Personajes del Cortejo

Juan Ruiz Romera: “Al palco me he llevado bocadillos de magra con tomate”

Es un clásico en la carroza del rey Nabucodonosor donde ha recreado a los consejeros Ariej y Aspenza

Juan Ruiz Romera, con manto morado, encarnando al consejero Ariej del rey Nabucodonosor, que desfila junto a su cortejo en una carroza que recrea el salón del trono, por la carrera principal un Viernes Santo.

Juan Ruiz Romera, con manto morado, encarnando al consejero Ariej del rey Nabucodonosor, que desfila junto a su cortejo en una carroza que recrea el salón del trono, por la carrera principal un Viernes Santo. / PEDRO M. CASTAÑO

En el salón del trono se muestra el rey Nabuco. Aparece sentado bajo un baldaquino realizado en hilo de oro. Le acompañan sus consejeros Ariag y Aspenag. La escena recrea el momento en que el profeta Daniel revela su sueño. “La carroza es espectacular. Sus dimensiones, con una altura de nueve metros, cinco de ancho y nueve de largo, muestra la puerta que daba entrada a la ciudad de Babilonia, dedicada a la diosa Istar”, afirma Juan Ruiz Romera, quien desde hace años integra este compacto grupo de figurantes que lidera el mayordomo blanco Miguel Puchol.

En la fotografía que ilustra este reportaje Juan Ruiz Romera, ‘Romera’, como es conocido por todos, recrea al consejero Ariej de Nabucodonosor. Es el menos conocido según el libro de Daniel y luce un manto morado. “Recuerdo que era Viernes Santo. Aparezco perfectamente caracterizado. Maquillado, con peluca… Estaba totalmente convencido de que nadie me iba a reconocer. Sin embargo, nada más entrar a la carrera por la Plaza del Óvalo comencé a oír más de un grito con mi nombre. No me lo podía creer”, ríe.

En esta ocasión encarnaba al personaje Ariej, pero también lo ha hecho con el otro consejero del rey Nabuco. “El año pasado fui Aspenag, el que se encargó de tutelar a los que luego serían arrojados al fuego. Al final terminas por aprenderte los nombres y la historia de cada personaje, precisamente lo que se pretendía cuando se iniciaron los Desfiles Bíblico Pasionales. El que nos instruye es Puchol, que es además quien decide el lugar que ocupamos cada uno dentro del cortejo del rey Nabucodonosor”, explica.

Asegura tajante que es uno de los grupos más vistosos de cuantos procesionan no solo dentro del cortejo del Paso Blanco, sino también de la Semana Santa. Su puesta en escena no deja a nadie indiferente. La carroza luce pequeños ladrillos, de cerámica vidriada en color laspilázuli. Muestra una avenida con estatuas de los dioses Marduk y Nabú, dispuestas para festejar el inicio del equinoccio de primavera. Las torres de la carroza y el cuerpo central están rematadas con almenas en las que aparecen leones, toros y unos monstruos llamados ‘sirrush’ cubiertos con una coraza de escamas, cabeza de serpiente y patas de felino y halcón.

Y en la parte trasera las torres de la puerta de Istar están flanqueadas por dos estatuas de bronce aladas con la figura del rey, que enmarcan el lugar donde Nabucodonosor hizo arrojar a un horno a los tres jóvenes, Ananás, Azarías y Micael, por haberse negado a adorar la estatua del monarca.

“La sana rivalidad entre blancos y azules ha llevado a que se agudice el ingenio. La Semana Santa lorquina ha evolucionado de forma espectacular en las últimas décadas. Nada se deja a la improvisación en cuanto a la puesta en escena, pero también se cuida mucho el vestuario, maquillaje… Y hasta que los personajes nos parezcamos en cierto modo a los que intentamos recrear”, destaca.

