Personajes del Cortejo

Vivencias contadas por los personajes del Cortejo de Lorca

La reina de Saba, Meiamén, Julio César, Flavia, Nabuconodosor… protagonizaban casi cincuenta capítulos desde febrero

La reina de Saba, Cristina Martín, abría ‘Personajes del Cortejo’. Lo hacía allá por el mes de febrero, cuando el frío aún se dejaba sentir con intensidad. Con ella, arrancaba una nueva sección en la web de La Opinión que no elegía un día al azar, sino que lo hacía el Miércoles de Ceniza, cuando comienza la Cuaresma.

A partir de ahí, se producía un desfile de personajes que contaban sus vivencias, anécdotas, mientras hacen procesión. Artículos ilustrados con fotografías de Javier Aledo, Micky Coronel, Javier Martínez, Primi Díaz, Comarcal Televisión, Juan Antonio Lorente, Juan Clemente, Andrés Alejandro García Caro, María José Fotógrafo, Pedro M. Castaño, Nadia Enelyanova y Manuel Martínez.

A Cristina Martín, la reina de Saba, le seguía Pedro Sosa, cornetín de órdenes del titular del Paso Encarnado, relataba la emoción al ver llorar a los costaleros sacar al Cristo de la Sangre. Y Nieves Castellar, cómo los palcos de blancos y azules se levantaban y le jaleaban cuando pasaba con la cuadriga al galope, mientras representaba a Flavia Domicia.

El ‘rezaor’ Nicolás Galiano descubría la magia del Calvario en la madrugada del Viernes Santo, bajo la luz de la luna, tras recorrer la Vía Sacra hasta el Jerusalén lorquino. Luis González, el ángel victorioso de la carroza del Triunfo del Cristianismo, relataba la espectacularidad de la carrera a casi siete metros de altura, mientras veía lanzarse las cuadrigas. Y Rosa María Medina Míguez, la emoción que supone escoltar a la Soledad por las callejuelas del Barrio vestida de ‘mantilla’.

Chulesco, altivo, como debió ser el capataz de la reina de Saba, se mostraba Blas Martínez, en un papel en el que le acompañan desde hace veinte años muchos de sus alumnos que tiran de la carroza. Y María Isabel Pérez admitía la transformación que sufría cuando se subía a los palcos y se ponía a gritar como una “barranquetera” al paso de la procesión. A los consejeros Ariej y Aspenza del rey Nabucodonosor ha recreado Juan Ruiz Romera que señalaba que al palco se llevaba “bocadillos de magra con tomate”. Mientras que Juan Miguel Bayonas hablaba de ese ‘orgullo rabalero’ de los del “puente pa ca”, mientras escoltaba al Señor de la Penitencia.

“Cien años antes de nacer”, como dijo su padre en su pregón, “era blanco”, aportaba José María Campoy, quien encarnaba al emperador Constantino desfilando sobre una cuadriga. Y un anillo con un rubí de su madre lanzó Francisco Javier Martínez, mientras interpretaba a Julio César en un carro de gran formato con el que el Paso Azul recuperaba la tracción animal. Rocío García relataba sus vivencias y anécdotas como Santa Elena. Un estreno que se llevaba en el mayor de los secretos. La emperatriz de Roma, en un sillón, era portada, entre otros, por el presidente de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, Fernando López Miras.

Federico González, a fuerza de representar al rey Nabuconodosor durante más de treinta años, reconocía que había dejado de ser Federico para convertirse en Nabuco. Miriam Porlán aseguraba que desde el carro de Meiamén te sientes poderosa, protagonista de la carrera, como sería en aquellos días de los faraones. Irene Jódar sorprendía reconociendo que había hecho flores de palma para el San Juan luciendo al cuello su pañuelo azul. Y la emoción que sentía, hasta ser un mar de lágrimas por los recuerdos familiares, mientras escoltaba a la Dolorosa ataviada con la clásica mantilla española.

