Recordar la infancia a lengüetazos es solo una de las recompensas de comer helado, aunque no la única destacable: los 'me gusta' en redes sociales se han convertido en otro objetivo igual de importante. Los consumidores premian la originalidad. Por eso, los donostiarras Íñigo Galdona y Oier Almandoz, que vivían en Nueva York y China respectivamente, decidieron reencontrarse en San Sebastián para crear «una nueva cultura del polo» a partir de su marca Loco Polo, cuenta Galdona. Estas paletas se alejan de los tradicionales polos de hielo evitando aditivos, explica el cofundador: «Nuestro único conservante es el más potente, el frío».

Bañados en chocolate líquido y adornados con coberturas como el coco rallado, sus coloridos polos han destronado al humilde corte tricolor, que no encuentra su sitio en las publicaciones de Instagram.

Las redes sociales tienen mucho que ver con el éxito de heladerías como Ice & Dreams, decorada con ladrillo visto y un neón rosa que dice 'Cariño, me hicieron en el cielo', el fondo perfecto para sacar una foto a sus cucuruchos adornados con una nube de algodón de azúcar.

Aún mejor que fotografiar el resultado es retratar todo el proceso de elaboración, sobre todo cuando es tan innovador como en N2 Lab, la primera heladería de Madrid que utiliza nitrógeno líquido para hacer sus creaciones. Después de combinar las bases de los 'nitrolados' con galletas, chocolatinas y salsas se añade todo a una batidora para verter el nitrógeno líquido y que empiece una humeante exhibición digna de fotografiar.

También en las mesas de BiBo Madrid, una de las 'marcas' del 'triestrellado' malagueño Dani García, los camareros preparan en la mesa un helado con nitrógeno líquido «y mucha espectacularidad». No en vano el cocinero fue pionero en España en el uso de este potente refrigerante.

Otro hipnótico espectáculo que merece la pena registrar con la cámara es la elaboración de los populares helados enrollados, una tradición tailandesa llamada 'itim pad', que preparan en la heladería Xis Khrim de Valencia o en las franquicias Ice Wave y Rolls&Co, con tiendas repartidas por España. Sobre una plancha a 30 grados bajo cero y con la ayuda de dos espátulas se mezcla a conciencia la base de helado con los ingredientes escogidos por el cliente hasta que todo está integrado y listo para formar unos rulos.

También desde Asia llegaron los 'taiyakis', unos helados japoneses con base de gofre en forma de pez, que han generado desde su llegada a la capital en 2017 largas colas de personas que, teléfono en mano, esperan su turno a las puertas del pequeño local La Pecera, que ahora ha abierto nuevos establecimientos.

Frente a las nuevas tendencias internacionales se imponen las heladerías de siempre con toques innovadores, como la riojana dellaSera en el centro de Logroño, donde «cocinan el frío con sabores asociados a los estímulos», como sombra de higuera, mazapán riojanito o lías de vino blanco fermentado en barrica. «Es un reflejo de la materia prima que nos envían y de quienes la producen», explica el heladero Fernando Sáenz para hablar de sus creaciones, que denomina «gastronomía bajo cero».

De novedades con tintes tradicionales sabe también Jordi Roca, pastelero del restaurante El Celler de Can Roca (Girona) y el más pequeño de los célebres hermanos, que aúna todo lo que Instagram puede desear en su heladería Rocambolesc: un universo onírico donde la cultura popular es protagonista. Entre sus polos con sello de estrella Michelin está el Dedo de Colón, inspirado en el navegante que se suele representar señalando al horizonte; el Velencoco, hecho a partir del cuerpo del modelo Andrés Velencoso o el helado oscuro, de sorbete de arándanos con vainilla y forma del casco de Darth Vader.