­Los viejos revisteros siempre envidiaron la habilidad de Gregorio Corrochano (autor de La Edad de Oro del Toreo), de escribir sus notas en la libreta sin quitar los ojos del ruedo. Yo lo intenté ayer, por no perder detalle de la faena de Paco Ureña, mientras se jugaba la vida, a capa y espada, con un barrabás de Fuente Ymbro. Pero no puedo, señor Ortega Spottonorno, igualar al maestro Corrochano, porque la lágrima inesperada me nubla la vista y moja el papel con el llanto de la emoción. ¡Ureña, un torero Macho! Y me consta desde hace tiempo, porque lo sigo desde sus inicios y sus desiertos y sus perseverancias. Pero ayer por fin, La Condomina fue el patio de su casa, donde pudo lucirse en su primer enemigo; elegante, decidido y pisando -o mejor, invadiendo- los terrenos del Fuente Ymbro, para luego descubrir a Murcia que es un torero grande que se formó y bruñó en las fraguas del Valle del Terror, por los alrededores de Madrid.

Corrida de la prensa, mal señalada en el calendario -lo siento Bernal, pero se equivoca usted con los experimentos toristas/murcianos tras la Romería-. Es por ello que ayer, el centenario coso presentó una triste entrada de un tercio y el público estuvo frío y silencioso. No por conocimiento y respeto maestrante, sino porque desangelaba tanto cemento y las butacas vacías.

Fuente Ymbro presentó dos encierros distintos, los tres primeros grandotes como baloncestistas torpes y cansinos. Los corridos tras el descanso, ratoneros y tapados por la cara ´descarada´. Mucho pitón pero sin casta y nada más.

Padilla se marchó con saludos tras leve petición y una vuelta al ruedo en la que enarboló la negra bandera pirata intentando provocar la segunda vuelta, que no tragó el respetable. El cuarto de la tarde, especulamos que pudo ser un buen toro en otras manos. Padilla le pegó faroles, carreras en banderillas y tirones con la muleta. Con todos los respetos al ´mutilado de guerra´, es un torero de vuelta, que mejor debería reservarse para festivales, donde recogiera el cariño y reconocimiento del público a sus muchos méritos.

Escribano es un legionario en activo que, sin que nadie se lo pida, entrega todo su legado taurino al público. Su último par de banderillas sentado en el estribo, a corta distancia del toro -todas las ventajas para el de negro- y quebrando sobre las tablas, es una ruleta rusa que ayer le salió bien de milagro. Al quinto, le hizo un quite vistoso por faroles y serpentina, luego lo agobió ´por el ansia viva´ del triunfo y lo despachó de gran estocada. Oreja de mérito.

Y llegó el turno del nuestro. Junto al que me pondré siempre (con razón o sin ella), mientras que se arrime como ayer. Al primero, lo paró en terrenos de chiqueros. Hacía muchos años que nadie lo hacía en nuestra plaza. Se lució su picador Pedro Iturralde, candidato a premio de la Feria. Se confió Ureña y el burel le recordó quien era, punteando y atravesando la muleta de un derrote. El de Lorca pisa terreno vedado y saca premio de una oreja tras pinchazo, aviso y estocada.

El sexto era una raspa con dos ´petacos´ por pitones, que ya se quedaba frenado en el capote. Como solo pudieron señalarle la puya, se quedó crudo y violento. Pero para chulo, allí estaba el torero paisano. Un ¡ay! fue la faena. Con puntazo en el muslo incluido, cuando intentaba pasarlo al natural. Silencio cauto en el callejón. Máxima tensión en los tendidos. Y todos teníamos en mente que por un lado debería finiquitarlo y, por otra parte, deseábamos que la afición -porque ayer estuvo la Afición y no el público-, se enterara de que este torero no es un niño caprichoso, ni un majareta. Es un figurón en ciernes, con las cosas muy claras y los cimientos clavados en el granito de la incomprensión, falta de apoyos, desprecios -recuerden el festival por los terremotos de Lorca- y otros agravios, que no minaron nunca su moral y empeño en convertirse en lo que hoy es. Un torero de ferias grandes y del circuito profesional.

Ayer, ya de noche, un solo torero salió por la puerta grande, Ureña. A Padilla ni le da, ni le quita. A Escribano, estoy seguro que le hubiera gustado poner otra muesca en la culata de su revolver taurino, el día que debutaba en La Condomina (por eso hizo el paseíllo desmonterado a su edad). Pero no me escondo si afirmo que me hace feliz, viendo en volandas, triunfador y por fin, siendo el gallo del hermoso corral, a Paco Ureña. El chiquillo que dijo a Juan Segura (de Águilas), que iba a ser figura y éste se lo creyó a pies juntillas. Tanto que puso su dinero, cariño, fe, entrega y crédito personal, a favor de aquella desbordada ilusión por el éxito que está llegando. Murcianos así son los que necesitamos para hacer más grande esta Región.

Llegamos hoy a la última corrida de Feria. Hemos tenido: una buena de Victoriano del Río; una mala de Las Ramblas; una ni fú ni fá de Fuente Ymbro y hoy la balanza, ha de inclinarla el encierro que Matilla manda a nombre de García Jiménez y Olga Jiménez.

Casi nadie va a reparar en el ganado, porque los ojos están puestos en el cartel desbaratado al empresario por lesiones y cogidas. Paquirri se cayó de largo y El Cordobés en corto, ayer mismo en Cazorla. Su lesión de espalda le da la segunda oportunidad inesperada a Antonio Puerta, quien nadie duda que saldrá arreando, junto al superviviente del primitivo cartel inicial El Fandi y el ya anunciado aunque dudoso de venir en plenas facultades, López Simón.

Antonio, ve Puerta... y campo abierto. El domingo 27, hay un puesto libre por la cogida de Perera en Abarán y seguro que no quiere que se le escape. Suerte.

Tanto desencuentro con Rafaelillo, Puerta, Liria, parte de la prensa, empresa y todos de espaldas a la afición, merecen una reflexión generosa por parte de todos. Yo tiendo la mano ¿y usted?