Personajes del Cortejo

María Isabel Pérez: “Era gritona de palco, ‘barranquetera’, de las que se quedan sin voz”

La azul recuerda con emoción el día que, junto a sus hijas de mantilla, escoltaron a la Virgen de los Dolores

María Isabel Pérez Navarro, centro, con sus hijas Marisa y Elena García Pérez, ante el trono de la Dolorosa, instantes antes de procesionar junto a Ella vestidas con la clásica mantilla española.

María Isabel Pérez Navarro, centro, con sus hijas Marisa y Elena García Pérez, ante el trono de la Dolorosa, instantes antes de procesionar junto a Ella vestidas con la clásica mantilla española. / L. O.

Era gritona de palco. ‘Barranquetera’, como se dice aquí. De las que se quedan sin voz de tanto gritar vivas, de las que disfrutaban metiéndose con los de en frente -que no eran otros que los de la Virgen Guapa-, vamos, muy visceral. Pero eso sí, cuando nos bajábamos del palco, todos tan amigos”, afirma divertida María Isabel Pérez Navarro.

Es patrono de la Fundación Paso Azul, pero también pertenece a la Asociación de Nuestra Señora la Virgen de los Dolores de la que fue vicepresidenta. Y era de la Comisión de San Francisco. Está donde se la necesita y siempre dispuesta a echar una mano, a meter el hombro y hasta con un grupo de mujeres llevó al Cristo de la Buena Muerte cuando aún no tenía portapasos. “Un año dijimos de sacar al Yacente nosotras. Nos metimos debajo cinco o seis mujeres. Era cuando todavía el trono iba con ruedas. Lola Gutiérrez cogió el volante y ayudándola íbamos Pepa López, Chana, Ana Olga Meca, Verónica Meca y yo. Lo recuerdo con una ilusión tremenda”, relata.

El palco lo abandonó hace años. “Lo tuve que dejar. Me subía y parecía que el corazón se me salía. Estaba en constante tensión. Con la preocupación de que los carros y carrozas fueran bien, que no ocurriera nada con ningún caballo… Nada, que me tuve que bajar y ya no me he vuelto a subir”. Aunque admite que echa de menos “esa lluvia de pétalos al paso de la Virgen de los Dolores por la carrera. Eso es una locura, una preciosidad… que ahora veo por la tele cuando llego a casa, pero tengo una vida mucho más tranquila, porque lo pasaba mal en el palco, con tanta preocupación”.

Y con lo que más disfruta es acompañando a la Santísima Virgen de los Dolores. “Verla salir por el umbral de San Francisco no tiene precio. Es una hermosura. Es el cielo azul que sale de la iglesia y recorre las calles. Y cuando se recoge, rodeada de mantillas, es una preciosidad que solo tenemos nosotros, los azules”. Guarda con especial cariño un Viernes de Dolores en el que participaba de la procesión junto a sus hijas, Marisa y Elena García Pérez. “Estaba con nuestra Madre, la Virgen de los Dolores, y mis dos hijas, qué más se puede pedir. Da mucha alegría poder compartir ese instante con las personas que más quieres. Con mi madre también lo hice muchas veces. Ella, Rosa Navarro Abad, fue una de las primeras ‘manolas’ en acompañar a la Virgen de los Dolores. Entonces, solo había dos filas, una por cada lado”.

Durante años llevaba la ‘teja’ y mantilla de su madre. Cuando no la lleva ella, lo hace su hermana, alguna sobrina y hasta amigas. “Siempre está en procesión. La he dejado muchas veces. No quiero que nadie cercano no salga de mantilla por no tener 'teja' y mantilla que ponerse”. Y recuerda una costumbre muy arraigada entre las azules. “La mayoría de nuestras hijas tienen la ‘teja’ y la mantilla lista desde mucho antes de salir por primera vez en procesión. Recuerda un poco a antiguamente, cuando entre el ajuar lo primero que se incluía eran estas dos piezas. Con el tiempo, yo me compré la mía e hice lo mismo con mis hijas”.