La “oveja azul” de su familia, admitía ser Laura García, quien encarnaba a la princesa Meiamén, quien rescataba de las aguas del Nilo a un Moisés recién nacido. Y quien cada Viernes de Dolores acompaña a la Dolorosa vestida de ‘mantilla’. Pilar Fernández cumplía uno de los últimos deseos de su hijo portando a la Amargura que tuvo que hacer descalza al rompérsele los zapatos al comienzo de la procesión. Y Enrique Olcina desvelaba -cuando se cumplían 25 años del grupo de los ‘Maromeros’- que estos “nacieron de la ‘picadera’ de blancos y azules”. Mientras, señalaba que la carroza de Meiamén es “espectacular por más capataces que haya lanzando latigazos”.

Un abanderado, Antonio Sánchez, ‘Lico’, afirmaba que cuando porta la bandera por la carrera sus alumnos le gritan “profesor, profesor”. Y que solo dejará la bandera para portar a hombros a la Virgen de la Amargura o al Cristo del Rescate. Un más que ‘guerrillero’ Juan Meca, que interpretaba al emperador del Imperio romano Nerón Claudio César Augusto Germánico, relataba cómo “mordía el cuello de un pavo blanco y ‘aquellos’ se ponían malos”. Y Andrés García, demonio de la carroza de la Visión de San Juan, contaba sus anécdotas: “Les sacaba la lengua a los azules, enseñaba las uñas y lanzaba las cadenas”, perfectamente maquillado por el mismísimo Lewis Amarante.

Ángel Olcina ofrecía más detalles del estreno de las ‘maromas’ del que fue el máximo instigador: “Los blancos reventaban cuando vieron el estreno. Estaba camuflado y en dos minutos 50 ‘maromeros’ pusieron la carroza en carrera”. Y Ramón Mateos admitía que le tocaba ser azul, pero que era el más blanco de toda la familia, mientras aseguraba que desfilar delante de la Amargura es “el mayor orgullo y privilegio para un blanco”.

Juan Francisco Martínez ha salido de ‘armao’, Julio César, mayordomo… “Solo me queda montarme en un caballo”, reconocía el azul y morado, quien representaba en el Vía Crucis a Poncio Pilato, que se lavaba las manos antes de enviar a Cristo a la cruz. Diego José Mateos señalaba que cuando ve procesionar al Cristo de la Sangre por la Presidencia de la carrera principal “me pide el cuerpo gritarle un viva”. Y que se queda “rabiando” de no poder meterse en esos instantes bajo el varal.

Agustín Aragón sorprendía a todos. “Que me den un carro y lo saco a mis 85 años”, mientras reconocía que era blanco hasta la médula y que siempre fue más procesionista que presidente. Carmen Casalduero recordaba emocionada el año en que por primera vez salió a hombros solo de mujeres la Santa Mujer Verónica: “Los palcos de blancos y azules se levantaron al ver a la Verónica”, aseguraba quien integró ese grupo de mujeres que gestó la idea. Y como dioses veía un aún muy niño Hilario Campoy a los jinetes del Paso Azul, quien años después integraría la Caballería de los ‘Déboros’, encarnando al guerrero Barac, mandado llamar por Débora para combatir a Sísara. Y José María Miñarro compartía sus vivencias como emperador Publio Elio Adriano en un carro tirado por seis caballos y seguido por su hija pequeña, Rosario, que encarnaba a Flavia Domicia. Y una madre ‘coraje’, María Dolores Chumillas, hablaba de su fe: “No sé cuántos Vía Crucis llevo con mi hijo en brazos pidiendo su recuperación”. La blanca y encarnada acudía cada viernes Santo al Calvario hasta que el pequeño decidió comenzar a subir con su andador.

El presidente de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, Fernando López Miras, reconocía que era “un blanco aguerrido, forjado ante la adversidad, porque toda mi familia es azul”. Y no dudaba en cantar ‘El novio de la muerte’ que interpreta –junto al tercio de legionarios de la Brigada Rey Alfonso XIII de Viator- como costalero en la recogida del Cristo del Rescate. Isidro Abellán, como morado, ponía los puntos sobre las íes: “El Paso Morado es el custodio de la tradición lorquina de procesionar. Somos los únicos que mantenemos la tradición de portar a las imágenes como se hacía antaño”, recalcaba.

