Si no percibimos que las mujeres están totalmente dentro de las estructuras de poder, entonces lo que tenemos que redefinir es el poder, no a las mujeres». Leía recientemente Mujeres y poder, de Mary Beard, y reflexionaba sobre nuestro papel, el de las mujeres, en la sociedad. Sobre las trabas que hemos ido superando a lo largo de nuestra historia. El empeño de la historia por silenciar nuestra palabra, por invisibilizarnos hasta reducirnos a meros objetos, débiles y dependientes de los hombres.

Pensaba también en las oportunidades que no tuvieron nuestras madres ni, mucho menos, nuestras abuelas. Reflexionaba sobre los derechos y libertades que tanto mis hijas como yo podemos disfrutar hoy en día, pero también concluía que aún nos quedan muchos retos por alcanzar, y que no podemos dar por plenamente conquistados cada uno de los derechos conseguidos. Porque si seguimos reivindicando este 8 de Marzo es debido a que aún existen brechas que cerrar y un riesgo real de involución con los discursos recientes que ponen en cuestión la esencia del feminismo.

Los números muestran nuestra verdadera realidad: las mujeres tenemos salarios inferiores al de los hombres, sufrimos más el desempleo, tenemos mayores tasas de temporalidad y somos las que optamos en mayor proporción por las jornadas reducidas para compaginar el trabajo con el cuidado de la familia. Los estudios recientes también confirman que la presencia femenina en los máximos órganos de dirección apenas ha avanzado, y seguimos estando muy lejos de nuestros socios europeos.

Los números, lamentablemente, también nos ponen frente a la lacra de la violencia machista y esta realidad exige del compromiso de todas las fuerzas políticas sin que dé lugar a ningún tipo de debate. Nos matan simplemente por ser mujeres. Son hechos y ahí están.

Formo parte de un Gobierno con mayoría de mujeres y, sin embargo, como también señala Beard en su libro, seguimos siendo percibidas como elementos ajenos al poder. Y en muchos casos se nos trata de intrusas cuando conseguimos acceder a él.

Sigue siendo imprescindible y más necesario que nunca hacer políticas feministas y que sean aplicadas desde todos los ámbitos, comenzando en las escuelas y pasando por las familias, las empresas y las instituciones pues todos, absolutamente todos, tenemos la responsabilidad de contribuir a mejorar nuestras sociedades.

En estos nueve meses de Gobierno hemos tratado de construir una sociedad más igualitaria y justa desde la fiscalidad y la elaboración de las cuentas públicas. Nos hemos puesto las gafas de género y desde esta perspectiva hemos planteado iniciativas para impulsar la presencia de mujeres en los consejos de administración de las grandes empresas. Apostamos por ampliar el permiso de paternidad de cinco a ocho semanas, como una medida fundamental para favorecer la conciliación para que las mujeres no tengan que elegir entre ser madres o desarrollarse profesionalmente, y recientemente hemos aprobado que las empresas de más de 50 trabajadores publiquen los salarios de sus empleados por categorías para evitar la discriminación por géneros. Además, en nuestro Proyecto de Presupuestos, planteamos la reducción del IVA de los productos de higiene femenina del 10 al 4% y destinamos 220 millones de euros para combatir la violencia machista. La mayor partida llevada a cabo en la democracia.

La unión del voto de las derechas y de los independentistas ha impedido tramitar los Presupuestos y, como consecuencia, parte de estas medidas no han podido implementarse. Otras, como la ampliación de los permisos de paternidad, sí hemos podido llevarlas a cabo. En cualquier caso, confío en que en el futuro logremos poner en marcha el resto de iniciativas que nos hemos dejado en el camino, porque son positivas y justas para las mujeres en particular y para la sociedad en general.

Urge seguir avanzando en políticas de igualdad. Ésta no debe ser una tarea para el futuro, sino que desde empresas e instituciones debemos trabajar para que sea una realidad real. Ahora. Pues se lo debemos a las que lo intentaron y no lo pudieron disfrutar, porque nos lo debemos también a nosotras, pero, sobre todo, se lo debemos a nuestras jóvenes de hoy en día.

Frente a la involución que proclaman las derechas, no debemos permitir más pasos atrás. Nuestra sociedad no puede renunciar a la mitad del talento. Luchemos para que nuestras hijas puedan formarse, independizarse, vivir con dignidad, sin que tengan que encadenar trabajos precarios que trunquen sus planes vitales. Luchemos para que puedan decidir por sí solas, para que nadie les diga lo que tienen que ser y hacer. Luchemos para que nunca más tengan que volver a casa con miedo.

El futuro será de las mujeres o no será. Nosotras somos la verdadera revolución. La igualdad de género es la corriente transversal que, junto al combate contra el cambio climático, pueden convertirse en los nuevos ejes transformadores que se requieren a escala internacional para reforzar los sistemas democráticos. Porque ambas son corrientes inclusivas, intergeneracionales, con afectación local y global, y que reivindican soluciones que mejoran la vida de todos y de todas. Porque avanzar en la igualdad entre hombres y mujeres y en un mejor medioambiente mejora la economía, la capacidad.

Como dice la joven activista sueca, Greta Thunberg, que ha liderado el Movimiento Fridays for Future exigiendo medidas que frenen el cambio climático: «Todo lo que tenemos que hacer es despertar y cambiar».

Hagámoslo posible entre todas.