Personajes del Cortejo

Laura García Martínez: “Soy la ‘oveja azul' de mi familia”

La joven, de la Comisión de Carros, encarnaba a la princesa Meiamén, hija de Ramsés II

La joven Laura García Martínez, de la Comisión de Carros del Paso Azul, interpretando a la princesa Meiamén, hija de Ramsés II, durante la Semana Santa del pasado año.

La joven Laura García Martínez, de la Comisión de Carros del Paso Azul, interpretando a la princesa Meiamén, hija de Ramsés II, durante la Semana Santa del pasado año. / Pilar Wals

Por temor al crecimiento de la población israelita el faraón Ramsés II ordenaba la matanza de todos los recién nacidos judíos. El pasaje del Antiguo Testamento prefigura la matanza de los inocentes en Belén. Y el rescate por parte de la hija del faraón, la princesa Meiamén, como la resurrección de Cristo. La madre de Moisés decide proteger a su hijo enviándolo en un cesto de juncos por las aguas del río Nilo, donde es encontrado por la hija del faraón que lo acepta como hijo adoptivo. Este relato es magníficamente representado en el Manto de Moisés en el Nilo, bordado en oro y sedas que diseñaba y dirigía José López Gimeno.

En la parte superior, Moisés de adulto, recibiendo las tablas de la Ley. Estas tablas recogían los diez mandamientos, unas leyes básicas de obligado cumplimiento para todo el pueblo hebreo. Dios le dio estos Mandamientos directamente a Moisés en el monte Sinaí durante la travesía del desierto. Esos mandamientos llegarían hasta nuestros días como base del cristianismo.

Y en la parte inferior, se representa la alegoría de la recogida de Moisés en el Nilo. El niño es recogido en una canastilla sobre las aguas del río que llega a la reina Meiamén rodeada de doncellas y esclavos. El espectacular manto se puede contemplar desfilando en una biga de guerra egipcia. El carro triunfal es un diseño de Joaquín Gimeno Mouliaá.

El esplendoroso Egipto es fielmente recreado por el cortejo azul con Moisés, Ramsés II y la princesa Meiamén. Esta última, desfila en una carroza inspirada en los pilonos del templo de Dakkeh, en Nubia. Aparece la puerta de entrada, con bajorrelieves esculpidos del sarcófago de Ankhkhered, rey del alto y bajo Egipto, y portando las coronas alegóricas de ambos reinos. Cuatro grandes estatuas flanquean por delante y detrás la puerta de entrada al templo, inspiradas en una escultura del faraón Mikerinos.

En los laterales de los pilonos, dos sarcófagos, con sendas esfinges en su interior, a manera de los sarcófagos funerarios del Valle de los Reyes, y sosteniendo los símbolos de poder del báculo y mayal. Presidiendo la carroza, la princesa Meiamén, que el pasado año encarnaba la joven de la Comisión de Carros del Paso Azul, Laura García Martínez.

Procesionaba el Viernes Santo. En la Plaza del Óvalo, a la aún sombra del Monumento al Procesionista, se sucedía una curiosa anécdota. “Allí estábamos todos los de la Comisión de Carros, pero difícilmente reconocibles porque estábamos perfectamente caracterizados después de pasar por peluquería, maquillaje y vestuario. Nerón, Cleopatra, Julio César, Meiamén… esperábamos para iniciar el cortejo. Cualquier historiador lo hubiera dado todo por ser testigo de semejante encuentro”, afirma entre risas.

Laura es azul contra viento y marea. “Soy la ‘oveja’ azul de mi familia”, reconoce. Su decisión la tomaba con cinco años y sorprendía a todos los que vivían a su alrededor, hermanos, padres, abuelos. “Fue una sorpresa, pero yo lo tenía claro. Me gustaba el azul, quería ser del Paso Azul a como diera lugar”. En su madre, Ángeles, encontró a la mejor de las aliadas. “Qué no hace una madre por sus hijos…”, asegura tajente. Y así, cada Jueves de Serenata la acompañaba a ver a la Virgen de los Dolores cruzar el umbral de San Francisco y a la salida y recogida de la Dolorosa, y participaba hasta del ‘Anuncio’ de los azules.

Con el tiempo, entró en la ‘Comisión de Carros’ y allí “encontré mi lugar dentro del Paso”, reconoce. Años y años limpiando el carro de Nerón, la litera de Cleopatra, la carroza de Meiamén… “Soñaba con ser alguno de esos personajes, pero nunca, me podía imaginar que podría llegar a tener el honor de representar a la princesa Meiamén. Lo tenía todo en contra, porque mi familia no es azul y no conocía a nadie que me pudiera echar una mano”. A pesar de ello, ha desfilado en el cortejo azul de esclava egipcia en varias ocasiones y ha sido ‘pecado’ en la carroza del Triunfo del Cristianismo.

