Una corrida de Miura, de presentación impropia de su leyenda y de la plaza de Madrid, abrió ayer con su violenta mansedumbre la que se conoce como semana 'torista' de San Isidro y que ocupa tradicionalmente el último tramo del largo mes de abono de Las Ventas.

Falló ayer la legendaria divisa sevillana, y no solo por su pésimo y negado juego, que también, sino ya de antemano por presentar una corrida de tan deslavazadas hechuras, impropias de su estirpe, y de tan escaso remate, incluso con algunos toros de aspecto anovillado a pesar de su volumen.

Lo que llevaban dentro tampoco mejoró la primera impresión visual, pues todos mansearon más o menos en varas y llegaron a la muleta parándose, midiendo a los toreros, orientándose algunos y reservando sus fuerzas para defenderse a violentos cabezazos ante el más mínimo intento de hacerles tomar los engaños.

Hubo solo una excepción que confirmara la regla, que fue la del segundo, un cárdeno con mejor lámina que sus hermanos y que, quizá por eso, desarrolló una manejable nobleza, embistiendo con mayor entrega y continuidad por el pitón izquierdo.

Pepe Moral consiguió con él algunos de los escasos momentos lucidos del festejo, en concreto varios naturales de limpio trazo y un par de series ligadas con la derecha. Solo que, a veces molestado por el viento, otras quedándose algo corto en la apuesta, no logró amacizar una faena que además remató mal con los aceros.

También entrando a matar sufrió una tremenda paliza del primero de la tarde, un 'miura' desrazado al que macheteó pronto pero que, en el último embroque, le esperó con sentido para golpearle secamente en el pecho, zarandearle y, milagrosamente, romperle solo la banda de la taleguilla.

Aunque no resultara herido, el veterano torero murciano acusó las consecuencias síquicas del percance ante su segundo, que resultó más complejo y soltó tan duros tornillazos como el quinto, con el que Moral tampoco pudo pasar de un breve trasteo de aliño.

Por su parte, el joven Román, que cerraba su paso por la feria con este último esfuerzo, le puso a la complicada lidia de los 'miuras' un decidido empeño, sin mayores resultados con el creciente sentido del tercero pero realmente meritorio y loable ante la violencia reservona del sexto.

Fue este último el toro de mayor trapío y más en tipo de la ganadería, el más 'miura', o el único, de toda la corrida, que además ya centró toda la atención del tendido cuando, nada más salir al ruedo, saltó limpiamente al callejón por el burladero del tendido siete.

Desde ese sector de la plaza fue, exactamente, desde donde más partido se tomó por el serio cárdeno, al que quisieron ver como bueno cuando, en un alarde de entrega y a base de tragar quina, el torero valenciano encauzó en su muleta algunas de sus inciertas y bruscas arrancadas.

Un auténtico esfuerzo el de Roman pero que, como preámbulo del sectarismo torista que se adueñará esta próxima semana de Las Ventas, apenas si se le valoró. Casi al contrario.