Semana Santa

La Fe sale en procesión en Murcia el día de su cumpleaños y recibe de regalo pétalos y aplausos

Como es tradición, el Cristo de Capuchinos sale de la iglesia acostado y es alzado en el trono gracias a un certero sistema de cuerdas y poleas

Ana Lucas

Ana Lucas

El Cristo de Capuchinos no sale por la ventana: parte de San Francisco de Asís en horizontal, como es tradición, y, para levantarlo y dejarlo en vertical sobre el trono, se emplea un sistema de cuerdas y poleas, ya en el exterior del templo. En unos minutos, con maña y cariño, el Cristo de la Fe es alzado y comienza su procesión, la segunda de la Semana Santa murciana, la más importante para sus emocionados devotos.

El Cristo de la Fe, a la salida de la procesión de este Sábado Santo en Murcia.

El Cristo de la Fe, a la salida de la procesión de este Sábado Santo en Murcia. / FRANCISCO PEÑARANDA

La Cofradía de Santísimo Cristo de la Fe es muy joven. Se fundó, a iniciativa de un grupo de profesores del colegio San Buenaventura, el 1 de abril de 1999, por lo que, tal día como este Sábado de Pasión, es su 24 cumpleaños

Este año, tal y como había hecho público la cofradía, con cambio de recorrido: el cortejo pasa, desde la plaza José Esteve Mora, directamente por la calle Jabonerías hasta el Romea. 

Y otra novedad: la de lanzar a las tallas pétalos de flores (lo que se conoce como petalada) a su paso por la Trapería, a la altura del Real Casino. Una costumbre, la de los pétalos, que en Murcia se relaciona con la Virgen de la Fuensanta en romería. 

La procesión se planteó en sus orígenes como un cortejo breve, con solo la talla del crucificado, y actualmente consta de dos pasos: el Santísimo Cristo de la Fe, obra hecha por Fernández Dorrego a finales de la década de los 50, y Santa María de los Ángeles, una talla, creada por Yuste Navarro, que solo tiene 9 años.

La Tierra en oscuridad

La maniobra para sacar al Cristo de la iglesia de la Circular es complicada, aunque quienes la llevan a cabo se sepan la teoría perfectamente. De ahí que el público que se congrega en la Redonda (ver salir a la talla es el momento más multitudinario del desfile) lo valore y aplauda.  

Antes de Jesucristo, sale el trono de su madre, a la que de nada le sirve llevar una corona de estrellas en la cabeza, porque no existe bálsamo para su dolor. Dolor por el Cristo de la Fe, que, agonizante, sigue vivo, con los ojos azules mirando al Cielo, y su semblante parece captar el instante que describe San Lucas en su Evangelio, cuando explica que «desde el mediodía y hasta la media tarde toda la tierra quedó sumida en la oscuridad, pues el sol se ocultó. Y la cortina del santuario del templo se rasgó en dos. Entonces Jesús exclamó con fuerza: «¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!» Y, al decir esto, expiró».