El día 8 de Marzo se ha convertido desde hace años en una de las fechas más señaladas del calendario político y social en todo el mundo. Una fecha que recuerda la necesidad de seguir trabajando para construir sociedades más equilibradas y justas, en donde impere la igualdad de género en todos los terrenos, fundamentalmente en el laboral y salarial.

Pero también es una fecha que debe llevarnos a reflexionar sobre los logros alcanzados, que son muchos y se han sucedido con mucha rapidez. Es cierto que queda por avanzar y que aún persisten en determinados niveles de nuestra sociedad múltiples espacios en donde existen barreras que dificultan la igualdad de oportunidades. Pero también es verdad que hemos evolucionado en una o dos generaciones mucho más que en todas las precedentes, y que hoy las nuevas generaciones de mujeres no ven como un obstáculo cuestiones que a sus madres les parecieron complicadas y a sus abuelas poco menos que insalvables.

La educación es, sin duda, el ámbito en el que se deberían concentrar las principales medidas en favor de alcanzar una sociedad más igualitaria. Una educación que ofrezca las mismas oportunidades de desarrollo para todo el mundo y que trabaje para eliminar cualquier prejuicio sobre las capacidades o el potencial de una persona en función de su sexo.

Si somos capaces de alcanzar desde la infancia una educación en igualdad tendremos el camino allanado para que, de forma natural y sin imposiciones, ese equilibrio acabe permeando a todos los niveles, especialmente en el mundo laboral y en la vida pública.

De ahí la importancia que le doy tanto a la educación en edades tempranas como al cumplimiento, dentro de una empresa, de la máxima de unas mismas oportunidades para todo el mundo.

Y es que estoy convencida de que lo mejor que podemos hacer desde el ámbito de la empresa privada es precisamente eso: velar por la igualdad de oportunidades, incentivar las mismas ambiciones y vigilar para que cualquier persona, independientemente de su sexo, pueda albergar a priori las mismas esperanzas de alcanzar sus objetivos.

Creo que las mujeres hemos dado sobrado ejemplo en estos años de que podemos alcanzar la misma posición y optar a los mismos puestos que los hombres; y las mujeres jóvenes son conscientes de esa circunstancia.

Lo que nos toca a quienes tenemos responsabilidades empresariales es poner de manifiesto que esa ausencia de discriminación es, además, un buen negocio, pues una empresa equilibrada y diversa es siempre más flexible, tiene una perspectiva más amplia y, en consecuencia, mayor capacidad para captar las necesidades sociales y los cambios que se producen en su entorno.

En Bankinter somos perfectamente conscientes del valor de la igualdad. Es por ello que en un sector tradicionalmente masculino, como el financiero, siempre hemos mantenido una plantilla equilibrada, en donde las mujeres ocupan hoy el 50% de los cargos directivos y el 33% de los puestos del Consejo; en todos los casos por sus propias capacidades y no por imposición. Eso es precisamente lo que yo considero importante, que ese tipo de situaciones sean el resultado de un proceso natural y que, como tal, sean 'naturalmente' percibidas y aceptadas por todo el mundo.

Son ese tipo de percepciones las que nos señalan que estamos en el buen camino.