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Paco Ureña dejó ayer su sello en el albero de la plaza de Albacete, donde cuajó una seria y firme labor a su mansurrón y frenado primero, y al que se impuso a base de coraje y valor antes de echarlo todo a perder con los aceros, cambiando un posible trofeo por dos avisos y una ovación desde el tercio.

El quinto fue otro toro complicado por áspero e informal con el que el lorquino volvió a estar muy por encima de las circunstancias, destacando sobremanera en algunos pases sueltos con la zocata de bello y cadencioso trazo. Recibió otra merecida ovación, aunque volvió a fallar con la espada.

El triunfo de ayer en la Feria de Albacete fue para Rubén Pinar, y a once días de hacer el paseíllo en Madrid. Pinar fue ayer, más que nunca, profeta en su tierra. Porque no pudo estar mejor, más asentado, más capaz, más templado y más de verdad con su primero, un gran toro de Alcurrucén al que cuajó ´de pe a pa´ tanto con el capote como con la franela.

Pero fue el último tercio donde el de Tobarra hizo una exhibición de colación, pulso y suavidad en el trazo de cada muletazo, llevando al astado muy toreado, muy embebido en las telas y con hondura en una faena de largo metraje y ritmo creciente, perfectamente hilvanada y cumbre al natural. La estocada hasta la bola fue perfecto corolario a una gran obra, premiada con las dos orejas.

Y un apéndice más logró Pinar del sexto, toro bronco y complicado con el que el albaceteño se fajó de verdad para arrancar el reseñado trofeo y completar así una gran tarde ante sus paisanos.

A David Mora, por su parte, le tocó un lote imposible para ensayar el toreo. Con los dos toros estuvo voluntarioso, pero no pudo resolver nada en lo artístico.