Sábado Santo

Sábado Santo en Murcia: Que el mundo se salve por él

Sábado Santo de desfiles sobrios con Nuestra Señora del Rosario en sus Misterios Dolorosos y el Cristo Yacente

De Santa Catalina partía el primer cortejo del Sábado Santo, el de Nuestra Señora del Rosario en sus Misterios Dolorosos.

De Santa Catalina partía el primer cortejo del Sábado Santo, el de Nuestra Señora del Rosario en sus Misterios Dolorosos. / Juan Carlos Caval

Ana Lucas

Ana Lucas

La talla de Nuestra Señora del Rosario en sus Misterios Dolorosos, que era la elegida este año para ilustrar el cartel anunciador de la Semana Santa murciana, procesionaba este Sábado Santo por la tarde desde el templo de Santa Catalina, en Murcia, donde tiene su sede la Cofradía del Santísimo Cristo de la Caridad.

Primero, tambores. A continuación, una Cruz negra, flanqueada por dos faroles. Sus nazarenos van de luto, como de luto está el corazón de la madre que se lleva la mano al pecho. La imagen de Cuenca Santo tiene entre sus dedos el instrumento de tortura del hijo amado.

Dos horas después, desde San Juan de Dios partía el cortejo del Santísimo Cristo Yacente. Esta procesión tiene dos pasos: el del Señor, muerto y acostado, y el de su madre, Nuestra Señora de la Luz en su Soledad.

El Yacente fue sacado en procesión junto a Nuestra Señora de la Luz en su Soledad.

El Yacente fue sacado en procesión junto a Nuestra Señora de la Luz en su Soledad. / Juan Carlos Caval

La Virgen junta las yemas de los dedos en un rezo y, al igual que Nuestra Señora del Rosario en sus Misterios Dolorosos, porta una Cruz. Como si agarrándolo con las manos doliese menos lo que duele tanto. «El amor de una madre es como la paz: no necesita ser adquirido, no necesita ser merecido», enunció el filósofo alemán Erich Fromm.

Pervive la angustia

Sábado Santo es asfixia, velatorio y cansancio. Con la tortura latente, la Pasión y Muerte marean y destrozan, por lo que urge la promesa de la Resurrección. Pero aún falta para eso, para la buena nueva, para la victoria: en Sábado Santo pervive el dolor, aunque muchos preparen sus túnicas blancas de domingo y en los jardines ya se monten barracas.

Las últimas procesiones de entierro tocan a su fin. Porque, como reza el Evangelio de San Juan: «Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él».