Semana Santa

Jueves Santo en Lorca: El Silencio se impone en el Barrio

El Cristo de la Sangre salía en procesión con las campanas anunciando la media noche

La noche tocaba a su fin y la madrugada comenzaba cuando el trono del Santísimo Cristo de la Sangre cruzaba el umbral de la iglesia de San Cristóbal. Las puertas abiertas del templo permitían a los que aguardaban en el atrio contemplar las maniobras de los costaleros en el interior del templo, hasta enfilar la entrada principal. Y, desde allí, los máximos esfuerzos llevando al trono hasta lo más bajo para evitar el roce con el dintel de la puerta. Esfuerzos que obligan en ocasiones a rozar las manos por el suelo por las medidas tan ajustadas. Y tras la última dificultad, los costaleros lograban llevarlo hasta el atrio donde el toque de cornetín anunciaba la orden de alzarlo hasta lo más alto. En ese instante las gargantas se desgarraban gritándole vivas al Santísimo Cristo de la Sangre que, de nuevo, en la madrugada recorría las callejuelas del barrio de San Cristóbal.

Le acompañaban en su cortejo el estandarte del Cristo de la Sangre, un piquete de agentes de la Policía Local y el tercio de nazarenos las ‘Voces de Cristo’, con Pedro, la piedra de la iglesia y su hermano Andrés, el primer discípulo; los dos hijos de Zebedeo, Santiago ‘el Mayor’ y Juan; Bartolomé, Felipe, Judas Tadeo, Matías, y Mateo ‘el Publicano’; Santiago ‘el Menor’, Simón ‘el Zelote’ y el incrédulo Tomás. En total, doce, que se corresponden con las tribus de Israel. Junto a ellos, Pablo, que nunca formó parte del ‘Coetus Apostolorum’ por vocación de Jesús ni por captación de los discípulos, pero ha sido asimilado a estos. Mientras Pedro es el apóstol de los judíos, Pablo está considerado el de los gentiles y ambos reciben los honores del título de Príncipes Apóstoles.

En el atrio se producía el primer relevo en el que los costaleros alzando el trono hasta lo más alto van avanzando mientras unos se adentran bajo los varales y otros los abandonan. Con precisión se ejecutaba la tarea. Continuaba el desfile junto a la Plaza de la Hortaliza. Allí el Cristo de la Sangre procesionaba bajo la luna llena, mientras desde el balcón del Momo se oía una saeta. Y tras ella, se iniciaba su periplo por callejuelas estrechas hasta llegar a la calle Abellaneda.

En este lugar se agolpaban cientos de ‘rabaleros’, pero también muchos visitantes y turistas que no cesaban de disparar con sus cámaras y móviles instantáneas al paso de cada uno de los tronos y de los enseres que les acompañaban. El Señor de la Penitencia abandonaba la iglesia de San Cristóbal poco antes, como también lo hacía la Virgen de la Soledad, en su trono repujado de plata. Las costaleras se veían obligadas en algunos trayectos del desfile a bajar el trono hasta el brazo para salvar algunos de los cableados que cruzan las calles como era el caso de la de Abellaneda.

Un cortejo de pequeños desfilaba junto a los estandartes más señeros de la archicofradía encarnada que, anoche, registraba una profusión de autoridades. Prácticamente la totalidad de la corporación municipal acudía al cortejo en el que se pudo ver al alcalde, Diego José Mateos, bajo el trono del Santísimo Cristo de la Sangre, como viene siendo habitual, y al que fuera alcalde de la ciudad, Francisco Jódar, vistiendo la túnica encarnada. Concejales, diputada nacional, diputada regional… Y los mandos del Cuerpo Nacional de Policía, de la Guardia Civil, de la Policía Local y del Servicio de Emergencias y Protección Civil Municipal.

Escoltado a la Santísima Virgen de la Soledad casi una legión de mujeres vistiendo la clásica mantilla española. Al presidente del Paso Encarnado, Alberto Secada, le acompañaban los que fueran presidentes de la cofradía, Fulgencio Soler y José María Miñarro. La Procesión del Silencio contó con una amplia participación de estandartes de todas las cofradías de Semana Santa. Entre ellos, el de la Oración en el Huerto, del Paso Blanco, que acudía tras tres décadas sin hacerlo.

En la calle Mayor y la Plaza de la Estrella cientos de personas contemplaban el transcurrir final de la procesión. Anoche, la Fuente de la Estrella, lucía con un intenso color rojo en alusión a la Archicofradía del Santísimo Cristo de la Sangre, Paso Encarnado. Y después de la procesión muchos de los fieles que la contemplaban desfilaron ante la tienda de la cofradía en la subida al Puente Viejo del Barrio. Allí ofrecían chocolate caliente y bizcochos del Monasterio de Santa Ana y Santa María Magdalena de clarisas. Las integrantes del Coro de Damas de la Virgen de la Soledad recordaban que esta tradición llega este año al cuarto de siglo.