tanto me quiere el volver a verme.

Recuerdo aquella tarde de agosto de 2013 cuando llegaba a confirmar con su maleta cargada de ilusión para tratar de dar impulso una carrera que cada vez se estaba poniendo más complicada.

La maleta ahí venía vacía ya. Solamente cabía esperar un milagro, y afortunadamente ese día Madrid me dio el aliento y el oxígeno para seguir luchando.

¿Cómo se hace para no tirar la toalla en esos años tan duros?

Fueron días en los que era incapaz de ver la luz; porque no fue un año, fueron siete desde que tomé la alternativa. Sinceramente pensé muchas veces que nunca iba a tener la opción de salir adelante, pero luego había algo dentro de mí que me decía: «Tu mente te está mintiendo, tú tienes algo que no puedes dejar que no se muestre». Eso y el amor al toro me hizo aguantar.

A raíz de aquella tarde comenzó un maravilloso idilio con la plaza más importante del mundo.

En Madrid lo he vivido todo: tardes de gloria, de fracasos estrepitosos, tardes de muchas cornadas..., pero siempre he notado el aliento y la confianza de la afición, incluso en esos momentos en los que yo mismo era incapaz de ofrecer lo que se esperaba de mí.

Antes hablábamos de malos momentos, pero, sin duda, el más crítico llegó el 14 de septiembre del 2018 en Albacete.

Es algo con lo que voy a convivir toda mi vida, pero a la vez estoy muy satisfecho de haber sido capaz de no mostrar ninguna flaqueza delante del público y que, incluso, se lleguen a olvidar de mi problema. Podía haber vendido todo de otra forma, pero yo no soy así. Tenía claro que tenía que reaparecer como si fuera una temporada normal y pisar sitios de máxima responsabilidad. Es verdad que me ha pasado algo que me limita en mi vida diaria, pero afortunadamente no me limita para ser el torero que quiero ser. Solamente puedo dar gracias, porque si este percance me hubiera impedido torear hubiera acabado con el torero y con el hombre.

Cuando le dijeron que perdía el ojo, ¿pensó en que era el final?

Solamente pensaba en cómo lo iba a hacer para adaptar mi toreo a este problema. Eso sí que lo pensé y me quitaba el sueño.

En Madrid, al menos, es considerado uno de sus toreros.

Me siento muy halagado, pero para que yo me pueda considerar torero de Madrid debo entregar todavía muchísimas cosas en esa plaza. Lo haré, porque ahora disfruto más de la vida y ya no me obsesionan las cosas que antes me hacían perder el sueño.