Leo es un cruce de perro mastín al que la vida le ha sonreído más bien poco. El animal ha pasado los últimos siete meses encerrado en una pequeña jaula de una perrera de Crevillent, donde ha perdido casi 23 kilos. Llegó allí tras atacar, supuestamente, a una mujer en una finca de Dolores. Sólo ella sabe qué pasó exactamente ese día. En su parcela habitaban 26 canes que fueron rescatados en pésimas condiciones. Al parecer funcionaba como albergue al margen de la legalidad. Ahora un grupo de animalistas ha conseguido su custodia y está siendo tratado con un adiestrador. Aseguran que, sorprendentemente, no han encontrado signo alguno de agresividad en su conducta.

«El perro estaba en unas condiciones que daban pena en las instalaciones de Cereco. Era una jaula diminuta de 70 centímetros por 1,20 y todo apunta a que no salió de allí nunca. Pesaba casi 40 kilos y lo encontramos con 17. Apenas tenía fuerzas para mantenerse en pie, se le caía la baba y no podía ni subir por sí mismo a la furgoneta. Sólo se movió cuando le pusimos salchichas», explica Sandra Arribas, de la asociación animalista «Huellas Salvadas».

Ella fue una de las que participó en la operación para rescatar a los 25 perros que vivían con Leo en esa finca de Dolores. Ocurrió el 16 de enero, cuando la supuesta cuidadora fue agredida y trasladada al Hospital General de Alicante, donde tuvo que ser intervenida por lesiones de gravedad. Según Arribas, diversas asociaciones animalistas estaban investigado la existencia de esa instalación, sin regularizar y promovida por una asociación que, enfatiza, realizaba «prácticas irregulares y colectas de dinero» mientras los perros no estaban en buenas condiciones. Tras el suceso, el colectivo cerró sus redes sociales y nunca más se supo.

Los 26 animales rescatados aquel día fueron llevados a las instalaciones de Cereco en Crevillent, una empresa que trabaja para el Ayuntamiento de Dolores en la recogida de animales callejeros y cadáveres de fallecidos. Tras esto los animalistas consiguieron la custodia de todos ellos menos de Leo, que debía permanecer allí mientras estaba en curso una investigación judicial. Fue el pasado 16 de agosto cuando, archivado el caso, pudieron recoger al cruce de mastín. «Le preguntamos al responsable de Cereco cómo era posible que el animal hubiera llegado a ese estado. Lo estábamos visitando regularmente y un adiestrador le hizo pruebas de conducta. Estaba bien pero en el último mes perdió mucho peso y no hicieron nada para ayudarlo. Sólo nos dijeron que en los 15 días anteriores no quería comer. Esa perrera debe de tener un veterinario pero nunca se le atendió como se debería. Si tardamos un poco más el perro se muere porque no se podía ni mantener en pie», añadió Arribas.

Leo se encuentra ahora en las instalaciones de un adiestrador profesional en Mutxamel, Ángel Mesías Garrido, al frente de Perros Terapéuticos. Allí está recuperando peso y se le están practicando pruebas veterinarias. Según Arribas, tiene anemia y enfermedades transmitidas por garrapatas que se podrían haber tratado. Sólo hacía falta darle una pastilla al mes al animal «algo por lo que debe velar el veterinario y que nunca hizo», insiste la animalista. Por todo ello, el adiestrador que se ha ocupado ahora del can ha iniciado una recogida de firmas en internet para pedir a la Generalitat «el cierre del campo de exterminio de perros» ubicado en Crevillent y que trabaja para una gran número de municipios de la provincia.

Sentencia de muerte

«Entrar en sus instalaciones para un animal es prácticamente firmar su sentencia de muerte y los que consiguen salir lo hacen cargados de enfermedades como es el caso de Leo. La solución es cerrar este centro y todos los que sean iguales, asesorar a los ayuntamientos para conseguir el sacrificio cero contratando entidades éticas que miren por el bien estar animal», se detalla en change.org.

Mientras los animalistas se están organizando para pedir responsabilidades en el juzgado tanto a la falsa asociación que mantenía ese albergue como a Cereco, los responsables de esa empresa admiten que Leo apenas ha podido salir de esa jaula porque era «agresivo hasta con la persona que le daba diariamente la comida». Aseguran que el animal estaba recibiendo antibióticos por la pérdida de peso y creen que podría sufrir depresión tras estar tantos meses encerrado. Insisten además en que siempre ha tenido pienso y agua. «Aquí sólo se sacrifica a los animales agresivos o con enfermedades de las que no se pueden recuperar. A los demás se les integra en un programa de adopción para buscarles familias», defienden desde Cereco. No obstante eso es algo los animalistas no se creen por lo que piden el cierre de la perrera y prometen seguir dando batalla.