Martes Santo

El Cristo de la Salud convierte a Murcia en una oración silenciosa

Como el Rescate, congrega en sus procesión a miles de murcianos que no piden caramelos: piden que Dios les ampare y les dé fuerzas ante la adversidad

Ana Lucas

Ana Lucas

Móviles al alza para captar el instante en el que la talla más antigua de la Semana Santa murciana cruzaba el dintel del templo. Desde el Conjunto Monumental San Juan de Dios partía el cortejo procesional de la Pontificia, Real, Hospitalaria y Primitiva Asociación del Santísimo Cristo de la Salud, un crucificado austero que invita a santiguarse y a callar. A orar en silencio. A pedirle, pero también a darle las gracias.

Efigie del Santísimo Cristo de la Salud, este Martes Santo en Murcia.

Efigie del Santísimo Cristo de la Salud, este Martes Santo en Murcia. / Juan Carlos Caval

Con un reguero de sangre brotando de la herida de su costado derecho, el Cristo, al igual que el Rescate, congregó a su paso a miles de murcianos y foráneos que no piden caramelos: piden que Dios les ampare y les dé fuerzas ante la adversidad.

Arriba, una luna creciente, que será llena en Jueves Santo. Acompañándolo, alumnos y trabajadores de la Universidad Católica San Antonio de Murcia, este año con el difunto José Luis Mendoza en el recuerdo. 

Antes, El Rescate

Con las manos atadas y de pie sobre un manto de claveles rojos era sacado a la calle Nuestro Padre Jesús del Rescate. Lo hacía detrás de su madre, rodeada de cirios y alzada sobre flores naranjas, rosas y moradas. Flores que ni necesita ni alivian el dolor y la angustia de su semblante, porque nada duele más que el dolor que infringen a quien más quieres. 

En 2022, los cortejos de Martes Santo acortaban su recorrido ante la previsión de lluvia, la misma que, al día siguiente, haría llorar a los ‘coloraos’. Este Martes Santo, la procesión de la Hermandad de Esclavos de Nuestro Padre Jesús del Rescate y María Santísima de la Esperanza se lucía en su sobriedad. «Amor es aquello que a los que están libres reduce a esclavitud, y a los esclavos pone en libertad», dijo el filósofo Ramón Llull.