Aún recuerda cuando recibía la noticia. “Iba camino del trabajo. Me llamó por teléfono el presidente de la Comisión de Carros. Creía que estaba de broma. No me podía creer que pensaran en mí, porque es un honor, un auténtico privilegio”. Y recordaba aquellos sueños infantiles. “Cuando veía desfilar a Cleopatra o Meiamén yo decía ‘un día me gustaría ir ahí’, pero sabía que era algo imposible”.

En casa todos se volcaron para ayudarla en los preparativos. “Me maquilló mi amiga Mari Paz que es una artista. Utilizó tonos azules. Me dejó impresionante. Allí estaban todos, mi madre, mis hermanos, mis amigos… Fue un Viernes Santo muy especial. De esos días que te marcan la vida para siempre. Un día pleno. No se volverá a repetir, pero no me importa, porque fue increíble”, recuerda.

Ese día se estrenaba el nuevo carro de Nerón. “Estábamos todos como locos, porque era un día para la historia”. Su madre la acompañó hasta la Plaza del Óvalo. “La gente me paraba, se hacían fotos conmigo… Me llamaban ‘guapa’. Para mí era toda una novedad, porque la gente que estamos en carros trabajamos siempre entre bambalinas y sentirnos protagonistas por un día era algo excepcional. Ahora eran otros los que nos acomodaban en los tronos, nos colocaban los mantos y daban los últimos retoques a las carrozas”, relata.

Es una apasionada de la Comisión de Carros. “Es que nos lo pasamos muy bien. Limpiamos mucho, pero también disfrutamos en el recorrido hasta el Óvalo o Floridablanca. Hay muchas risas. Somos un grupo de amigos que lleva ya muchos años juntos”. El traje lo quiso completar con algunos detalles como unos anillos a modo de serpiente y unos brazaletes, dorados, que le regaló su hermana Cristina. “Se da la curiosa circunstancia de que somos iguales, porque somos mellizas. Algunos bromeaban diciendo que a ver si era realmente yo la que se había vestido de Meiamén o era ella. Te imaginas, hubiera sido la Meiamén más seguida por los blancos”, reía.

Después de ser Meiamén, roto el hielo, no descarta lanzarse a la aventura. “Una cuadriga es quizás demasiado atrevido, pero no me importaría salir de profetisa. No lo descarto. He montado a caballo mucho y no se me daba mal. Quizás si volviera a hacerlo… Ya se verá”. El Viernes de Dolores viste la clásica mantilla española para acompañar a la Dolorosa. Y es fiel en cada salida y recogida de la Virgen de los Dolores. “Llevamos los carros a Floridablanca o el Óvalo y salimos corriendo para San Francisco. Vamos de trabajo, con nuestro uniforme habitual y nuestro chaleco azul de la Comisión de Carros”.

En Semana Santa los hermanos apenas se ven. “No paro mucho en casa. Siempre estoy en la nave, pero cuando nos vemos es típico que tengamos ‘roces’, como es habitual entre blancos y azules, pero siempre en tono de broma. En tono de broma, porque entre tanto blanco tengo todas las de perder”, asegura divertida.

Recuerda que de Meiamén desfiló pendiente del graderío azul. “Para qué te voy a decir lo contrario, no les hice ningún caso a los blancos. Solo saludé a los azules. A los blancos les di completamente de lado”. Ser minoría en casa le lleva a cumplir con tradiciones como la de comer trigo el Domingo de Ramos. “Cualquiera pide arroz con pavo. Ni se me ocurre”. Un nuevo aliado se ha sumado en los últimos tiempos, su novio. “Dice que no es de ningún paso, porque su familia siempre se iba en Semana Santa a su pueblo de origen, pero yo siempre le digo que es azul”.

No quiere despedirse sin recordar a todos, la importante labor que realiza cada una de las comisiones que integran el Paso Azul. Sin su contribución sería imposible el cortejo. “Están, estamos, pendientes de todo, aunque he de reconocer que para nosotros es todo un disfrute. Una forma diferente de vivir la Semana Santa por la que cada vez más visitantes y turistas se interesan. Los entresijos de los pasos, las naves, las cuadras… reciben cada año mayor número de visitas y, muchos, cada vez más, son de fuera de la ciudad”, concluye.