Personajes del Cortejo

Federico González: “Hace largo tiempo que dejé de ser Federico y me convertí en Nabuco”

Treinta tres años en el papel de Nabucodonosor le han llevado a que todos le conozcan por el nombre del gobernante

Federico González Sánchez, presidiendo el trono de Nabucodonosor, interpretando al gobernante más conocido de la dinastía caldea de Babilonia, el Viernes Santo.

Federico González Sánchez, presidiendo el trono de Nabucodonosor, interpretando al gobernante más conocido de la dinastía caldea de Babilonia, el Viernes Santo. / JAVIER ALEDO

Nabucodonosor II es probablemente el gobernante más conocido de la dinastía caldea de Babilonia por la conquista de Judá y Jerusalén, pero también por su monumental actividad constructora que le llevó a crear los famosos Jardines Colgantes de Babilonia. El Paso Blanco inspira su cortejo en el ‘Libro de Daniel’. Representa el castigo que infligió Dios a su pueblo por no escuchar la voz de los que hablaban por él, es decir, de los profetas. Pero también muestra como Dios protege a los que le son fieles, creen y esperan en él y como hasta los grandes de la Tierra se rinden ante la magnificencia de su poder.

A lo lejos suena ‘Va pensiero’ que canta la historia del exilio hebreo en Babilonia tras la pérdida del Primer Templo de Jerusalén. Inspirada en el Salmo 137 más tarde se convertiría en un himno para patriotas italianos que se sentían identificados con el Pueblo Hebreo. Como él, buscaban la unidad nacional y la soberanía frente al dominio austríaco.

El canto nostálgico, el eterno himno de esperanza, celebraba la pasada Semana Santa 180 años. Se escenificaba como lo hizo el día de su estreno, el 9 de marzo de 1842, cuando fue interpretado por primera vez en el Teatro de la Scala de Milán, en Italia. Allí tomaba vida el Nabucco de Giuseppe Fortunino Francesco Verdi, calificado como la ‘obra maestra de Verdi’.

El Paso Blanco dedicaba en esa ocasión el canto nostálgico a otro pueblo, el ucraniano, que vivía en aquellos días y aún sigue haciéndolo una auténtica pesadilla. La frase ‘Oh, mia patria si bella e perduta’, ‘Oh, patria mía, tan bella y perdida’, se hacía eco mientras muchos ucranianos, entre el graderío, alzaban la voz emocionados para acompañar a los músicos del Paso Blanco que lucían brazaletes con la bandera de Ucrania.

Esta corte abre paso a la llegada de la carroza de Nabucodonosor II, uno de los personajes más importantes del cortejo blanco que durante años fue recreado por Federico González Sánchez. Curiosamente, llegó al personaje por casualidad. “Federico, prepárate que sales de Nabuco. Al poco, estaba montado en la carroza en el papel de Nabucodonosor el Grande, que he recreado a lo largo de treinta y tres años”, cuenta el lorquino. Y a fuerza de interpretarlo una y otra vez ha llevado a muchos a olvidar su nombre real. “Hace largo tiempo que dejé de ser Federico y me convertí en Nabuco”. Pero lejos de molestarle, le agrada. “Para mí es todo un honor que me llamen así, porque es un personaje al que le guardo un cariño especial después de representarlo tanto tiempo”.

La pandemia fue el punto de inflexión que llevó a que no volviera a recrear al hijo mayor y sucesor de Nabopolasar, quien liberó a Babilonia de la dependencia de Asiria y dejó a Ninive en ruinas. “Uno va teniendo una edad. Hay que dejar paso a las nuevas generaciones”, afirma, aunque reconoce que le gustaría ser una vez más Nabuco. “Me gustaría volver a la carroza el año en que uno de mis nietos represente a alguno de los niños arrojados al fuego que integran el cortejo de Nabucodonosor. Ananías, Misael y Azarías, aparecen en la parte trasera de la carroza contando ese fragmento del Libro de Daniel”.

Una historia que llevó al rey de Babilonia a decretar que cualquiera que dijere blasfemia contra el Dios de los judíos sea descuartizado y su casa convertida en muladar por cuanto no hay dios que pueda salvar como este, dijo.

