Un equipo de investigadores de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) ha analizado la presencia de metales pesados en 12 especies de setas recolectadas en áreas naturales sin contaminar, y ha encontrado que los niveles varían según el tipo de hongo. Los resultados del estudio, que este mes aparecen en la revista Biometals, reflejan que la mayor cantidad de plomo y neodimio se encuentra en el rebozuelo, una de la setas que más utilizamos en nuestras cocinas.

"El objetivo era conocer si existe alguna relación entre las concentraciones de ciertos metales pesados detectados en los hongos en función de tres factores: el tipo de sustrato, el área de estudio y la especie de hongo. El factor determinante fue el tercero", explica Juan Antonio Campos, autor principal del estudio e investigador en el Departamento de Producción Vegetal y Tecnología Agrícola de la UCLM.

Un análisis por rayos X

Los investigadores han analizado la presencia de plomo, neodimio, torio y uranio en un centenar de muestras de 12 especies de setas comunes, comestibles o no, recogidas en zonas no contaminadas de la provincia de Ciudad Real. El análisis de estos metales pesados -que pueden llegar a ser tóxicos para el ser humano-, se realizó con rayos X.

La máxima absorción de neodimio y plomo se encontró en el rebozuelo (Cantharellus cibarius), una seta muy apreciada en los platos de la cocina europea. Este hongo crece a las sombra de encinas, alcornoques y robles.

"En algunos suelos contaminados o con características mineralógicas especiales las setas que se recogen podrían alcanzar concentraciones de elementos tóxicos que harían desaconsejable su consumo", revela el investigador.