No falló Cuadri al seleccionar la ganadería de la quinta novillada de la Feria del Arroz, en una edición tan especial como la trigésima, donde además se disputa el prestigioso trofeo 'Espiga de oro'. Abrió cartel Carlos Aranda, que después de saludar al toro con el capote, cuajó una seria faena con la muleta, interpretando el toreo puro y clásico. Llevó a su rival muy templado por la derecha y algo más salpicado por la izquierda. Faena malograda por la espada, recibiendo dos avisos y pidiendo disculpas al público por el bajonazo con el que acabó con la vida de Navegante.

Novillo enorme, el siguiente de su lote, y que salió abanto. Largo puyazo y buen comienzo en la muleta hasta que se paró. Se eternizó con la espada.

Con subalternos como los que trajo Aquilino Girón a la plaza, mejor venir solo. Empezó bien la faena, saludando a su primero con una larga cambiada por el pitón izquierdo, para después lancear con estilo y sobriedad. El cachondeo vino en el tercio de las banderillas. Hacía mucho tiempo que en La Caverina no se escuchaban palmas de tango, al ver como los peones continuamente se subían 'al olivo', creando un malísimo ambiente para la faena de muleta, que fue muy breve ante un novillo muy exigente y que concluyó de mala manera. Nada que reseñar en el siguiente de su lote, ni en capote ni en muleta, solo la ridícula lidia en banderillas, repitiendo la película.

Cristian Pérez paró a su primero con torería y decisión, pese a la codicia con la que entraba al capote. Un novillo de esos que se comen los engaños y al torero en un abrir y cerrar de ojos. Con la suerte de banderillas llegó el escándalo, hubo que traer otra caja de banderillas y más de cien capotazos, por lo que el toro que hubiera optado al mejor toro de la feria, solo aguantó media faena de muleta con un pitón derecho de ensueño, al que el de Hellín no se arrugó ni se escondió, plantando cara con torería y valor.

El que cerró plaza volvió a repetir la triste película de la tarde, a pesar de que le puso voluntad para conseguir lucirse con el capote. Cuando llegó la suerte de banderillas, volvieron a llevar a cabo una espantosa lidia, provocando las risas del público y aburriendo hasta el toro. Después con la muleta llevó una deslavazada faena sin nada que reseñar. Tan solo la entrega del torero, que firmó otra malograda suerte en los aceros.