El pleno aprobó por amplía mayoría un informe que reclama que el umbral de emisiones medias previstas aumente de 120 a 125 gramos por kilómetro -en la actualidad ronda los 160 gr/km- y que el plazo para conseguir ese objetivo se retrase de 2012 a 2015.

Los eurodiputados justifican su postura en la estimación de que la industria precisa "entre 5 y 7 años" para desarrollar nuevos turismos y para adaptarse por tanto a las nuevas reglas.

La posición expresada hoy por la Eurocámara no es legalmente vinculante, está contenida en un informe no de ley sobre el futuro del sector, pero anticipa las dificultades que enfrentarán los planes de la Comisión cuando llegue su tramitación formal.

En el Consejo de la UE -Estados miembros-, los países donde la industria del motor tiene un mayor peso económico y laboral, como Alemania, Francia o Italia, ya han planteado objeciones.

Dentro del Parlamento Europeo, los grupos mayoritarios -Partido Popular Europeo, Socialista- se mostraron hoy de acuerdo en que las metas propuestas son demasiado ambiciosas y respaldaron las demandas de flexibilidad, aprobadas por 607 votos a favor y 76 en contra.

"Es mejor fijar objetivos realistas, que se puedan alcanzar, que asumir objetivos idealistas", razonó hoy la eurodiputada conservadora y ex ministra francesa de Industria, Nicole Fontaine.

Sólo Los Verdes e Izquierda Unitaria Europea se desmarcaron del consenso general y votaron en contra del informe.

La presidenta de Los Verdes, la italiana Monica Frassoni, consideró que el voto siembra dudas sobre el compromiso real de las autoridades europeas de combatir el cambio climático.

"No es una cuestión de cifras, de 120 ó 125 gramos. Lo que nos preocupa es el mensaje que se envía cuando se da por sentado que la industria no va a ser capaz de cumplir unos objetivos que ella misma asumió voluntariamente en 1998", apuntó.

Las propuestas de la Comisión buscan implicar al transporte por carretera, que produce en torno al 20 por ciento de las emisiones de CO2 en la Unión Europea, en los esfuerzos por frenar el cambio climático, un área donde Europa se atribuye el liderazgo mundial.

Las reticencias que enfrenta se explican por su posible impacto en la competitividad de la industria europea del automóvil, que genera 2,3 millones de empleos directos y 10 millones indirectos.

La controversia ha alcanzado incluso al seno de la Comisión Europea, donde el comisario europeo de Medio Ambiente, el griego Stavros Dimas, y su colega de Industria, el alemán Gunter Verheugen, han mantenido posturas divergentes durante meses.

En el debate previo a la votación del Parlamento Europeo, celebrado ayer, Verheugen dijo asumir los recortes de emisión propuestos, pero pidió también que no se "criminalice" ante la opinión pública al sector del motor.