Por décimo año consecutivo, el gran museo -ocupa varias manzanas de Manhattan- ha organizado su reunión anual de mariposas, que se prolongará hasta el próximo 26 de mayo y se ha convertido ya en una cita habitual para combatir el frío invierno neoyorquino.

En un invernadero de unos 110 metros cuadrados, el museo crea un reducto paradisíaco, a 27 grados centígrados, donde los multicolores animalillos revolotean alrededor de los visitantes e incluso se posan sobre sus cabezas y hombros, lo que entusiasma a niños y adultos.

"Ésta es una de nuestras exhibiciones de más éxito, porque es alegre, mágica y educativa, tanto para niños como para mayores y consigue sacar a nuestros visitantes de sus vidas diarias y llevarlos a un escenario mágico y abrumador", asegura la presidenta del museo, Ellen Futter.

Como si de un viaje a un mundo mágico se tratara, el espectador deambula por un frondoso bosque tropical repleto de mariposas procedentes de Florida, Costa Rica, Kenia, Tailandia y Malasia, entre ellas algunas tan llamativas como la mariposa azul morfo y tan sorprendentes como la escarlata cola de golondrina, así como las siempre curiosas mariposas búho.

Para disfrutar de sus colores, se ha iluminado el invernadero con potentes lámparas de haluro que, desde el techo, imitan la luz solar y potencian los tonos.

Y es que no sólo merece la pena observar los colores de las mariposas, sino también los de las numerosas flores tropicales que abigarran el invernadero, entre ellas ixoras (cruz de Malta) o pentas.

La recreación del ambiente de un verdadero bosque pluvial se completa con la reproducción de sonidos típicos de monos aulladores, periquitos, quetzales y otros animales tropicales.

Sus organizadores explican que mantener la exposición en plena ebullición de color es una tarea complicada, ya que la vida media de uno de estos insectos, de la rama de los lepidópteros ("ala escamosa"), es de dos o tres semanas.

Por ello, cerca de medio millar de crisálidas serán enviadas semanalmente al museo mientras dure la exposición, para que, una vez que hayan nacido las mariposas, éstas puedan ser soltadas en el invernadero.

Ese momento mágico en que el animal -originalmente una simple larva- abandona el estado de crisálida para convertirse en mariposa adulta y, tan sólo unas horas después, echa a volar también puede ser observado en vivo por el visitante.

Los organizadores han habilitado algunas pequeñas cajas donde se depositarán ciertas crisálidas, aunque, quienes no tengan la suerte o la paciencia de ver la metamorfosis en directo, pueden observarla en una pantalla de vídeo desplegada en el exterior.

También fuera del invernadero se han instalado paneles en los que se explica el ciclo de la vida de las mariposas, se informa de los esfuerzos que se llevan a cabo en todo el mundo para proteger sus múltiples hábitats y se detallan las especies que existen en Nueva York.

"Estamos orgullosos de traer al público desde hace ya una década esta exhibición, que ofrece una experiencia interactiva e instructiva y supone una oportunidad única para observar la diversidad de la naturaleza", asegura la responsable del centro.

Fundado en 1869, el Museo Americano de Historia Natural -escenario de la película Noche en el Museo, uno de los mayores éxitos recientes en taquilla- es de los más grandes del mundo en su género y se lo conoce mundialmente por contener desde esqueletos completos de dinosaurio hasta la réplica de tamaño natural de una ballena colgando del techo.

En sus 46 salas de exposiciones permanentes, toca todos los aspectos de la evolución de la tierra y de sus habitantes (geología, antropología, química y biología, entre otros) y tiene 30 millones de piezas y especímenes.