Personajes del Cortejo

Luis González: “Es un privilegio ver lanzarse las cuadrigas desde lo más alto de la carroza del Triunfo del Cristianismo”

El azul disfrutaba de la espectacularidad de la carrera a casi siete metros de altura mientras encarnaba al ángel victorioso

Luis González Navarro, en lo más alto de la carroza del Triunfo del Cristianismo, encarnando al ángel victorioso.

Luis González Navarro, en lo más alto de la carroza del Triunfo del Cristianismo, encarnando al ángel victorioso. / María José Fotógrafo

Estaba claro que su color iba a ser el azul, por mucho que su abuelo se empeñara en lo contrario. “Mi familia es azul, pero mi abuelo por parte de madre es blanco. Intentó llevarme a sus filas, pero no lo logró. Cuentan que cuando tenía seis años estaba viendo los desfiles en los palcos y me dio un pañuelo blanco. Me entró una llantina que me lo tuvieron que quitar. Y apareció el estandarte azul y me callé de inmediato. Desde entonces, ese es mi único color”, afirma categórico Luis González Navarro.

Pasados algunos años un profesor de inglés del instituto, Francisco Dimas, lo animó a meterse en el Paso. “Limpiaba botas, plumeros… y al año siguiente entré en la Comisión de San Francisco, donde sigo dos décadas después”. Desde esta posición veía pasar a todos los personajes del Cortejo y soñaba con encarnar a uno en concreto. “Me hacía especial ilusión desde pequeño ser el ángel victorioso de la carroza del Triunfo del Cristianismo”, algo que lograba gracias al entonces secretario del Paso Azul, Andrés Jesús Espinosa, que le anunciaba que encarnaría al personaje.

El Triunfo del Cristianismo es un grupo que surgía en el siglo XIX. En un principio estaba simbolizado por un templo pagano destruido, con capiteles, fustes, cornisas y estatuas de dioses y héroes rodando por la tierra. Y en una nube, la cruz vencedora sobre el pecado. La carroza fue diseñada por Cayuela. Años después se le añadían siete demonios que representaban a los siete pecados capitales. Y Lucifer, encadenado a la columna del mal.

La actual está realizada en madera maciza y mide casi siete metros de altura. Es de inspiración renacentista veneciana. En la parte anterior aparece la figura del demonio encadenado, los pecados capitales y en lo más alto el ángel victorioso. Bajo una cúpula calada se muestra un espectacular manto bordado en oro y sedas, representando la Resurrección de Jesucristo, que se estrenó en 1997. La carroza del Triunfo del Cristianismo, como la de Nerón, la princesa Meiamén y la de Julio César, son obra de Joaquín Castellar.

Es un privilegio ver lanzarse las cuadrigas desde lo más alto de la carroza del Triunfo del Cristianismo. Tienes toda la carrera a tus pies. Una visión única”, recuerda emocionado Luis González. Este no es el único personaje al que daba vida dentro del Cortejo azul. En 2014 recibía el encargo de ser uno de los esclavos de la princesa Meiamén. “Era presidente José Antonio Ruiz y nos concedió a la Comisión de San Francisco el honor de protagonizar ese año todos los personajes. Era uno de los esclavos que aparecen junto a la princesa Meiamén con un gran plumero. Estábamos todos, Juani Alcázar, Pablo Díaz, Patricia Ruano, Laura Romera y Miriam Lorente. Nos lo pasamos genial”.

De aquel día recuerda que eligió ir en el lado de los blancos. “Me dijeron de todo, pero, por un lado, me entraba y por otro me salía”. Pero no le importancia este asunto. “La Semana de Lorca es eso, rivalidad entre blancos y azules. Sana rivalidad, pero nuestra Semana Santa no sería lo que es, sin esas disputas. Yo soy azul, pero la mayoría de mis amigos son blancos”, reconoce.

Luis González es portapaso del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y, antes, lo fue del Misterio de la Coronación de Espinas de Nuestro Señor Jesucristo. “No es Viernes Santo si no llevo al Yacente a hombros. Es todo un honor portarlo. Es el protagonista indiscutible de la Semana Santa. Llevarlo me da serenidad, paz… Me recuerda mucho a mi abuela materna que fue la que me crio y la que me inculcó el sentimiento azul y el amor por el Cristo de la Buena Muerte”.

Pero también representaba a Julio César, aunque antes pasaron muchas vicisitudes. “La primera vez que me lo propusieron acababa de morir mi abuela y preferí no salir. Pensé que era imposible que me lo volvieran a proponer, porque es un personaje muy reclamado. Sin embargo, me tuvieron en cuenta y me lo volvieron a ofrecer. Fue el año de la pandemia y se suspendieron los desfiles. Creía que había perdido toda oportunidad, pero el año pasado Francisco Zarco me anunciaba que saldría de Julio César. Y así fue”, relata.

Reconoce que lo vivió con muchos nervios. “Aquel día trabajé. Cuando salí me fui a casa de mi gran amiga María de las Huertas García [edil del Partido Popular] para que me maquillara. Y me tomé un café con el que fuera concejal de Cultura en la anterior legislatura, Agustín Llamas. Él fue el que me regaló la corona de laurel, porque yo quería que fuera laurel fresco, que encargó a los floristas de Alto Diseño Floral. Me tomé otro café y un gin tonic y me fui directo a San Francisco, donde me vistió Elena Muñoz”.

Los que le precedieron en el personaje le dieron algunos consejos. “José Luis Ruiz Guillén, el concejal de Semana Santa, me dijo cómo debía encarnar al personaje y, además, me prestó el cetro que llevó cuando encarnó a Julio César. Y Santiago Parra me recordaba que era un personaje soberbio y que por tanto había que ir serio, alzando los brazos como símbolo de victoria y mirando a la grada”, explica.

De aquel día recuerda el cariño de los lorquinos. “Iba camino a la puerta del instituto Ramón Arcas Meca y todo el mundo me paraba para hacerse fotos conmigo. Fue impresionante lo que viví durante todo el trayecto. En Huerto Ruano me encontré con mi amiga Cristina que representaba a la Saba y a María Dolores que salía de Flavia. En esos instantes se suceden situaciones muy peculiares, porque allí estábamos la reina de Saba, Flavia Domicia, Julio César… Blancos y azules echándonos fotos antes de iniciar nuestros respectivos cortejos”, ríe.

Ese día, además, el mayordomo encargado del carro era Juan Francisco Martínez Carrasco, el director del Instituto de Turismo de la Región de Murcia, Itrem. El recorrido, admite, se le hizo muy corto. “Ni me di cuenta. Fue súper rápido. Cuando llegué a la Plaza del Óvalo fue emocionante ver cómo la gente del Paso y la directiva me vitoreaba”, recuerda.

Y aún tiene algún personaje al que le encantaría encarnar. “Me gustaría salir de demonio. De demonio encadenado de la carroza del Triunfo del Cristianismo. Creo que lo haría bien. Pero también me llama la atención mucho el personaje de Séneca”, aunque reconoce que es un privilegiado por haber tenido la oportunidad de salir en varias ocasiones.

No quiere terminar sin recordar a los lorquinos que lo que hace “diferente” a la Semana Santa de Lorca es esa “rivalidad”, ese “duelo”, que cada año protagonizan blancos y azules en la arena de la carrera principal. “No debe olvidarse que esa ‘lucha’ que se refleja en los bordados, en los caballos, en la forma de desfilar, de portar a nuestras imágenes… es la idiosincrasia que nos hace ser diferentes y convertirnos en un atractivo a nivel mundial”.