Siempre ha deseado formar parte del cortejo, pero no ha sido hasta hace unos años cuando podía integrarse en él, ya que era precisamente durante los días de Semana Santa cuando su labor profesional como policía nacional se veía intensificada. “Estaba destinado a una zona concreta y no me podía mover de ella y, por supuesto, era imposible ser partícipe del desfile. Pero una vez que dejé mi actividad me he integrado de lleno. Estoy disfrutando muchísimo, porque no es solo subirte a la carroza y hacer un personaje, es la interrelación con el resto, en el Paso, en la nave de La Velica… Me estoy quitando esa ‘espinita’ de tantos años”, argumenta ‘Romera’.

Echa la vista atrás y recuerda cuando aún era muy niño. Entonces, vivía en el barrio de San José. Más tarde, su familia se marchaba a Puerto Lumbreras. “Pero veníamos todos los años a disfrutar de la Semana Santa. Me acuerdo cuando los desfiles iban por la Corredera y me enganchaba en los balcones para ver las procesiones”. Luego se trasladaron a la avenida de Juan Carlos I. “No he sido muy gritón, pero lo que no me faltaba era la merienda. Al palco me he llevado bocadillos de magra con tomate, de queso y jamón… habas, ‘salao’… En mi casa siempre se respetaba en Cuaresma no comer carne los viernes, pero como se dice que tenemos bula y que el Viernes Santo está permitido, pues lo hacíamos como todos”.

Ver la salida de la Santísima Virgen de la Amargura de la capilla del Rosario era una asignatura pendiente. “No podía verla, porque tenía que estar en la zona de presidencia trabajando, pero a la recogida de la Virgen siempre iba. Es un momento único disfrutar de la Amargura en esos instantes”. Y una de las procesiones que, insiste, nunca se pierde es la del Silencio, en el barrio de San Cristóbal. “No falto en la salida y recogida del Cristo de la Sangre, pero también me gusta ver pasar la procesión por las callejuelas”.

Para llegar a la salida del titular del Paso Encarnado se ve obligado a realizar casi una maratón. “En cuanto termina el desfile de Jueves Santo salgo corriendo para el Barrio”. Acude a San Cristóbal, pero también disfruta de los Vía Crucis en el Calvario. “Como buen lorquino, lo recorro todo, esos días. De obligado cumplimiento es ir a ver a las vírgenes el Viernes Santo, pero también voy a ver las cuadras, al ‘mercado’ y a La Velica”.

Y la salida del Cristo del Rescate, admite, es de “auténtico lujo. Me parece uno de los instantes más impresionantes. Ver a ese piquete de la Legión es una oportunidad única”. Nunca ha salido de hebreo. “Era imposible. Siempre estaba trabajando ese día. Estaba de guardia Viernes de Dolores, Domingo de Ramos y Jueves y Viernes Santo, por lo que me quedaba poco tiempo libre”, señala. Los integrantes de la carroza que comparte son muy significativos. “Somos un grupo de amigos entre los que hay guardias civiles, policías nacionales y locales. Se puede decir que la carroza es de las fuerzas de seguridad, porque todos somos o hemos sido de algún cuerpo y estamos liderado por el mejor, Miguel Puchol”, concluye divertido.

En ella, ha ejercido de dos consejeros y de un guerrero, pero tiene la vista puesta en otros personajes. “Me gustaría seguir algunos años más y poder rotar los personajes”, aunque es categórico al afirmar que no se ve de rey Nabucodonosor. “Uf… no sé, no creo que pueda hacerlo tan bien como los que lo han recreado, porque eran magníficos”. Y no duda en animar a los blancos a participar del cortejo. “Durante años miraba a los personajes con cierta envidia sana. Quizás también porque esos días, como agente del Cuerpo Nacional de Policía tenía que estar en otras tareas, pero me atraía mucho poder disfrutar de la Semana Santa desde esta perspectiva. Y, ahora, estando en ese plano, puedo decir que me lo estoy pasando muy bien, que disfruto mucho, también porque la gente que integra el grupo es magnífica”, concluía.