Claude François Dorothée, marqués de Jouffroy D´Abbans, pasó debido a su mala conducta gran parte de su juventud en una prisión militar. Veía navegar los barcos a remos por delante de la ventana de su celda cuando tuvo la genial idea; el barco de vapor. La máquina ya había sido inventada, pero a nadie se le había ocurrido la locura de subirla encima de un barco. Jouffroy, que además de marqués era ingeniero, construyó el primer barco a vapor y en 1783 lo botó en el río Saona, un afluente del Ródano al este de Francia. Se hundió a los quince minutos. Jouffroy no se dio por vencido e hizo mejoras en su embarcación, pero la llegada de la Revolución Francesa acabó con su sueño.

El ingeniero norteamericano Robert Fulton, ha pasado a la historia como el pionero de la navegación a vapor, aunque siempre reconoció el indudable camino abierto por el francés. Por su parte, el marqués vivió sin rencor. No había conseguido que su nombre apareciese como el de un inventor de éxito, pero sí que había logrado algo mucho más importante; conservar, tras la Revolución, la cabeza sobre sus hombros.