Aquel primer año que Federico fue Nabuco despertó las simpatías de todos. Y al siguiente año fue, de nuevo, llamado a encarnarlo. “Parece que gustó a todos y volví a repetir una y otra vez hasta convertirme en el Nabuco más veterano en el papel que he representado hasta treinta y tres veces”. Cuidaba con espero la caracterización. “Nunca he dejado que me pusieran una barba. Siempre decía que mientras que no la hicieran original a la del personaje, llevaría la mía. Y así lo hacía. En cuanto pasaba la Navidad dejaba de afeitarme y me crecía lo suficiente para encarnar el papel de Nabuco”, relata.

Y la vieja carroza de Nabuco era sustituida por una nueva en la Semana Santa de 2006. “Guardo alguna que otra anécdota de la anterior. Recuerdo que entre mis pies estaba la celosía por la que el conductor de la carroza veía la carrera. En alguna ocasión me olvidaba de ello y colocaba un pie encima del otro, tapándole toda visión. Y me decía voz en grito: ‘Nabuco, que no veo’. La actual carroza es impresionante. Sus dimensiones no dejan a nadie indiferente cuando entra en la carrera. Y detalles como los 33.000 ladrillos elaborados a mano la hacen única”, detalla.

Esos ladrillos asemejan la cerámica vidriada en color lapislázuli y componen tras la puerta una avenida procesional con estatuas de los dioses Marduk y Nabú. Recrea el salón del trono donde se encuentra el rey Nabuco sentado bajo un baldaquino realizado en hilo de oro. Junto a él están sus consejeros Ariag y Aspenag, en el momento en el que el profeta Daniel revela su sueño. “Todos los que integrábamos la carroza somos amigos. Entre ellos, policías locales, guardias civiles y policías nacionales, por lo que era el mejor escoltado del cortejo”, ríe.

Pero no es el único personaje que ha representado dentro de la procesión blanca. “He salido en la Infantería Romana. Y de hebreo, toda la vida. Hacía el papel de San Juan Evangelista, tirando de la burra”. Y agradece la labor de las distintas comisiones del Paso Blanco. “Su trabajo para caracterizar a los personajes es espectacular. Maquillaje, peluquería, vestuario… no dejan nada a la improvisación. Vestir a tantos personajes y en tan pocas horas es muy complicado. Comienzan muchas horas antes de los desfiles y continúan trabajando hasta altas horas de la madrugada para colocar todo y preparar el cortejo del día siguiente”.

Es blanco por tradición familiar, aunque su abuela Carmen y su tía Rosita –bordadora del Paso Azul- eran azules. A ellas, homenajea cada año tras su periplo por la carrera. “Siempre guardaba un clavel blanco. Cuando llegaba al Palacete de Huerto Ruano y me encontraba con el trono de la Virgen de los Dolores se lo lanzaba. Cuando comenzaron a adentrarla en los jardines pedía el favor a alguien para que se lo hiciera llegar. Es una forma de recordar a mi abuela y a mi tía, azules, a las que les tenía un gran cariño. Sé que donde estén, agradecerán el gesto”, rememoraba.

Su abuela azul intentó que ese Federico niño heredara su color. “Lo intentó, pero no lo logró. Cuentan que cuando tenía tres años me perdí en la procesión y que me encontraron detrás de la banda de los blancos marcando el paso. Desde entonces, parece que les quedó a todos claro que quería ser blanco”. Su profesión era curtidor y muchas jornadas enlazaba el trabajo en la fábrica con el de la nave de La Velica. “Salía de trabajar y me iba a la nave del Paso. Muchas veces, se nos hacía de día y de allí me iba de vuelta a la fábrica”, recuerda.

Siempre está en la Conserjería de la Casa del Paso Blanco donde el tránsito de cofrades y asociadas es continuo. Las bordadoras le tienen un gran cariño que le expresaron cuando nació su primer nieto. “Hay detalles que nunca se olvidan. Me hicieron una túnica pequeñita de hebreo de San Juan Evangelista para él. Por esa túnica han pasado todos mis nietos en algún momento”.

El Viernes Santo siempre acude a la salida de la Virgen de la Amargura. “Me gusta verla salir de la capilla del Rosario. Es un momento muy emotivo. Se entremezcla el silencio con los gritos y vítores, las órdenes a los costaleros… En los rostros de todos se puede ver la emoción por verla en la calle. En silencio suelo acompañarla hasta la confluencia con Floridablanca. Allí la dejo mientras continúa hasta el Óvalo y yo bajo a Huerto Ruano para ayudar en la recogida del cortejo”, concluye.

Tracking Pixel Contents