"No soporto el bullying. Me desconcierta lo que pueda pasar en el colegio". Una nota en la nevera de casa fue la primera y grave señal de alarma lanzada por un niño de 9 años. Oviedo, Asturias, 2016. El pequeño estaba siendo acosado por dos compañeros de colegio y vivía una pesadilla a la que sólo encontraba una salida, el suicidio.

No quería ir a clase, le pegaban, le empujaban, le tiraban los libros que llevaba en la mano y le hacían el vacío en el recreo, él se refugiaba en la biblioteca a leer, como forma de evadirse del infierno que sufría.

Meses después la madre del pequeño encontró otra nota escondida en un anuario del colegio. Un dibujo infantil. Los dos compañeros acosadores aparecían muertos, uno sin cabeza y otro arrojado desde un puente. Finalmente el pequeño se suicidaba. En el dibujo, sólo una frase: "Lo siento".

No tuvo valor ni para enfrentarse a sus compañeros ni para suicidarse. No lo tuvo. Él mismo se lo explicó a la madre la noche que le encontró durmiendo en el sofá con un cuchillo sobre le mesa del salón. "¿Para qué quieres ese cuchillo, tuviste que cortar algo por la noche, una caja de galletas?", le preguntó ella simulando cierta inocencia en la interrogación. "No, mamá, ya sabes para lo que era". Quería morirse, así de crudo. Prefería morir a seguir sufriendo.

Es la terrible situación de un pequeño que sólo pide una cosa, sonreír. "¿Cuándo volveré a sonreír, mamá? Me río cuando algo me hace gracia, pero no soy feliz, yo no quiero estar así", dijo a su familia.

Nueve años y una depresión como un paisano de 40 años. Es a lo que se enfrenta día a día, con la fuerza y la debilidad de un pequeño héroe que poco a poco empieza a verbalizar lo que le ocurrió aunque meses después y tras haber cambiado de colegio sigue sin conciliar el sueño. Lo superará, pero le quedará para toda la vida ese regusto amargo.

Desgarra ver cómo el pequeño se lo cuenta a una amiga, como le explica que le hacían bullying en el colegio y cómo ahora tiene nuevos amigos. Pero también hay una esperanza. Las campañas de sensibilización han cuajado entre los críos. El niño habla de lo que ocurre y su amiga saber perfectamente a qué se refiere, sabe que en los colegios hay acoso, sabe qué es el bullying y sabe que hay que denunciarlo.

Aún hoy, meses después, lleva siempre un libro en la mochila, por si necesita evadirse, aislarse de esta vida que tanto le duele.