Salvador Porlán reconocía que se conmovía de “poder llevar a San Juan hasta los balcones de los mayores”. Y de la satisfacción que sentía en su recogida. “Te rompes por dentro de alegría al ver la devoción que le profesan”. María Dolores Gutiérrez reivindicaba que ha sido la cuadriguera más precoz de la historia, al salir en el vientre de su madre mientras ésta recreaba a Domicia Longina, ‘Flavia’. Y Tana García Mínguez era tajante al asegurar que “la Semana Santa de Lorca comienza cuando la Virgen de los Dolores sale a su Serenata”. La azul compartía sus vivencias tras medio siglo de escoltar a la Dolorosa de ‘mantilla’.

Un emocionado Serafín Piñeiro recordaba a un mito de las cuadrigas del Paso Azul, Serafín Piñeiro Martínez, su padre, con el que ‘conquistaban’, en compañía también de su hermano Germán Pedro, la arena de la carrera. Y admitía que lo más bonito que había hecho en el Paso Azul era “ser palafrenero”. Un ‘genio’ de los enganches, Pedro García Martínez, relataba cómo se había estrenado como auriga del Paso Blanco con solo once años. Es el encargado de llevar los enganches más complicados por su destreza con las riendas mientras encarna cada año a Majencio en una siga que levanta a su paso al graderío de uno y otro lado.

Ángel García Aragón afirmaba que no recordaba un Domingo de Ramos sin vestir la túnica de hebreo mientras relataba sus vivencias al recibir cada año en el balcón principal de su casa familiar la bandera del Paso Blanco, como lo hacía su madre, María Alfonso Aragón Pallarés, para la que ese día era como si de Nochebuena se tratara. Y sorprendente era el testimonio de Andrés Sánchez que dirige los derroteros de la Agrupación Musical Mater Dolorosa. El joven contaba cómo durante la pandemia se subía a la terraza de su edificio a interpretar melodías dedicadas a la Dolorosa de la que únicamente le separaba un muro de piedra.

“Comencé limpiando instrumentos con el algodón mágico”, afirmaba Francisco Ibáñez. El mayordomo encarnado echaba la vista atrás para relatar la dureza de aquellos años en que ensayaban en el Puente de los Carros del Barrio “lloviera o hiciera frío”. Y Francisco Perán, un enamorado de la Virgen de los Dolores, contaba cómo en plena pandemia dejó su casa y se plantó ante la puerta de San Francisco para gritarle vivas a la Dolorosa en el preciso instante en que debería estar saliendo su procesión. “Nunca había estado en ese día lejos de la Dolorosa y sabía que igual terminaba en el ‘cuartelillo’”, reconocía.

Una imagen tierna y entrañable nos dejaba Luis Montiel Camacho y su hijo Francisco Montiel Mateo. El pequeño de diez meses dormía plácidamente en brazos de su padre mientras integraban el cortejo de la ‘cloca’ del Paso Blanco. Los gritos cesaban a su paso en un intento de no turbar el sueño del pequeño mientras su padre relataba que la túnica que llevaba había sido bordada por sus dos abuelas, María del Carmen Gallego y Teresa Camacho. Pedro Boceta De Luz aseguraba tajante que “la Virgen de la Amargura es la reina de la carrera el Viernes Santo”, mientras contaba la ilusión por compartir varal con su hijo. Y Andrés Meca Soto hablaba de su abuela Carmen, la ‘Maestra’, que hasta sus 90 años estuvo cosiendo y bordando en el Paso Azul, mientras relataba anécdotas del estreno de las ‘maromas’ o su participación dentro del grupo de las dalmáticas, del cortejo del Santísimo Cristo de la Buena Muerte. Y Miguel Ángel Bastida Gil recordaba a su abuelo Miguel, devoto de Jesús Resucitado, y a su tío bisabuelo, Andrés Hernández, ‘Andrés la Madre’, que “fundó la Serenata a la Virgen de los Dolores”.

Cuarenta y siete días, cuarenta y siete artículos, cuarenta y siete vivencias… cientos de anécdotas, historias… que han mostrado a los que hacen procesión, a los protagonistas indiscutibles de la Semana Santa lorquina, lo que se hace llamar en esta tierra una ‘Pasión diferente’. Así sea.