Durante años las circunstancias le llevaron a estar ausente de estos primeros días de la Semana Santa. “Vivíamos en Villafranca del Penedés, en Barcelona, y veníamos –si podíamos- en los días centrales, y rápidamente teníamos que volver. Y cuando nos trasladamos a Yecla, procuraba venirme algún día más, pero era complicado por el trabajo. A nuestra vuelta, decidimos vivir con intensidad todo lo que tiene que ver con el Paso Azul. Procuramos estar en todo, especialmente, acompañando a la Virgen de los Dolores”.

Su color estaba claro. “Soy azul desde que estaba en las entrañas de mi madre. Recuerdo siendo muy pequeña que mi abuelo, Francisco Félix Pérez Montiel, nos llevaba a ver la Serenata a la Virgen de los Dolores. Esa noche le decía a mi madre que me iba a dormir a casa de mi abuelo y él nos llevaba. Nos ponía en el escaparate de la Zapatería Rozas para que la gente no nos pisara, porque había un gentío”, recuerda.

De aquellos días, aún muy niña, rememora a “los hermanos Albarracín, a los Espín, a Juan Carlos Peñarrubia… Se subían unos en otros y se ponían a gritar vivas hasta perder la voz a las puertas de San Francisco la noche de la Serenata”. Al día siguiente, acudía a la misa de la Dolorosa. “Me llevaba siempre mi madre y por la tarde la veíamos salir de mantilla”. El último año en la vicepresidencia de la Asociación de Nuestra Señora de los Dolores lo guarda con un especial cariño. “Era, todavía, cuando las mantillas iban escoltando a la Virgen de los Dolores, pegadas al trono”.

Procesionar junto a la Dolorosa tiene un sentido especial para María Isabel. “Vas como en volandas. Miras para atrás y la ves en el azul oscuro de la noche que lo ilumina. El conjunto es una preciosidad. Su procesión es bellísima y cuando se recoge en San Francisco las lágrimas siempre brotan de mis ojos. Es esa emoción por haberla visto salir, procesionar y recogerse sin ningún contratiempo. Es un sentimiento que solo puedes tener si eres azul. A mí me da serenidad, paz y siento mucha gratitud. Miro al cielo y digo: ‘Señor, un año más’. Es indescriptible”, cuenta.

De su paso por la carrera le gusta todo. “Cuando voy de ‘manola’ se me pasa en un pispás. Que se hunde el tacón en la arena, pues se saca para arriba. Que te gritan unos, una cosa, y otros, otra cosa, pues no pasad nada. La verdad es que no tengo miedo a la carrera. Me gusta menos la secundaria, la que transita por Lope Gisbert, pero en la principal, se me quita hasta el frío”.

Y asegura que su casa es un verdadero caos en Semana Santa. “Cuando hemos salido las tres de ‘manolas’ había que preparar las tres mantillas, las tres peinetas… Uf, cuanto tres, con lo poquito que me gusta… Mejor pon dos más uno, que queda mejor. Pero también la túnica de mi marido Antonio para la Coronación, la de las Dalmáticas del Yacente… de esclavas, de demonio, de egipcias… Y esos días siempre viene alguien de fuera a quien has invitado para que conozca la Semana Santa. Vamos, una auténtica locura, pero da mucha alegría tener la casa llena de gente y con tanto bullicio”.

Su casa ha sido incluso taller de bordados. “Tenemos un traje de egipcia que bordé en sedas y oro junto a mi cuñada Juani. Nos ayudaba Goyita, Carmencita… Lo han sacado muchos años mis hijas y, ahora, lo saca mi sobrina, pero lo he dejado en infinidad de ocasiones. A las crías les hace mucha ilusión salir de egipcia y cuando me lo han pedido lo he cedido gustosamente”.

Este año vivirá con la misma ilusión de siempre el ‘Jueves de Serenata’, el Viernes de Dolores, la Salve a la Dolorosa… “me echaré a la calle mucho antes, para la Septena de la Virgen y ya no me recogeré hasta el Domingo de Resurrección, como manda la tradición”. Y no dudaba en animar a visitantes y turistas a acudir a la salida y recogida de la Virgen de los Dolores. “Es un momento único, donde se entremezclan aromas a rosa, a cera, a azahar de los naranjos en flor de la calle Nogalte… Y la luz es diferente. El azul es más intenso y el trono, presidido por la Virgen de los Dolores, es como la llegada de la primavera”, concluye.